Desde el Atlántico

Carlos Ruiz

Lope: ¡qué lejos está el siglo de Oro!

La película «Lope» sobre el gran genio español del Siglo de Oro, Félix Lope de Vega y Carpio, deja un sabor agridulce. Por un lado, alegra que por fin empecemos a acordarnos de nuestras glorias; pero cuando se trata de homenajear a un prodigio cumple ser más cuidadoso con ciertos detalles.

Para unos la historia es lineal y para otros, es circular. Para la visión lineal, la Historia tiene un origen (el “alfa”) y se dirige hacia un objetivo último (el “omega”). Para la visión circular, la historia es un “etorno retorno” en el que las civilizaciones atraviesan sucesivamente varias edades, de tal forma que la cuando se llega al momento de máximo esplendor (la “edad de oro”), pronto comienza una leve decadencia hacia la “edad de plata” para terminar en el momento de la máxima degradación, la “edad de hierro”. Esta es la visión de la historia en el filósofo griego Platón o en los escritos sagrados hindúes.

Y esto viene a cuento porque se ha estrenado, con gran éxito una película sobre la “Edad de Oro” que, sin embargo, deja rastros de que está hecha en la “Edad del Hierro”. Me refiero a la película “Lope”, dirigida por Andrucha Waddington. Una película buena, aunque podría haber sido mejor. Y una película en la que algunas anécdotas nos permiten elevarnos a la categoría. Hay dos aspectos sobre los que quiero llamar la atención.

Por lo que hace al primero, hay una escena en la que el sacerdote (bien interpretado por Luis Tosar) reza un réquiem sobre el féretro de la madre de Lope de Vega. Una escena muy concurrida de actores. Y en esa escena, al recitar el réquiem, Tossar tiene que recitar uno de los versos sagrados del réquiem. La frase, según el texto latino, es “Dum veneris iudicare sæculum per ignem”. Yo creo haber entendido, y si lo he hecho mal pido disculpas por anticipación, que el actor dijo “Dum veneris indicare sæculum per ignem”. Con “n” y no con “u” Lo que me sorprende es que confundir “iudicare” (con “u”, juzgar, en latín) por “indicare” (con “n”) no haya llamado la atención de ninguno de los numerosos actores presentes en la escena, ni del director, ni de los cámaras, ni de quienes vieron la película antes de su estreno.

Por lo que hace al segundo, se refiere a los agradecimientos finales. Las escenas que supuestamente tratan de representar a Lisboa se rodaron en una antigua colonia portuguesa en el norte del Atlántico, Mogador. Mogador, en lo que hoy es Marruecos, fue una ciudad conquistada por los portugueses en 1415, aunque luego la perdieron siglo y medio después. Lo que aquí nos interesa es que, pese a que la ciudad tiene un nombre en español (y portugués) bien asentado en la historia (Mogador o Mogadur), los créditos finales, escritos en español, la denominan “Essaouira” que es la transcripción de su nombre en árabe.

Si pasamos de la anécdota a la categoría, la reflexión es que estamos olvidando no sólo las fuentes de nuestra cultura, sino nuestro propio lenguaje. Mal está la cosa cuando ya nadie sabe percibir la diferencia entre “iudicare” e “indicare””. Y mal está la cosa cuando se olvidan topónimos, Si nos olvidamos de donde venimos, será difícil encontrar el camino. Parece que sí: estamos en la Edad de Hierro.

NOTA:
este artículo fue publicado en el diario ABC, edición de Galicia, el día 11 de septiembre de 2010.

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Autor

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental Universidad de Santiago de Compostela

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional
Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental
Universidad de Santiago de Compostela

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