A Contracorriente

Enrique Arias Vega

Sobran aeropuertos

El aeropuerto valenciano de Manises opera a la mitad de su capacidad y, aun así, va a menos. No se entiende, pues, que en este país, que no es Estados Unidos, exista medio centenar de aeropuertos y alguno más esté en construcción.

El último fiasco es el de Ciudad Real, capaz de que aterrice en él hasta el gigantesco Airbus A-380, y que se encuentra en quiebra técnica. En él enterró 400 millones Caja Castilla-La Mancha, lo que precipitó la ruina de la entidad financiera.

No les cuento, pues, lo que puede pasar con el de Castellón, a punto de finalizarse. Proyectado para una cifra de turistas inalcanzable, los cuales visitarían el inexistente complejo de ocio Mundo Ilusión, constantemente pospuesto, su rentabilidad parece imposible. Por cierto: en plena crisis, el invento aeroportuario le costará al erario valenciano la friolera de 200 millones.

Les explico todo esto para que en Salamanca no se hagan demasiadas ilusiones con Matacán. Pero tampoco con los otros tres aeropuertos de nuestra Comunidad.

Volar ha dejado de ser una ventaja para convertirse en un incordio: asientos cada vez más incómodos, disminución de prestaciones a los pasajeros, trámites de embarque más premiosos… No sólo hay que llevarse el bocata de casa para comer en el avión, sino que las compañías ya piensan en cobrarnos a los viajeros hasta por orinar.

Luego, claro, está lo de la seguridad. Menos desnudarnos antes del embarque —aunque todo llegará—, en los controles nos someten a todo tipo de humillaciones y toqueteos. No digo que sea innecesario, tal como están las cosas, pero no resulta en absoluto placentero, incluido el tener que rehacer el equipaje de mano, en el que nos han revuelto hasta las fotos de la primera comunión.

Lo paradójico es que en los trenes, donde se han cometido más atentados que en los aviones, a los usuarios no nos practican un escrutinio tan exhaustivo. Otra ventaja más del ferrocarril. Con el aumento de la red ferroviaria, los trenes de alta velocidad y la modernización de la estaciones, hoy día lo de viajar en avión es un atraso. ¿Para qué, pues, seguir construyendo aeropuertos cuando, además, ya no le queda un duro al Estado?

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Autor

Enrique Arias Vega

Periodista y economista bilbaíno, diplomado en la Universidad de Stanford (USA), lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundode Nueva York.

Enrique Arias Vega

Periodista y economista bilbaíno, diplomado en la Universidad de Stanford (USA), lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundode Nueva York.

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