Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

¿Barco o batea?

 

Estamos en Galicia, a principios de 2005, cuando al amparo de la propia Xunta, las siete principales empresas gallegas de entonces, concretamente PSA-Citroen, Inditex, Fenosa, Coren, Comunitel, Caixa Galicia y Caixa Nova, se reúnen con el objetivo de dar el paso en la busca de caminos para superar la competencia regional y buscar las claves de colaboración para trabajar juntos en el ánimo de crear una región competitiva en el concierto internacional.
Para ello, deciden invitar a conocer las distintas infraestructuras gallegas de producción y el propio terreno, a un grupo compuesto por los principales gurús especialistas en desarrollo de zonas concretas de éxito en el concierto internacional. La idea es la de darles a conocer la realidad económica gallega, para finalmente valorar su diagnostico a partir de sus experiencias y sus consejos, a efectos de conseguir los fines propuestos de situar a Galicia en el mapa de la competencia internacional.
Las conclusiones esperadas se materializarían en tres grupos de conferencias que tendrían lugar el La Coruña, Santiago y Vigo y en las que partiendo de un análisis general y de un diagnostico también general, se concretarían en cada región las acciones a llevar a cabo para obtener esa esperada colaboración y coordinación entre todos, para hacer de Galicia un polo de influencia económica en el concierto internacional.
Considerado que tras las empresas estaban empresarios de éxito y no políticos, la idea se materializó al poco tiempo, y en mayo del mismo año, tenía lugar la visita anunciada, e impartidas las conferencias programadas.
Con independencia de los distintos conferenciantes vinculados directamente con el éxito clamoroso de distintas empresas mundiales de campanillas, me voy a centrar en el personaje que aglutinaba, en su saber, todo el mensaje a transmitir y que, he de confesar, me marcó profundamente en cuanto a la forma de ver y plantear una realidad, una evidencia, y un utópico futuro del que parezco ser uno de los pocos que aun lo conservamos en nuestra memoria, y que lamentamos cotidianamente su olvido más absoluto. Me refiero a Kenichi Ohmae.
Nacido en Japón en 1943, doctor en ingeniería nuclear, es consultor internacional, profesor, empresario, especialista mundial en estrategia económica para empresas, especialista en economía global, conocido por “Mr. Strategy”, autor de más de 200 libros, padre de estrategias ya tan conocidas como la triple hélice, la mundialización, la estrategia regional, las tres C (empresa, cliente, competencia), etc.
La conferencia en Vigo tuvo lugar en el Pazo de los Escudos y estuvo limitada, por invitación, a un máximo de 100 asistentes, entre los que tuve el honor de contarme. La presentación del conferenciante fue a cargo de la alcaldesa de la ciudad, de entonces, Corina Porro, quien no solo no conocía al conferenciante, sino que una vez terminada la presentación se ausentó debido a “otros” compromisos.
El inicio de la conferencia del Dr. Ohmae, un lujo impensable para la ciudad, una autoridad de primerísimo orden a nivel internacional, de lejos la persona más importante con al que tuvo la ocasión de relacionarse la alcaldesa de la ciudad a lo largo de su mandato, fue ya demoledor. Es la primera vez, dijo, en mi ya larga vida de conferenciante, que veo como mi presentador, abandona la sala sin haberme escuchado ni una sola palabra, cuando precisamente mi charla va dirigida principalmente a quienes tienen en sus manos ayudar a cambiar las cosas. He repasado también la lista de asistentes y sus perfiles, y considerando que les voy a hablar, entre otras cuestiones, de lo que yo denomino la triple hélice o la hélice de tres palas, en la que el motor que ha de mover la hélice es la empresa, mientras las palas de la hélice que ha de mover el barco son la administración, prestando todo tipo de facilidades al movimiento del barco, el dinero para financiar el desarrollo de todo el engranaje, y el conocimiento para saber como hacerlo, he de comunicarles que entre nosotros, una vez abandonada la sala por parte de la alcaldesa, solo queda un político, concretamente el concejal de “tráfico” del ayuntamiento de Vigo (sentado a mi lado), y también un solo representante de la universidad, por lo que, de entrada, partimos del peor de los comienzos. El personal… alucinaba en colores.
