Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Ciudadanos responsables…

Si siempre se ha dicho que los mejores árbitros y las mejores políticas son las que no se notan, hoy el mundo está gravemente enfermo, pues ya nada se entiende sino a la luz de todo tipo de políticas erráticas a un lado u otro de un mundo, al que nosotros contribuimos en grado sumo con nuestras excentricidades cotidianas en la materia.
En el pais en el que, al parecer, la demanda de información en profundidad en materia política es minoritaria, mientras que una gran mayoría conoce al detalle los vaivenes sentimentales de cotilleo, o de mamoneo televisivo de una tal Belén Esteban y especímenes de similar calado, el día a día de nuestro serial político transcurre desgraciadamente por los siguientes derroteros:
En cuanto al PP, y aunque nos quieran vender lo contrario, como casi siempre en nuestro pintoresca política al uso, Rajoy no negocia, pide adhesiones “por el bien de España”. Nunca ha negociado nada, ni lo hará, ni se lo permite su soberbia, ni su vanidad, ni su concepto del liderazgo, pues se trata de un personaje endiosado anclado en sus propios planteamientos, sin la menor cintura. Solo han pasado unos días desde su investidura y ya amenaza con lo que hasta hace poco era su meta inconfesable, unas nuevas elecciones donde supone que solo, o en compañía de Ciudadanos, obtendrá la mayoría absoluta y no tendrá necesidad de postrarse de nuevo ante nadie, culpando como siempre de nuevo al PSOE por no ser capaz de “consensuar“ un presupuesto que haga factible el gobierno, siempre en bien de España, claro. De momento ya le han cepillado su ley de enseñanza. No olvidemos que, aunque su partido ganara las elecciones, en la última encuesta del CIS (oficial), publicada recientemente, sigue siendo el político español peor valorado, y que si pasadas las primeras elecciones hubiera dado un paso al lado y dejado el puesto a otro miembro de su partido, como pedían sus posibles aliados, hoy tendríamos un gobierno en el que las posibilidades reales de gobernar el pais, tras las oportunas negociaciones, hubieran quedado selladas, algo que no ha ocurrido de entrada, por anteponer sus propios intereses personales a los de su partido y a los de España. Por otra parte el partido líder de la corrupción tampoco parece tener interés alguno en rectificar nada, ni en ofrecer nuevos planteamientos.
Ya si pasamos al PSOE, la abstención, traducida en investidura de Rajoy, por el bien de la nación, debería suponer un pacto de gobierno, no de simple investidura, ya que si lo fundamental no se produce, ¿donde queda tanto sacrificio por el bien de una nación ingobernable?
Lo de Hernandez (no es NO), mantenido como portavoz del partido tras un giro radical en su política de apoyo a Rajoy, defendiendo ahora la abstención, no solo es la más clara manifestación de una traición de libro, de ambición política por encima de todo y de todos, de puro navajeo interno hacia quien más te ha protegido, sino un mal paso por parte de los golpistas, quienes han preferido el humillar con ello a los del no, a dar credibilidad a su portavoz eligiéndolo, en lugar de ofrecer a sus votantes a alguien que mejor les representase. Que ahora nos venga a contar que su actitud ha sido un acto de amor al partido, de sacrificio personal y que tal partido se ha tenido que sacrificar por el bien de España, pretendiendo que nos lo creamos, es de juzgado de guardia, o simplemente de mandarlo a la…
Lo grave es que son incapaces de salirse dignamente de las callejones sin salida en los que se meten. Primero era lo del NO pero sin ir a nuevas elecciones “por el bien de España” (la cuadratura del círculo), ahora lo del SI (en forma de abstención) pero sin aprobar el presupuesto que presente Rajoy, aunque no lo conozcan (¿donde queda la esencia del parlamentarismo y la voluntad de diálogo?), lo que claramente impedirá gobernar, salvo que Hernandez vuelva a ofrecernos otra pirueta por el bien del país. ¿En que quedamos? ¿Donde está el bien de España?. ¿No será que lo de huir de las terceras elecciones a cualquier precio era por evitar la liquidación por derribo, como cosecha a tal cantidad de errores?.
Lo cierto es que en cuanto a los partidos tradicionales, todos hablan de no ir a terceras elecciones por el bien de España, pero todos analizan el asunto en clave interna. A Rajoy le interesan porque piensa obtener la mayoría absoluta, pero se lo calla por ser políticamente correcto, aunque si ello se produce tras unos meses de “gobierno”, ya lo de la inmediatez parece disiparse y va siendo más aceptable, mientras al PSOE no le interesan porque piensa que va a caer aun más, si cabe, pero dice no quererlas sacrificándose por el bien de España, todo en una carrera de ambos hacia la mas absoluta hipocresía.
