El cupo, el adoctrinamiento y la poca vergüenza

La pasada semana tuvieron lugar en el Congreso dos debates y debatas que explican muy bien lo que nos ha pasado en los últimos meses. Que no es más que la consecuencia de las omisiones y las acciones de los grandes partidos españoles en favor del nacionalismo, ese mismo del que se han visto obligados a abominar tras la proclamación de la República catalana.

Me refiero a la aprobación del Cupo vasco por parte de todos los partidos, salvo Ciudadanos y Compromís, los valencianos para mi sorpresa, pues se trata, creo, de la primera vez que un partido de izquierda periférica y, por tanto, como todos los demás, nacionalista, se opone a un privilegio de sus conmilitones de pedigrí, vascos o catalanes. Debe haber mucho hartazgo en la C. Valenciana con la financiación, similar a la murciana, para que unos aliados de Podemos se enfrenten a otros amigos de Podemos como Bildu o Geroa Bai.

En el caso del PP, podemos admitir que la situación es compleja, aunque en otros momentos no era tan compleja y también aprobaron cupos vergonzosos. No se trata de eliminar de golpe los privilegios que la Constitución le reconoce al País Vasco (las diputaciones forales y el Concierto, con la plena recaudación de impuestos en sus manos). Pero sí, señores Montoro y Rajoy, de no claudicar hasta el punto de que una región con el PIB per cápita más alto de España no sólo no aporte nada a la caja común, sino que reciba fondos sufragados por el resto de los españoles. Y encima tener que escuchar a Montoro decir que no es un privilegio. No se discute el Concierto, se discute el Cupo. De qué se trata, que es lo interesante: de una prueba más del intolerable chantaje nacionalista que venimos soportando desde 1978. Yo también quiero acabar con muchas cosas del Régimen del 78. Por ejemplo con las que los nacionalistas vascos obtuvieron a golpe de pistola de la ETA, y ni así aprobaron la Constitución.

Y del PSOE, qué decir. Pues que ayer mi querido Pedro Saura tuvo el cuajo de reclamarle al PP una nueva financiación, dada la injusticia de la actual ¡que aprobaron ellos, los hombres de ZP, para contento de catalanes! Que ya ven lo que les duró el contento. En efecto, necesitamos urgentemente una nueva financiación para reparar la vergüenza que nos dejó el PSOE.

Pero ha habido una segunda propuesta esta semana en el Congreso: la de investigar el adoctrinamiento en las aulas nacionalistas. