Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Agnósticos, laicistas, ateos y creyentes. ¿Educación o adoctrinamiento?

 

España es un pais aconfesional con mayoría de creyentes católicos, al menos teóricamente, aunque en su mayor parte se trate de militantes poco practicantes (al contrario que los musulmanes o judios), que mantienen su condición bien por cuestiones sociales, por tradición familiar, por costumbre, por adoctrinamiento desde la cuna, o simplemente “por si acaso”, ya que si ello dependiera de su asistencia a los ritos propios de tal confesión, mas bien deberíamos inclinarnos por pensar que el país en este sentido respira de otra forma muy distinta, aun cuando a ello, y por compensación, se produzca el fenómeno inverso de pequeñas sectas, facciones, o simplemente grupos cada vez más radicalizados, que intentan equilibrar una balanza de difícil vuelta atrás.
La sociedad, no obstante, está bastante atomizada en cuanto a sus planteamientos sobre el particular. Por un lado los creyentes, aseguran que existe un dios, o varios, o muchos según de que credo se trate, pues incluso los monoteístas más próximos a nuestra civilización occidental, aun partiendo todos del mismo Dios del Antiguo Testamento, tanto cristianos, con sus múltiples derivaciones, como judios o musulmanes, aseguran estar en posesión de la verdad cuando cada uno adora a distintas figuras, pero siempre desde la perspectiva de que su dios es el único y verdadero y que de su existencia y de todas sus peripecias están absolutamente seguros, tanto que incluso están o han estado dispuestos a dar su vida por ello y a sacrificarse, perseguir, matar o torturar (en distintos momentos de su particular historia) a quienes no crean lo que ellos aseguran.
Por otra parte, los ateos, también en posesión de la verdad, la otra cara, por tanto, de la misma moneda, aseguran todo lo contrario, que no existe Dios alguno, algo por lo que también (en distintos momentos de la historia) están o han estado dispuestos, a perseguir, matar, o torturar, a quienes no acepten sus planteamientos.
En una postura absolutamente distinta a unos y otros están los agnósticos, quienes ni niegan ni afirman, pues aceptan que de este asunto nadie, a ciencia cierta, sabe absolutamente nada, pues no existe evidencia alguna ni de la existencia ni de la no existencia de dios alguno. Nunca han perseguido a nadie por no aceptar sus ideas, aunque siempre han obtenido el rechazo, tanto de creyentes como de ateos, a la hora de cuestionar razonablemente sus inquietudes, pues no es, ni ha sido nunca, precisamente la razón el norte tanto de creyentes como de ateos.
En otro orden nos encontramos con los laicistas (dejamos aquí a un lado las diferencias entre laicidad y laicismo), quienes defienden la independencia del hombre, de la sociedad, y especialmente del Estado, de toda influencia religiosa, persiguiendo una sociedad organizada aconfesionalmente, situando las religiones, en libertad, en el ámbito privado del individuo, postura vinculada a la Ilustración y a la revolución liberal, que puede ser aceptada no solo por los agnósticos, sus principales defensores, sino también incluso por creyentes y por ateos. Curiosamente el mismo Jesús, según sostienen los propios cristianos en sus escritos, manifestaba una clara postura laicista (Dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, o mi reino no es de este mundo, etc.), siendo así que esta es verdaderamente la postura más próxima a sus enseñanzas, absolutamente alejada de los planteamientos de la Iglesia actual, con un Estado propio, una entidad bancaria depositaria de inmensas riquezas y un poder terrenal enorme, lo que hace difícil creer, en razón, que si aquel Jesús viviese, profesase ahora la religión católica, más próxima su actitud a correr a gorrazos a tanto impostor y mercader del templo.