Hoy los partidos tradicionales han entrado en una crisis de ideología y sobre todo de ideas, claramente preocupante, anclados en sus viejos planteamientos decimonónicos, enfrentando todavía al rico con el pobre, al empresario con el trabajador, al trajeado con el desaliñado, a la bandera constitucional con la republicana y dicotomías semejantes, cuando hoy en la sociedad las distintas sensibilidades a la hora de entender la política van por otros derroteros, más propios de opciones de progreso y bienestar de la sociedad que de identidades caducas. Sus políticos no son ya ciudadanos normales que aportan al parlamento los problemas de la calle, sino auténticos profesionales de la política, gente que en general no ha dado un palo al agua, que no ha hecho otra cosa que militar en un partido e ir ocupando cargos, que no han creado nunca un solo puesto de trabajo, ni una empresa, ni trabajado por cuenta ajena que no sea la administración, sin experiencia en la negociación empresarial, distanciándose cada vez más de los problemas de una calle en constante evolución que solo conocen por referencias sesgadas, sumergidos en la lucha interna y en el enfrentamiento con los partidos rivales, con sueldos y jubilaciones aseguradas, entregados al mercadeo legislativo a cambio de financiaciones de partido y comisiones por intervención en un proceso de corrupción institucional que se ha ido convirtiendo en moneda de cambio, ocupando a base de subvenciones los distintos resortes de poder ciudadano, ya sean mediáticos o institucionales y hartando con ello al ciudadano más o menos sensible al concepto de democracia como valor político, lo que algunos han nominado acertadamente como “la casta”.
Si de partidos independentistas se trata, la barbaridad que supuso en su día ese invento único en el mundo, que nadie se explica en Europa, que tiene un coste brutal y que no ha aportado más que confusión, colocación de afiliados a lo loco, y mamoneo constante para quienes viven de ello, como es lo del “Estado de las autonomías”, ha traído, sobre todo en Cataluña y el País Vasco, la creación de partidos que viven exclusivamente para la consecución del siguiente paso, la independencia, con escala intermedia en el mareo de la perdiz, del que sacar tajada cada vez que los partidos nacionales requieren de sus votos para conseguir mayorías de gobierno, a base de ir adelgazando el país e ir cediendo hacia el camino que tales partidos se proponen, habiendo llegado a un grado de autonomía, que se les antoja insuficiente aunque no lo tenga ninguna región europea con relación al pais del que forman parte, algo que, aquí en España, no ha hecho mas que fomentar la insolidaridad entre regiones, enfrentar a tales regiones con el resto, e ir agrandando cada vez mas la brecha, al punto de estar a las puertas de un conflicto de consecuencias harto preocupantes.
Si nos referimos a los partidos alternativos, al tratarse el PP de una derecha que ya aglutinó en su día a todas las tendencias más o menos ultras en su seno, la situación que se da en otros países de radicalización en forma de nuevos partidos, aquí solo se ha dado precisamente hacia el centro con la aparición de Ciudadanos, o bien hacia la extrema izquierda con la de Podemos, acrecentada ahora con la fagotización de Izquierda Unida y en unión mas o menos real con toda una serie de partidos afines de carácter local, que finalmente configuran una oferta que ha sabido analizar las causas de un sistema político que hace aguas, pero que al momento que se ha aprestado a ofrecer soluciones, a financiarse con iraníes y venezolanos o a desnudar éticamente a algunos de sus dirigentes, ha hecho pisar el freno a una gran masa de bien intencionados, que los ven ahora con una gran desconfianza e incluso intuyen peor el remedio que la enfermedad que afloraron, lo que les lleva a la desesperanza y a volver a nadar en las mismas aguas estancadas y malolientes a las que vuelven a no verle salida.
Para el votante, existe ya una pérdida casi absoluta de confianza por parte del ciudadano hacia el político al que no conoce personalmente, que no le es cercano, al que no tiene acceso, que no le representa en sus preocupaciones, al que no le puede pedir explicaciones, hacia unas listas compuestas por personajes que nada le aportan, sin conocimientos respetables, sin asignaciones previas a cometidos concretos, en partidos en los que la democracia interna no es más que una caricatura, donde todos mienten en la defensa de los intereses de consecución o mantenimiento del poder de su partido del que vivir, donde la corrupción es el pan nuestro de cada día, donde solo se medra peloteando, donde no se aportan ideas más que las propias ocurrencias de la oligarquía dominante. El votante se siente usado tras una campaña de mentiras con la única finalidad de captar su ingenuidad, para luego olvidarle y machacarle cuatro años más. Ello le lleva a su desinterés por el conocimiento real de la política, lo que por otra parte le sumerge en el caladero de pesca del voto demagógico de quienes de ello se aprovechan y fomentan, lo único en que verdaderamente ponen interés los partidos centrados en esa manipulación. Para el votante consciente, preocupado y de características ciudadanas, el sistema ha entrado en crisis y nadie se apresta a llevar a buen término aquella receta del catecismo que nos inculcaron de pequeños, de hacer examen de conciencia, contrición de corazón y propósito de la enmienda. Les va demasiado bien como para emprender la tarea.