Nos contó que en los días precedentes, había tenido la ocasión de patear una parte del mundo como la nuestra, con una carencia importante de infraestructuras encaminadas al objetivo propuesto, pero que su situación estratégica era perfectamente transformable. Nos dijo que nuestras infraestructuras eran muy primarias, con puertecitos, compitiendo entre ellos e incapaces de soportar grandes cargas, pequeños aeropuertos que van por libre, estructuras viarias escasas y alejadas del comercio mundial, inexistencia de ferrocarril para el transporte comercial y sobre todo una carencia absoluta de “actitud” a la hora de encontrar sinergías para el crecimiento y la posibilidad de ser competitivos en el concierto internacional, desarrollando una competencia absurda y pueblerina entre unos y otros, siendo esto último lo más importante en cuanto a la incapacidad de llegar a puerto alguno, al igual que el divorcio absoluto entre las distintas palas de la hélice, con una administración que carece de un proyecto global y que se limita a la fiscalización de todo lo que la iniciativa privada le propone, con un nivel empresarial bajísimo y de dimensiones mínimas, donde solo dos empresas tienen un mínimo de dimensión, como son PSA-Citroen en el sur, e Inditex en el norte, con una universidad absolutamente alejada del proceso productivo, y un dinero, lo único que a su juicio sobra en el mundo cuando hay un proyecto ilusionante, a la espera de algo que, con los actuales planteamientos, está a años luz de llegar, y todo ello cuando al parecer nadie se plantea el problema.
La posición de salida no podía ser mas negativa, pues en definitiva nos encontrábamos en un barco sin timonel, sin rumbo, con un motor de muy baja potencia, con una hélice en la que cada pala iba a su ritmo y se orientaba en dirección opuesta a la que precisaba para que el barco avanzase. En esas condiciones, el barco “Galicia” flotaba al pairo en medio del océano, sin que su tripulación, en continua discusión y enfrentamientos mutuos, hiciese nada por evitarlo
¿Que planteaba Ohmae para empezar a revertir la situación?.
Lo primero es la toma de conciencia de lo expuesto, pero no desde la óptica de enfadarnos porque alguien nos cuenta nuestra verdad, sino como punto de partida para reflotar nuestros objetivos. En segundo lugar hemos de pensar que será imposible que nuestro barco sea competitivo si cada uno se empeña en navegar con rumbos distintos, por defender intereses distintos y querer perjudicar a los demás, incluso por encima de nuestras conveniencias.
Aquí es preciso pararse antes de seguir, ya que estos dos puntos son fundamentales y sin ellos ya nada puede avanzar, pues por un lado los triunfalismos, sobre todo cuando responden unicamente a posturas folclóricas, son enemigos del progreso y por otro lado, los enfrentamientos internos en lugar de la búsqueda de la cooperación y la coordinación en un objetivo común, acaban anulando toda meta propuesta.
Si el objetivo común es lograr que “Galicia” llegue a ser competitiva y una referencia concreta en un mundo de economía global, hemos de tener objetivos comunes, apoyarlos, luchar de forma coordinada y en cooperación y apoyar también los intereses particulares de todos como resultado de un progreso común. Para ello hay que hacer un estudio en profundidad de todo aquello en lo que Galicia pueda ser competitiva, e incluso liderar en campos en los que podamos producir, exportar y vender en mejores condiciones.
