¡Visca la Guardia Civil!

A la Asociación de Chorizos, Mafiosos y Murcigleros que el buen ministro Caldera, asociado con nuestro durísimo y ejemplar Código Penal, ha conseguido atraer a este Conjunto Plurinacional de Realidades Nacionales, le debemos lo más grande que se ha hecho por la unidad de Expaña-Espanya-Espainia desde las Cortes de Cádiz. Nada menos que obligar al nacionalismo catalán a pedir ¡el regreso de la Guardia Civil a Catalunya-nya! Me descojono.

Las bandas nos tienen aterrorizados, hemos puesto alarmas y vigilantes; hemos recuperado las escopetas de caza, los machetes traídos de países exóticos; y, los que pueden, se han construido búnkeres de guerra donde resistir a esta invasión de toda la canalla universal que sabe que en Esto, se llame como se llame, el bandidaje es muy provechoso y el castigo inexistente. Pero el panzón de reír se lo debemos.

Ninguna humillación mayor podía imaginarse para la hilera de falsarios y cretinos que ha hecho de la negación de lo español el fundamento del secuestro nacionalista de Cataluña. Nada menos que la Guardia Civil caminera, los tricornios, los señores bajitos con malafolla y bigotes que encarnan -más incluso que las bailaoras y los toritos tan detestados por el tontucio de Huguet , ex-ministro de la Esquerra-a la españolidad más rancia, a la que dice «ozú», a la que sirve a la «Patria» (los únicos que aún lo hacen), refiriéndose con palabra tan arcaica a ese ente de ficción que se llamó España. ¡Ah, pijo, la pela es la pela!

Y cuando los domicilios y hasta, desdichadamente, las vidas corren peligro por la necedad de nuestros gobiernos, entonces ya no nos queda más que la Virgencica –aunque sea laica, claro- y la Guardia Civil. Eso sí, ganando veinte mil duros menos cada mes que los estupendos Mozos de la Escuadra, que puede que no pillen a un solo julandrón, pero presentan un acento catalán ‘impecabla’. Y es que hoy, en la Cataluña del ‘Sí al Estatut’, si no hablas un español ‘lamentabla’, puedes ser considerado sospechoso de ir «Contra Catalunya».

Sin embargo, si resulta divertidísimo pensar en los catetos del Tripartito gritando ¡Visca la Guardia Civil!, para que no les roben las joyas que guardan en la Torre de disseny o la Masía del Empordá (como la que tiene la señora Rosa Regás, que dirige la Biblioteca ¡Nacional! en Madrid, mientras firma en Barcelona a favor del Estatut y de la desaparición de la lengua española que le da de comer), la sonrisa se nos hiela en plenos huevos, con perdón, cuando nos damos cuenta de que les ha bastado una leve queja, una pequeña avalancha como la que venimos soportando en tantas otras partes del viejo Reino sin Rey, para que inmediatamente el Gobierno ZP les mande media Guardia Civil para su uso y disfrute. Guardias civiles que podrían haber ido a sitios donde los necesitamos tanto o más, donde no hemos renegado de ellos ni ordenado su sustitución, donde estamos deseando verlos por nuestras calles, donde hace treinta años que apreciamos su defensa de la democracia y los valores constitucionales, sus sacrificios y sus múltiples víctimas al servicio de la libertad en España. No sólo de las libertades políticas y cívicas, sino de la primera de las libertades: la de la hacienda y la vida. Que han de ser sagradas. Al presidente que se dice a sí mismo -fatuo inconmovible como es- “de los derechos ciudadanos”, que se lo leyó a un inglés, se le ha olvidado el primero, el imprescindible: el de que no entren a tu casa a matarte a ti y a tus hijos.

Un informe comparativo con Cataluña, presentado por la Comunidad Valenciana, sobre la proporción de ciudadanos por policía en ambas regiones, resulta por completo revelador de la España de hoy. Los catalanes tienen casi el doble de policías que los valencianos. Y el triple que en la Sierra de Madrid. Y aun así, reclaman más, y del Estado, pagados con los impuestos que, claro, les esquilmamos. ¡Cuánta injusticia con la pobre Cataluña! Ellos ahora se lo van a quedar casi todo para poder tener polis de luxe, médicos de luxe, funcionarios de luxe (esto está justificado, porque les roban la cuarta parte para el partido), que está muy cara la nación. Pero, además, que les mandemos los pocos guardias que nos quedan cuando a los señoritos les salga de la puntita o ‘punteta’. Y es que les están robando hasta los televisores de cristal líquido para ver perder a Espanya, el país vecino (esto no es broma mía, es lo que se oye en TV3).

En fin, esos que dicen que esto del Estatuto no tiene importancia, y que de lo que hay que tratar es de la supervivencia de la chinche (monete) en los ecosistemas con saladares, ya saben de qué se trata, qué es lo que llevamos discutiendo estos dos desdichados años de Zapatero, de qué estamos algunos tan hartos: de los privilegios, del doble rasero, del victimismo de cocodrilo, de la perpetuación de una hegemonía injusta, de una situación colonial. De una vergüenza.

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