Como reflejo internacional, lo expuesto no es un problema únicamente nuestro, pues la realidad es que empezamos a sufrir un sistema que requiere de una renovación a fondo, de nuevas regulaciones que acerquen más al ciudadano a los problemas políticos, al conocimiento real de las distintas alternativas y a sus resoluciones.
Hoy existen pruebas palpables de la crisis apuntada, del daño que la demagogia puede hacer al sistema, del que políticos conscientes de ello y partidos que les apoyan puede hacer por acabar con todos los logros conseguidos, por como el dominio interno exclusivo de los partidos por parte de unos pocos, constituidos en todopoderosas mafias oligárquicas, está sepultando a la auténtica democracia, a base de excitar en el ciudadano unos valores primarios de identidad exclusiva y excluyente, como los sentimientos internos más sensibles, los nacionalismos, las identidades o ciertas creencias sociales, en actitudes paralelas a las religiones, como instrumentos para la consecución del poder.
Resultados “democráticos” en su momento, como el de Hitler en Alemania, más tarde Berlusconi en Italia, Chavez y Maduro en Venezuela, ahora Trump en Estados Unidos, el Brexit en Gran Bretaña, o la permanencia de la guerrilla en Colombia, son la prueba más evidente de que hay que replantear el sistema, ya que ha sido el pueblo quien ha propiciado tales despropósitos, ese pueblo soberano al que en corrección política hay que alabar, pero que a mi entender, tal y como llevo manteniendo siempre, es en su cobardía, su mediocridad, su dejadez, su falta de solidaridad y su incultura política donde reside el verdadero problema del fracaso de un sistema demasiado avanzado en teoría para ser aplicado a auténticos túzaros, a los que les ha llegado mucho antes su capacidad económica y sus derechos sociales que su educación, su cultura o su preocupación por ejercer como ciudadanos.
Hoy todo el mundo analiza el fenómeno Trump, cuando en un país en el que las campañas electorales duran más de un año entre la designación del candidato en cada partido y las presidenciales, eran algo más de 200 millones los llamados a las urnas, siendo los que le han apoyado alrededor de 60, al igual que a Clinton, sin llegar a 10 el resto de las opciones. ¿Que pasa con los 75 millones de votantes que no se han manifestado, que no han querido tomar una decisión que les afectará directamente tanto a ellos como al resto, que no han sido capaces, ni han querido, ni han podido optar por una u otra alternativa?. ¿Acaso no son siempre ellos, en buena parte, los auténticos culpables?. Nada ocurre gratuitamente, y el resultado final ha venido labrándose poco a poco, desde la falta de gobernabilidad por parte de Obama al no disponer de mayorías (hoy nadie cede nada cuando estás en minoría, aunque del bienestar del país se trate), con la decepción enorme que ha supuesto en estos años en sus ilusionados votantes, hasta el absurdo error de los demócratas designando a Clinton en lugar de a Sanders, o el del partido republicano oponiendo a Trump a políticos de medio pelo, un camino labrado de errores que al final conduce a que los beneficiados de tales errores se valgan del sistema para ocupar los principales cargos del mismo, algo que algunos, al menos a nivel local, llevamos viviendo décadas con la aquiescencia de… ese pueblo sabio que nunca se equivoca.
Es preciso reformar el sistema en profundidad, pero sobre todo es imprescindible que el ciudadano sea responsable y cumpla con sus deberes ciudadanos de informarse en profundidad sobre una materia como es la política, en la que se juega el futuro de sus hijos, y ahí no valen querencias, absurdas fidelidades a mafias organizadas, o inmovilismos de protección a lo más corrupto de la sociedad.
Si se te ofrece la posibilidad de decidir tu futuro, exige que no te mientan sistemáticamente, que nadie decida por ti, que nadie te conmine a votar a toda una serie de personajes que no te interesan lo mas mínimo, que seas consultado para todo aquello trascendente para la sociedad, que se te ofrezca toda la información real sobre lo que afecta al país, que ningún medio tenga que venderse a las mafias organizadas para su subsistencia y acabe siendo el principal instrumento para tu programado atontamiento.
Ya está bien de tanta tontería con la demagogia políticamente correcta de que el pueblo no se equivoca, el pueblo es sabio, y toda esa retahíla de sandeces. De momento, y en cuanto a la política se refiere, el pueblo, en general, es un absoluto desastre, un auténtico irresponsable y un ser absolutamente manipulable, muy poco merecedor del lujo que supone vivir en democracia.
Estamos a lustros de distancia pero, sin ciudadanos responsables no existe política respetable, ni futuro ilusionante, ni dignidad alguna a considerar en todo esto.
Ciudadanos responsables…

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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