Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

!Oh, la filosofía!

 

Confieso mi admiración por la revista “Filosofía Hoy (cuestionar, descubrir, vivir tu mundo)”, difícil de encontrar en los kioscos, pero cuyo último ejemplar acabo de terminar, sin resistirme a hacer participe a quien esto lea, de algunos puntos contenidos en sus artículos, más por avivar la polémica y remover certezas, que por aseverar contenidos.
En un articulo titulado “¿Nacer o no nacer?”, el filosofo y biólogo Richard Dawkins, a una duda planteada por una de sus seguidoras: “honestamente, no se que haría si quedara embarazada de un niño con síndrome de Down”, respondió: “Abórtalo y trata de nuevo. Sería inmoral traerlo al mundo si tienes elección. Si tu moral está basada, como la mía, en el deseo de incrementar la suma de felicidad y reducir el sufrimiento, la decisión de deliberadamente dar a luz a un bebé Down, cuando tienes la opción de abortarlo temprano en el embarazo, seria realmente inmoral desde el punto de vista del propio bienestar del niño”.
Ni que decir tiene que abundaron las críticas, como cita el artículo, de quienes prefieren leer lo que les interesa, más que realmente lo expresado, abundando la condena hacia alguien que a su entender condenaba y poco menos que propiciaba, la eliminación de niños con síndrome de Down, cuando realmente lo que proponía el biólogo era evitar su nacimiento desde lo más temprano, hoy perfectamente reconocible a través de la ciencia, con independencia de quienes, en su fantasía o en su creencia, en ello atribuyan decisiones divinas, de oportunidad, condena, prueba, o cualquier otra sinrazón que en consecuencia, de seguir adelante, deberían poder explicar coherentemente al divinamente “elegido” y por ellos consumado, para tal nacimiento cuando, de intentarlo de nuevo, podrían haber traído al mundo a un ser no condenado a una minusvalía de antemano.
En otro artículo titulado “el excomulgado”, refiriéndose a Baruch Spinoza, se afirma que para Spinoza, Dios es la naturaleza misma, infinita, eterna y necesaria. Solo ella y su poder existen y todo lo que ocurre ocurre por ella. No es un dios al que se le pueda rezar, ni un Dios que haya creado nada. La naturaleza, por si misma, siempre ha existido y siempre lo hará.
Uno de los aspectos que le preocupan a nuestro protagonista es la consecución social que tiene el planteamiento de un dios antropomórfico. Un dios así, proveedor y paternal, que nos premia y castiga, que nos indica el camino, nos conduce a una existencia bajo dos yugos: la esperanza y el miedo. Y esto supone la sumisión social a la autoridad eclesiástica de turno, algo que fomenta una servidumbre existencial opuesta a lo que debería ser la libertad de la razón que Spinoza defiende.
En otra parte del artículo se recoge otro pensamiento de Spinoza cuando sostiene que la Biblia es un libro como otro cualquiera, que a través de los siglos ha sido copiado y alterado innumerables veces por innumerables manos, lo que ha dado fruto a una composición “corrupta y mutilada” en la que nos hemos basado nosotros.
Por su parte, el conservador radical Roger Scruton nos dice que Dios puede estar muerto, pero la búsqueda de trascendencia goza siempre de buena salud y que la fe religiosa es un hecho social; no es algo a lo que se llega tras una investigación empírica. Es algo a lo que uno se adhiere, o a lo que uno se convierte, o en lo que uno ha nacido. Y perder la fe cristiana en su caso es perder la condición de socio de un club.
En el artículo “derechas e izquierdas, conservadores y progresistas”, se especifica que sin duda la especie se ha beneficiado de esta dialéctica permanente entre aquellos que en la duda apuestan por la innovación, aun a costa de sufrir el coste de intentos fallidos, y aquellos que en las mismas circunstancias apreciaban los métodos probados por la experiencia, aun a costa de perder posibles oportunidades. En ese juego competitivo de beneficios y pérdidas, la especie siempre ha ganado algo, aunque los individuos perdieran sus apuestas concretas.
