A Contracorriente

Enrique Arias Vega

La boda de las hijas

Más de tres millones ha costado la boda de Chelsea Clinton con su novio de toda la vida. Y es que a muchos padres los esponsales de sus hijas parecen perturbarles tanto que tiran la casa por la ventana hasta sobrepasar el sentido del ridículo.

Que conste que a mí no me extraña esta actitud cursi de nueva rica exhibida por Hillary, la madre de la desposada. Con el dinero que gana su marido, Bill, dando conferencias, hasta podría casar con el mismo boato a una compañía entera de regulares. Lo que me inquieta es su adaptabilidad camaleónica a cada papel que le toca representar en su vida, en este caso el de madre de la novia. Antes, cuando era una abogada progre y feminista, reivindicaba su apellido de soltera, Rodham, frente al de esposa del presidente de Estados Unidos. Luego, cuando inició su propia carrera política, pasó de ser una descreía a citar a Dios todos los días y a llamarse solamente Clinton, olvidando sus pasadas veleidades de feminista radical. Finalmente, ya la ven, comportándose como una Maruja de postín.

También a José Bono, presidente de nuestro Congreso, se le fue la olla cuando matrimonió a su hija Amelia con el vástago de Raphael y Natalia Figueroa. La munificente celebración del desposorio evidenció que el político manchego no era un hombre tan austero como presumía ser. Entonces aún se desconocía el cuantioso patrimonio que ha llegado a acumular y que hoy ya está en boca de todo el mundo. Y es que los políticos no pueden comportarse como los jeques del petróleo y ni siquiera como los millonarios de recalificaciones urbanísticas y ladrillo fácil.

Los ciudadanos esperamos de nuestros representantes, si no una vida de penuria, sí que se adecuen al sueldo que les pagamos con nuestros impuestos. Tampoco lo entendió en su día José María Aznar, otro que perdió la chaveta cuando la boda de su hija Ana con Alejandro Agag. Lo inmoderado y desmedido de la ceremonia quebró más su imagen política que la guerra de Irak y el atentado del 11-M juntos.

Vistos, pues, algunos desposorios, muchos padres deben creer que a mayores fastos nupciales mejores regalos para unos hijos que, cuando luego se divorcian, no los devuelven ni a tiros.

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Autor

Enrique Arias Vega

Periodista y economista bilbaíno, diplomado en la Universidad de Stanford (USA), lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundode Nueva York.

Enrique Arias Vega

Periodista y economista bilbaíno, diplomado en la Universidad de Stanford (USA), lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundode Nueva York.

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