El Acento

Antonio Florido

José Javier Souto

Souto, uno de los grandes poetas desconocidos en nuestro país, ha terminado un manuscrito que espera ver la luz, si alguna editorial se digna a ello.
El poemario se titula “De la vida, de la muerte, del amor”. He tenido la fortuna y la ocasión de leerlo y de gustarlo. Vuelan sus versos por la mente del lector creando una sinfonía maravillosa, como una música que se diluye en los pensamientos y te abstraen, por momentos, de la crudeza y de la eterna estulticia del mundo.
Para Souto, “La esencia de cada ser camina, sin retorno, / por los laberintos de una ciénaga / sin percatarse del peligro existente en sus brazos de lodo y agua”. Devenir inconcuso de la vida que te atrapa, como él mismo afirma, sin la posibilidad de volver. Un ansia en el alma, una angustia para guardar y para callar. Habla, asimismo, de las “Necesidades sin interés”, magnífica elocuencia de la materialidad que nos ahoga, veladamente. Luego, más allá de esta certidumbre, abre el poeta una luz tranquilizadora: “En la existencia de una caricia, / sucumben, con felicidad, los temores.”
Pero ahonda más aún, excavando una llaga terrible: “Ahora, lo inalcanzable es pecado y lo que no lo es, / parece transitorio…”. Afirma que la noche, su noche, la noche de todos, “es silenciosa”, y que la vida “se va aposentando en el fondo de una botella opaca”.
Para este vate, “El reloj va matando el enfado, / la vida se presenta más serena”. Hermosa composición reveladora de lo que muchos sentimos en el fondo. Y, aunque a veces, leyendo el poemario uno nota que el autor se siente perdido y olvidado (¿quién no?), siempre evoca la esperanza abrumadora y el horizonte que para él, en vez de alejarse, se le acerca de manera inexorable.
Un dolor. Un quejido. Una fisura reconocida en nosotros, los mismos nosotros que casi siempre miramos a otro lado, pero que José Javier Souto encara con la fuerza enorme de sus versos, de sus trinos elocuentes, en un pasar las páginas experimentando lentamente la verdad que a casi todos se nos oculta. Él ha sido capaz, en este librito, de abrirnos los ojos abriendo antes los suyos.
Una delicia. Ternura gris que vuelve luz con el eco permanente de sus versos.
Como siempre afirmo cuando el Arte asoma a mis entendimientos, un hueco en el interior de cada uno que, a través de distintas manifestaciones, se va llenando de utopías y de silencios, de esperanzas y de crujidos, de lamentos, de ahogos, de ansias, de rebeldía a veces enlatada… de Vida.
Conclusión: Permitidme, aunque sólo sea por una vez, que acabe este soliloquio escupiendo a la cara a todos aquellos que, usando la ignorancia y la vulgaridad, son alzados, como granos de arroz podridos, al mundo artificial y pasajero de eso a lo que llamamos Fama. Todos vosotros, todos nosotros, somos conscientes de que en este país, en esta tierra extensa y milenaria, hay voces capaces de crear belleza.
Vale.

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Autor

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

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