Mario Livio, en su libro Brillantes errores, asegura que la ciencia siempre es una incierta y arriesgada aventura intelectual y que al lado de grandes aciertos conviven errores abundantes, como el cometido por Charles Darwin, quien entre todas sus genialidades describió la selección natural, pero la atribuía a partir de una fusión de rasgos heredados, lo que hacía imposible el triunfo de nuevas variaciones. En 1900 no obstante, se redescubrió la obra de Mendel, que revelaba que la herencia de los rasgos genéticos sigue patrones predecibles y que dichos rasgos no se “mezclan”; la deriva genética implica cambios al azar en la herencia de ciertos caracteres y la mutación que crea nuevos genes.
Errores como la edad de la Tierra, van desde el cometido entre 1625 a 1656 por el entonces obispo de Irlanda, James Ussher, quien aseguraba que trás un estudio riguroso de la Biblia, la Tierra había sido creada el domingo 23 de octubre de 4004 a. C. (en Mesopotamia conocían ya incluso la rueda), fecha que la Iglesia oficial ha mantenido a lo largo de cerca de tres siglos. Posteriormente, Lord Kelvin, a partir de las leyes básicas de la energía y el calor, estimó que la edad de la Tierra estaba entre los 24 y los 100 millones de años. Hoy la edad de la Tierra se estima de alrededor de los 4.600 millones de años.
Joel Marks, profesor emérito de filosofía de la universidad de New Haven, cree que el complejo sentido de la moral que ha acompañado a la especie, nos hace hostiles, promueve en nosotros la hipocresía, provoca arrogancia; es arbitraria porque no existe una justificación definitiva para concluir si algo es correcto o equivocado; es imprudente al conducirnos a hacer cosas sin valorar las consecuencias; nos hace intransigentes con los demás; atiza conflictos interminables; es una guía inútil para la vida; y conduce a los filósofos a perder su tiempo en puzzles sin sentido. Por el contrario la ausencia de moral está libre de sentido de culpa; es tolerante, excita la curiosidad; no es critica; es compasiva con los actos humanos, por lo que, sin duda, es preferible a la moral. Concluye aseverando que siempre será mejor escuchar los deseos de nuestra naturaleza, que juicios morales procesados por falsos interpretes.
En el artículo “Isis: como comprender, o no, la violencia salvaje” el psicólogo Ian Robertson cita lo siguiente: cuando los Estados quiebran en sus estructuras arrastrando detrás a la ley y el orden, hay un único recurso para la sociedad civil: formar parte de un grupo. El grupo suele ser el reducto en el que encontrar cohesión y solidaridad para enfrentar la vida. Las identidades del grupo y de los individuos que se integran en él tienden a fusionarse en una única voluntad. La conciencia del individuo tiene poca entidad cuando el grupo se embarca en una guerra de cualquier orden, y mientras dichas amenazas estén vivas.
Cuando la religión es el nexo que define la cohesión del grupo, la experiencia revela que todos los efectos del fenómeno se exacerban.
La venganza es un valor de extrema eficacia para mantener el salvajismo en las cotas más altas posibles. Estimula a los miembros del grupo e inmediatamente dispara la pasón agresora de los contrarios, de forma que es el combustible más eficaz para perpetuar los conflictos.
Los líderes del grupo son quienes definen aquellos actos que justifican la venganza y que será ejecutada por los miembros del grupo. Los líderes son los que pueden disparar el salvajismo sobre los que están fuera del grupo en la contienda. Pueden también desactivar el impulso de venganza o el estímulo para sacrificar la vida de los miembros de su propio grupo.
El mecanismo no se agota; siempre habrá colectivos en nuestro mundo que necesiten mantener viva la violencia más terrible.
El artículo ¿Miedo a pensar?, nos habla de que la mayoría de nuestra educación está basada en seguir los pensamientos y descubrimientos de otros, hacer caso a lo que piensan los expertos o personas de autoridad. Pensar, en cambio, consiste en profundizar en el contenido de la mente. Pensar bien es pensar con claridad, sin rumiar ni obsesionarse, desgranando las ideas, teniendo en cuenta otros puntos de vista, otros factores, haciendo las preguntas correctas y comprometidos con una búsqueda de la verdad.
Es preciso emplear herramientas de pensamiento como el pensamiento crítico, el pensamiento utópico, la lógica, la mayéutica, etc. que te ayuden a ir más allá de lo obvio, a contemplar otros puntos de vista, a hacerte preguntas.
