A Contracorriente

Enrique Arias Vega

Totalitarismo islámico

El alivio occidental por la caída del islamista egipcio Mohamed Mursi contrasta con su apoyo indisimulado a los yihadistas que combaten a Bashir al Assad en Siria.

Ésta es una más de las contradicciones de los regímenes democráticos, que han aplaudido la caída de dictaduras laicas, como la del sha Reza Pahlevi en Irán y la de Sadam Hussein en Irak, para ser sustituidas por el extremismo religioso chií o por la sangrienta inestabilidad del terrorismo. Ya me dirán dónde están los cacareados beneficios para la población, al igual que en la Libia post-Gadafi, convertida en un permanente polvorín.

El final de la llamada primavera árabe no parece, pues, muy prometedor. En algunos países, como Túnez, la dictadura del corrupto Ben Alí no pudo acabar en su día con el espíritu cívico de la población ni con los derechos de la mujer, inimaginables en el resto de los países musulmanes. Ahora, en cambio, el nuevo Gobierno pretende aprobar una Constitución islámica y excluyente.

Por eso, la tutela militar de la democracia, como sucede ahora en Egipto, casi parece inevitable. Sucedió en Argelia, donde el ejército anuló la victoria electoral del Frente Islámico de Salvación y otorgó la presidencia del país a Abdelaziz Bouteflika, un histórico de la independencia frente a los franceses.

Pero el modelo se remonta a la Turquía de Kemal Ataturk, un militar visionario y autócrata que en el lejano 1922 abolió por la brava la teocracia, impuso el sistema métrico y el alfabeto romano, prohibió la vestimenta religiosa en público y equiparó los derechos de la mujer a los del hombre. De distintas formas, desde entonces, el ejército turco modela la vida política para controlar la intolerancia islámica.

¿Nos hallamos ante una limitación de la democracia? Por supuesto que sí, según nuestros parámetros occidentales. Sin embargo, hay quienes equiparan el extremismo islámico a otras doctrinas totalitarias, como el fascismo o el nazismo, que llegaron al poder mediante elecciones democráticas precisamente para abolir la democracia.

Por eso, algunos se preguntan: de haberse evitado por la fuerza la ascensión de Hitler, ¿no se habrían ahorrado millones de muertos en una Europa sometida a la destrucción y la barbarie?

Planteada así, la cuestión no deja de ser inquietante.

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Autor

Enrique Arias Vega

Periodista y economista bilbaíno, diplomado en la Universidad de Stanford (USA), lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundode Nueva York.

Enrique Arias Vega

Periodista y economista bilbaíno, diplomado en la Universidad de Stanford (USA), lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundode Nueva York.

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