Así las cosas, la sociedad se reparte entre quienes aseguran que existe un dios, que es el suyo, que de ello tienen la más absoluta certeza y que consideran infieles al resto (existen alrededor de 4.200 religiones actualmente en el mundo, todas verdaderas, por supuesto), mientras que otros aseguran que no existe dios alguno, al tiempo que otros defienden que nada sabemos sobre el particular y que por tanto nada podemos asegurar, para finalmente, la corriente más actual, en la que cabemos todos, pretende que, sea como fuere, tales cuestiones se queden simplemente en el ámbito personal, en libertad, sin que la sociedad, ni el individuo, ni el Estado, tengan que estar condicionados por tales creencias.
Esas posturas, siempre presentes, tienen hoy su principal campo de debate en la enseñanza, sobre todo en el marco del Estado, de la enseñanza pública, e incluso de la privada.
En este sentido, la corriente más avanzada está trasladando el peso de las subjetivas exigencias paternas, hacia la objetividad de la defensa de los derechos universales del niño, entre los que se encuentra el derecho a su dignidad, entendiendo esta como la cualidad inherente al ser humano en cuanto ser racional, dotado de libertad y poder creador, para modelar y mejorar su vida mediante la toma de decisiones y el ejercicio de sus libertades, escogiendo sus propias respuestas.
En este sentido, la formación racional y científica son determinantes y tendentes a ofrecer al niño aquellas certezas a través de las cuales ir escogiendo sus propias respuestas, lo que choca frontalmente con cualquier educación basada en las creencias, y sobre todo en los adoctrinamientos, actitudes que en un futuro, esperemos que cercano, por el bien del niño, del futuro ciudadano y de la sociedad en general, estarán totalmente desterradas de cualquier educación tendente a potenciar la dignidad del individuo.
Hoy en el mundo, existen cinco grupos principales de religiones: las Abrahámicas con unos 3.700 millones de practicantes, entre las que se encuentra el Cristianismo con todas sus múltiples ramificaciones, el Judaísmo, el Islamismo, también con sus distintas corrientes, y otras menores, le siguen las Dharmicas, con unos 2.100 millones, entre las que se cuentan el Hinduismo, Budismo, Sijishmo y Jainismo, las chinas, con unos 800 millones de practicantes, tanto del Taoísmo como el Confucianismo y otros, las japonesas con el Sintoísmo y otras, practicadas por unos 70 millones, y finalmente el grupo que pudiéramos considerar del resto, un enorme mosaico de medianos y pequeños grupos repartidos por todo el mundo.
Como denominador común, el que todos ellos están convencidos de sus creencias y de sus dioses, la mayoría dispuestos a lo que sea por inculcarlas y a adoctrinar a quien se ponga a tiro, sean adultos o niños desde su más tierna infancia, y ahí radica el verdadero problema.
El niño, abierto enormemente a la fantasía, no diferencia claramente lo que es ciencia, raciocinio y objetividad, de lo que es creencia, sentimiento y subjetividad, captando a esas edades con mayor facilidad los ejemplos que las ideas, siendo a esos efectos una auténtica esponja, sobre todo de lo que procede de sus seres más cercanos, algo que siempre ha aprovechado cualquier movimiento religioso. Si desde bien pequeño se le adoctrina en creencias, sentimientos y subjetividades, por encima del conocimiento, la ciencia, la objetividad y el uso de la razón, el resultado ha sido siempre, no solo un evidente empobrecimiento personal, sino causante demasiadas veces de verdaderas catástrofes, en algunos casos, y de preocupantes retrocesos en el progreso de la humanidad. Valga de ejemplo las actuales imágenes que día a día recibimos desde las facciones mas sectarias y fanatizadas, hoy del islamismo militante, y en otras épocas de otras religiones de todos conocidas.
Tras una clase de naturales en la que transmitir en lineas generales y muy esquemáticamente el conocimiento científico de la evolución del mundo conocido, a partir de una gran explosión, que llamamos big bang, acaecida hace unos 13.700 millones de años (con anterioridad nada sabemos a ciencia cierta), cuyos restos han ido formando las galaxias con sus millones de estrellas, en una de esas galaxias, llamada la vía láctea, se forma una estrella que llamamos el sol, hace unos 5.000 millones de años, para a partir de ahí aparecer junto a otros el planeta Tierra que habitamos, con una edad aproximada de unos 4.500 millones, en el que debido a sus condiciones fisico-quimicas se produce una larga evolución que hasta hoy nos lleva al mundo conocido, un mundo en el que el ser humano con todas las características actuales (homo sapiens) aparece aproximadamente hace unos 0,2 millones de años, si bien han existido homínidos desde hace unos 1,5 millones como evolución de ciertos simios, evolución que tiene lugar en el centro del continente africano para extenderse posteriormente por todo el resto del mundo, evolucionando en función de las distintas características climáticas, alimenticias, físicas, etc.
No es justo, ni deseable, tratándose de un atentado a la dignidad y un insulto a la inteligencia del niño, por mucho que muchos padres se empeñen en ello, con buenas intenciones aunque hayan sido víctimas a su vez del mismo engaño, del que no han querido salir, que acto seguido se le diga que el mundo conocido fue creado en una semana por un dios hace ahora escasamente unos 7.000 años (tiempo admitido por la Iglesia durante siglos), un dios que tenia a su servicio un ejercito de ángeles enfrentados a un líder del mal (con el que aun sigue en disputa) que a su vez tenia otra corte de demonios y que ese dios creo al hombre a su imagen y semejanza modelándolo a partir del barro, para una vez dormido arrancarle una costilla y con ella formar a la mujer, haciendo unos seres que al igual que sus descendientes vivían entre 500 y 900 años, cuando en esa época la esperanza de vida no superaba los 35 años, diluvios universales incluidos etc., etc. fantasías todas ellas absolutamente alejadas del más mínimo conocimiento científico que adquirir se pueda, de tal forma que eso se le transmite como una creencia que debe abrazar, sin más (a mi y a los de nuestra generación nos fue transmitido como una verdad sagrada e incuestionable, bajo amenaza de pecado mortal si a alguien se le ocurría ponerlo en duda), en esos momentos en los que está abierto a todo. Tanto es así que para mi, como para tantos otros, las más graves consecuencias de nuestra infancia de dictadura franquista, las que más nos marcaron, no fueron tanto las políticas, como las derivadas de esta otra férrea y castrante dictadura amparada a su sombra, de ejercicio sistemático de adoctrinamiento a la trágala, de fantasías contrarias al camino de realización personal a través del conocimiento, de las que me ha costado una vida desprenderme, algo que no debería deseársele a ningún hijo, ni desde su propia familia, ni desde el Estado.
La polémica lleva servida desde siempre, aunque unos la traten en sosiego, objetivamente, en uso de su razón y en libertad y otros desde el desasosiego, subjetivamente, en uso de sus sentimientos y con imposición.
El derecho del ser humano al ejercicio de su dignidad va dando pasos, aunque muy lentamente y de forma enormemente desequilibrada según se trate de distintos lugares en el mundo. En nuestro primer mundo, no hace tanto tiempo que se consagraron los derechos del hombre, afectando primero al propio hombre, en lucha de unos hombres contra otros, con grandes sacrificios por parte de la mujer alcanzó también a esta, en larga lucha contra el hombre aunque todavía en menor medida, y actualmente lo está haciendo con el niño, aunque más lentamente, pues este no puede defenderse por si mismo y menos de quienes inconscientemente, y casi siempre con buena voluntad, toman decisiones que condicionan gravemente su dignidad, y el futuro en libertad de su existencia y de sus convicciones, quedándole como únicos aliados aquellos hombres y mujeres que sufrieron su engaño y que en uso de su capacidad de raciocinio se liberaron y hoy luchan por su causa, que no es otra, en definitiva, que la causa de la libertad y de la dignidad del ser humano para que nadie les adoctrine, les limite su interés por la duda, la investigación y la objetividad y les amenace con condena alguna, ni del más acá ni del más allá, por pensar y actuar según sus propias convicciones.
El camino será largo, pero algún día el niño conquistará su dignidad y nadie, sobre todo en la minoría de edad, deberá ser adoctrinado más allá de lo que su decisión, en libertad, crea conveniente.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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