El Acento

Antonio Florido

Apartando la espuma

De huir se trata, de correr asustados por la mierda de sociedad que nos engulle. De huir, repito, se trata. En vez de enfrentar la realidad con la real gana de saberse preparado. Escribir y desbarrar, leer y vomitar, endulzar las palabras con una ligerísima clámide de azúcar o disparar a los jóvenes eso tan manido de “preparaos para el fracaso”.
Veintitantos años encarando miradas inocentes ávidas de conocimiento, de esperanza, oyendo el clamor de los jóvenes que ansían y quieren saber. Porque juventud así existe. La veo todos los días. Hablamos, compartimos, imaginamos que ya hemos llegado a la cima de nuestros objetivos. Ellos conmigo y yo con ellos. La enseñanza va mucho más allá de las meras cifras cocinadas, más allá de los discursos improvisados de algunos que ensucian páginas de celulosa.
Es fácil (tal vez) decirle a los jóvenes, preparaos para fracasar. Eso es apuntar a lo bajo. Así nadie pierde la partida. Quizás porque ya se conoce el fracaso, porque interiormente se sabe que se vive en él, sin posibilidad alguna de salir a flote. Como el enfermo que avisa a los demás, no os acerquéis, que contagio. El fracaso no se contagia, no se disuelve, no se transmite por arte de magia. Se lleva o no se lleva.
Es fácil, digo, copiarse a sí mismo. Repetir lo enunciado, sin necesidad de buscar nuevas soluciones porque los demás nos aplauden por nada. Así cualquiera. ¿Un nuevo Benito? Me río (permítanme). Contar lo que sucede fuera de uno es trivial, casi innecesario, anecdótico. Confesar el interior, hablar de lo mollar del asunto, de lo nuclear, tal vez de la sustancia, del tuétano, eso es harina de otro costal.
Juan Rulfo. Nada más. Todo sobra, todo está inventado.
Hablar como un chico de quince años usando tacos y palabras malsonantes no es sinónimo de tío guay. Ni de valientes en la escritura. Joder, hijo de puta, follar, palabras escritas que no se comen a nadie, pero que asoman la estupidez de quien las escribe cuando el objetivo que persiguen es totalmente espurio.
Pero no hay remedio. ¡Acaban de descubrir a Cervantes! Enhorabuena.
Rulfo, una sola obra, una sola, suficiente, suficiente. ¡Juan, con una te habría bastado, con una!
Yo únicamente os digo, preparaos para aplastar a los mediocres, para ser mejores, para avanzar en el camino que tira de los demás hacia adelante. Sólo de esta manera, huyendo de los altavoces y de los focos, conseguiréis acallar a los palafreneros de la literatura.
Vale.

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Autor

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

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