El Acento

Antonio Florido

(19) El nacimiento de la tragedia

Aunque ya había leído bastantes libros de Nietzsche en la adolescencia y también un poco más tarde, la lectura de “El día que Nietzsche lloró” me ha llevado de nuevo hasta él. Ahora le tocó el turno a “El nacimiento de la tragedia”, libro que deseaba con ardor tener en mis manos y devorarlo, entiéndanme.
Lo hice. Y he disfrutado como un gilipollas con el chupachús en la boca, salivando, sonriendo a la manera de un bobalicón y con los ojos fijos en el infinito.
Los temas de que se ocupa esta obra hicieron pensar en un primer momento que se asistía a un tratado erudito enfocado sólo para helenistas. Sin embargo, en ella el autor traza de manera inefable, sorprendente y maravillosa una forma distinta de entender el mundo. Esto es, la unicidad en las cosas, en los pensamientos, en las pasiones, en los instintos, también en los miedos y en los fracasos. Así lo entendí después de varias horas de lectura. Nietzsche mirándome tras su bigotudo rostro, humillando mi endeble entendimiento de la naturaleza humana. Mas, cuando me atreví a ser yo quien apuntara sus ojos a los del maestro, creí observar un brillo no de locura (que tal vez), sino más bien una ternura acostada sobre la espalda y mirando al universo y al fondo de la tristeza humana.
Nietzsche en soledad, rodeado de la cruda experiencia de la incomprensión, de lo raro, de lo inaudito. Nietzsche expulsado de la misma Cátedra que algunos le concedieron sin tesis doctoral, como era reglamentario, únicamente por la valía demostrada, por la brillantez de su mente, porque el que vale, vale, y eso.
En “El nacimiento de la tragedia” encontramos en estado quizás embrionario la médula de su pensamiento. El lector que tome este librito en sus manos debe estar preparado para la convulsión inmediata y también para vomitar todo lo que le sobra, e incluso debe estar dispuesto a arrancar de su carne pensante lo efímero, lo trivial, y dejar solamente el hueco tetánico, mollar, su miedo anclado, su esperanza en un dios que se fue a tomar viento, porque el ser es el que es, y no hay más, sólo la tragedia clásica subsumida en un profundo conjunto epidérmico, en una piel rugosa, transformada, desconocida.
¿Apolo o Dioniso? Después de haber pasado por aquél he llegado a éste y creo que con él me quedo, con la orgía entusiasta y engañadora de lo que parece, sin importarme un carajo lo que los demás piensen (si es que saben hacerlo) o hagan.
Es bello. Una hermosura agria, a veces, o dulce, en otras ocasiones. Y duro. Porque te lanza sus verdades a la cara, salpicando tu cordura y reflejando tu imagen, tu verdadera imagen. Quizás esta imagen, este reflejo, no te guste. Debes correr el riesgo. Atreverte. Ser tú. Ser.
Y como se me hincha el pecho de felicidad, lo dejo, que no es bueno abusar de las cosas. Para que duren.
Vale.

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Autor

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

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