Detrás de cada caso siempre hay una historia que explica las conductas, aunque no las justifique. No hace demasiado tiempo Paula ocupaba las páginas de los periódicos de la Región de Murcia por sus prometedoras cualidades en la gimnasia rítmica. También por su pericia al volante, que le permitía ‘volar’ a más de 100 kilómetros por hora por las sinuosas curvas de los circuitos de karting de San Javier, La Manga, Alicante, Oviedo… De hecho, a los 16 años, esta cartagenera se convirtió en la única piloto murciana de karts que competía oficialmente. Tres años después sigue acaparando páginas informativas en diarios regionales y nacionales, incluso en todas las televisiones del país. Pero ahora no por sus gestas deportivas, sino por haber ‘okupado’ el piso que tiene su abuelo, Vicente Moreda, en el número 112 de la calle Atocha de Madrid, según recoge el autor original de este artículo Jorge García Badía en El Español y comparte Manuel Trujillo para Periodista Digital.
“Siempre ha sido la rebelde”, comenta con resignación a El Español Amelia Moreda, hija del propietario del inmueble ‘okupado’ y a la sazón madre de la nieta okupa. “Tengo tres hijos, dos chicas y un chico, ella es la de en medio, la nota discordante”, bromea con resignación esta madrileña, de 51 años, y que se instaló en Cartagena después de contraer matrimonio en 1995 con el padre de sus hijos, Gonzalo, en la Basílica del Real Monasterio de Cáceres (Guadalupe). “No puedo entender cómo se ha torcido mi hija de esta manera”.
La infancia de Paula estuvo marcada por la educación recta que recibió en las instalaciones de Maristas Cartagena, un centro con 121 años de historia y cuyo modelo educativo, tal y como reza en su propia página web, es el de La Sagrada Familia para formar buenos cristianos y honrados ciudadanos: “Los valores del hogar de Nazaret inspiran nuestra labor como educadores”.
El deporte fue otro de los pilares de la vida de esta joven nacida en la ciudad portuaria el 28 de diciembre del año 2000. “Practicaba hípica, ciclismo…”, enumera Amelia. Pero donde Paula apuntaba maneras era en dos especialidades. La primera, la gimnasia rítmica, una disciplina olímpica muy exigente porque en sus entrenamientos se combinan elementos de ballet, gimnasia y danza, y que esta cartagenera afrontó con dedicación desde bien pequeña, siguiendo los pasos de su hermana mayor, para mostrar su destreza con los aros, la pelota o las mazas.
Paula fue miembro del conocido Club Rítmica Carthago y compitió en campeonatos de España celebrados en Santander y Gijón, en torneos en Granada, en competiciones autonómicas en el Pabellón Príncipe de Asturias de Murcia, en exhibiciones y asistió a campus del ritmo. En su palmarés, destaca un campeonato regional juvenil logrado en marzo del año 2017.
Su segunda especialidad deportiva era el karting. Esta pasión por el mundo del motor le viene, en parte, de su padre, Gonzalo, aficionado a las motos de gran cilindrada y que ha participado en la Ruta en Moto Maristas. A Paula le encantaba correr con su kart y competir con chicos para ganarles. Valga como ejemplo de ello, una foto suya en el podido, ocupando el tercer puesto, tras una carrera disputada en noviembre de 2015 en La Manga Gokart.
“Mejor ‘finde’ imposible, primera clasificada en la Winter Cup Levante”, comentaba la propia Paula en su cuenta de Twitter, en la que se presenta como ‘proffesional karting driver’ y seguidora de la alicantina Marta García, la única piloto española que participará en el campeonato femenino ‘W Series’. Lo cierto es que Paula podría haber seguido sus pasos, a tenor de las maneras que apuntaba y de las que se mostraba orgullosa su madre, Amelia, en su perfil personal de Facebook publicando el 5 mayo de 2017, una foto de su hija con el bicampeón de Fórmula 1: “Paula rodando hoy, en Oviedo, en el puesto 12, y Fernando Alonso paseando por el ‘paddock’ entrando en las carpas y saludando a todo el mundo sin prisa. Un crack”.
La proyección deportiva de Paula se frenó en su adolescencia porque su carácter disciplinado y bromista viró hacia otro más caprichoso y problemático cuya antesala fueron pequeñas llamadas de atención, como teñirse el pelo de rosa o ponerse un ‘piercing’ en la nariz. “Tiraba las cosas contra el suelo cuando no le dejaba salir, nunca aceptaba un ‘no’ por respuesta”, ejemplifica Amelia sobre las discusiones que mantenían con la segunda de sus hijos en el domicilio familiar de Cartagena.
Después empezó a mostrar desinterés por los libros, tal y como demuestran los comentarios que la propia joven hacía en su cuenta de Twitter, en los que incluye algunos selfies que se hacía dentro del aula: “Palabras textuales de la profesora, ‘no subir fotos de clase’, me lo paso por donde me sé (18 diciembre de 2013)”. “Por qué el ‘profe’ de Sociales es tan ‘pesao’ (19 mayo de 2014)”. “De aburrimiento en Informática (10 de noviembre de 2014)”.
Expulsada del instituto
Amelia lamenta que al final el mal comportamiento de su hija en el instituto tuvo consecuencias: “Paula fue expulsada en cuarto de la ESO por amenazar a una profesora”. Paralelamente, y poco a poco, la relación entre madre e hija se fue tensando. “Yo siempre he sido más dura que su padre”. La situación en casa era cada vez más violenta, tal y como confiesa la madre de la joven sincerándose en la entrevista mantenida con El Español: “Presentó una denuncia falsa contra mi marido asegurando que le había pegado”. El clima familiar estalló por los aires cuando Paula protagonizó un episodio violento que le valió una condena. “Con 16 años, cogió un cuchillo y la condenaron a permanecer durante doce meses en un centro de menores, en régimen semiabierto, por amenazas en el ámbito familiar”.
– ¿Amelia a qué achaca este cambio en la conducta de Paula?
– Ella fumaba hachís. En el centro pedí que la viera un psicólogo y le diagnosticaron un trastorno de la personalidad. Conoció a gente que le inducía a hacer cosas.
El internamiento de Paula por el centro de Los Pinos, situado en Molina de Segura, y su paso por otro de Cartagena para tratar de enderezar su conducta, causó mella en la relación con sus padres, los cuales actualmente se encuentran en trámites de divorcio. “Yo me opuse a que saliera del centro porque no estaba rehabilitada, pero mi marido trabaja en Madrid y se la llevó allí hace año y medio”. Durante ese tiempo Paula conoció en un barrio madrileño a su actual pareja, Ainhoa, con la que el pasado 26 de mayo se plantó en el número 112 de la calle Atocha para ocupar el piso de su abuelo.
“Con mi padre se llevaba muy bien y le gastaba muchas bromas cuando era pequeña”, rememora entristecida Amelia sobre este episodio okupa que está causando un terremoto en una familia muy unida y de fuertes creencias religiosas. La familia disfrutaba de los pasos de la Semana Santa de Cartagena, de viajes a Nueva York, de tardes de toros en la plaza de las Ventas, de días de playa en La Manga, en las calas de Cabo de Palos… “Mi padre está muy mal, no quiere hablar con nadie, está viviendo ahora conmigo en Cartagena porque no hay manera de que se vayan del piso”, subraya la madre de la otrora promesa del deporte murciano y que ahora ha sido bautizada por la prensa como la nieta okupa.