Finalmente, en un artículo titulado “Hipótesis homosexuales” Steven Pinker, sostiene que la gente joven tiene menos perjuicios que la mayor, que se divide aun entre los permisivos si creen que la homosexualidad es innata, y más intolerantes si creen que es una opción.
Opina también que en casi todos los ordenes de la vida hemos visto que a los liberales les gustaba que las cosas fueran aceptadas por el cerebro y, a los conservadores, las cosas alojadas de forma innata en el cerebro.
Ya en el capítulo de frases célebres, pensamientos o citas filosóficas, caben destacar las siguientes:
Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. (Cervantes)
Educar es formar personas aptas para gobernarse a si mismas, y no para ser gobernadas por otros. (Herbert Spencer)
Las águilas pueden volar más bajo que las gallinas, pero jamás las gallinas podrán elevarse como las águilas (Lenin)
La pereza anda tan despacio, que la pobreza no tarda en alcanzarla (Benjamin Franklin)
¿Amas la vida?. No desperdicies el tiempo porque es la sustancia de que está hecha (Benjamin Franklin)
Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involucrarme y lo aprendo (Benjamin Franklin)
La constancia obtiene las cosas más difíciles en poco tiempo (Benjamin Franklin)
Los faros son más útiles que las iglesias (Benjamin Franklin)
Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier como (Nietzche)
La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos, sino el hecho de negarse a adquirirlos. (Karl Popper)
La ciencia será siempre una búsqueda, jamás un descubrimiento real. Es un viaje, nunca una llegada. (Karl Popper)
El aumento del conocimiento depende por completo de la existencia del desacuerdo (Karl Popper).
No sabemos, solo podemos conjeturar (Karl Popper)
Toda la filosofía de Popper viene de hacerse una pregunta simple: ¿porqué?. Consideró llamativo el contraste existente entre el increíble avance de las ciencias en los siglos anteriores a él, mientras que en otros campos, como la existencia de Dios, los seres humanos apenas habían avanzado desde Grecia.
Como remate, cabe hacerse otra consideración, esta vez por mi parte: Nunca emplees la razón, ni esperes inteligencia, ni acudas al conocimiento ante quien, por muy razonable que sea, inteligente y de amplios conocimientos en otros campos, no quiere aplicar nada de lo expuesto a lo que consideran el don de la fe, pues esta está fuertemente cimentada en la voluntad, en el miedo, en la superstición, en la esperanza, y en un sentimiento tribal que ampara la disciplina por encima de la libertad y del gobierno propio del individuo, conduciendo con ello a una entregada sumisión hacia las más absurdas y estrafalarias creencias, que aun sin la menor base real, ni científica, ni demostrable, son capaces incluso de transmitir a sus hijos desde su más tierna infancia, cuando todo se asienta y más se confía en los padres, como algo absolutamente cierto, incuestionable y a lo que han de someter su vida, sin esperar siquiera a que adquieran un mínimo sentido crítico y de conocimientos objetivos, para que el ejercicio de la libertad les lleve a una elección meditada sobre el particular, una fe que les lleva a tratar de imponerla a los demás y a menospreciar a quienes no la practican. Es el fanatismo en estado puro, un fanatismo que puede estar adormecido si los líderes o los más fundamentalistas no lo despiertan, o convertir al ser humano en una bestia salvaje si estos consideran que se atenta contra sus entrañas. No importa la religión de que se trate, pues todas tienen, o han tenido, episodios similares de intransigencia, asesinatos y torturas si enfrentamos la razón y la fe, un don para ellos, y un insulto a la inteligencia y a la libertad del ser humano para otros.
Alguien dijo que hay personas que solo hablan de otras personas, otras solo saben hablar de cosas y finalmente, las menos, hablan sobre las ideas, por lo que no viene mal aplicarse en este sentido y no precisamente para otorgar el máximo protagonismo a la política, que importa, sino también a aquello que más incide en nuestros planteamientos más trascendentes y hacerlo sin miedo, objetivamente, libremente y en uso de la razón, la inteligencia, los conocimientos y nuestras propias consideraciones.
Un poco de filosofía (amor a la sabiduría) nunca viene mal.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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