Decía Ohmae que solo dos industrias en Galicia tenían un cierto tamaño para empezar a hablar de ir obteniendo objetivos, y que una de ellas era PSA-Citroen en el sur, pero que para que de ahí llegaremos a ser una referencia internacional en la fabricación de automóviles, era preciso que en lugar de una sola factoría automovilística tuviéramos en el sur al menos tres, ya que ello haría que en lugar de 1.000 pequeñas o medianas empresas dedicadas al mundo del automóvil, tuviéramos 5.000, lo cual sí que nos situaba ya en el mapa, pero para ello necesitábamos de amplios espacios logísticos, entre las factorías y los puertos, que nuestros tres puertos de la provincia se especializasen, tuvieran esas áreas logísticas a su servicio, que un aeropuerto atendiese comercialmente a esas necesidades, que el ferrocarril llegase a esos puestos, a esas factorías y a Europa con seguridad en las entregas, etc.
Si esta es la transformación empresarial, la de la administración es la de tener claros tales objetivos, luchar por las infraestructuras necesarias, por la implantación de estas nuevas industrias, contemplarlo en sus planes de ordenación y facilitar las licencias convenientes a la mayor brevedad y en plena colaboración, facilitando incluso a esas grandes empresas productivas su implantación, sin demoras, en suelos a muy bajo coste, bien situadas y perfectamente dotados de las mejores infraestructuras adaptadas al tipo e industria a considerar.
Por otra parte, nada se conseguiría si no ponemos a la universidad a trabajar conjuntamente con la empresa, con sus necesidades de conocimiento, con un I+D+i ajustado a las necesidades de esa particular industria, de la mano y en absoluta colaboración, al tiempo que se crean escuelas de formación profesional relacionadas con el sector del automóvil, para nutrir a esas nuevas factorías de personal especializado. Para ello no podemos seguir abandonando a nuestros jóvenes universitarios y no universitarios, pues no solo hay que recuperarlos, sino que hay que invertir en su conocimiento, una inversión sencilla si va acompañada de resultados, una inversión que incluso nos permitiría crear centros de investigación y de formación de referencia, que importaría cerebros.
En esas condiciones el dinero fluye siempre, pues su rentabilidad está asegurada. Si hacemos lo expuesto, con tres puertos funcionando al unísono, coordinados, cooperando, con una única autoridad portuaria, con un ferrocarril de mercancías conectado con Europa y un aeropuerto especializado, Galicia sur pasaría a ser un centro de producción del automóvil a nivel internacional.
Ni que decir tiene que nada de todo esto tuvo el menor éxito. Al cabo de tres meses, una alianza entre perdedores daba el gobierno gallego al llamado bipartito, con un gobierno Touriño, apoyado por el nacionalista Quintana, y todo esto pasó directamente al olvido más absoluto, al igual que con los sucesivos gobiernos Feijoo, quien a pesar de sus gobiernos en mayoría nunca llegó a plantearse el barco “Galicia” como la opción más determinante para nuestro protagonismo en el mundo.
Han pasado ya casi 13 años y el barco sigue en las mismas condiciones que lo dejamos, al pairo, en medio del océano, sin que su tripulación, en continua y progresiva discusión y enfrentamientos mutuos, siga sin hacer nada por evitarlo, a merced del viento y las corrientes, capeando temporales y aguantando encalmadas, haciendo del “Galicia” un firme candidato a irse a pique por poco que flaqueen sus fuerzas por la popa (PSA-Citroen) o por la proa (Inditex), sin poco más que llevar a sus bodegas, ni al estómago de sus enfrentados tripulantes.
Si quien no sabe a que puerto llegar, es esclavo de las inclemencias del tiempo y no llega nunca a puerto, solo quedará anclar al “Galicia” al fondo, transformarlo en una batea, cargarlo de cuerdas de las que colgar larvas de mejillón y esperar, ya que no sabemos hacer otra cosa, a que la madre naturaleza contribuya al crecimiento de nuestros “inquilinos”, para recoger sus frutos y empezar de nuevo, al tiempo que vamos llenando el fondo de los desechos propios de quien ha optado por la vida sedentaria y vegetativa. ¿Ha de ser ese el destino de Galicia?.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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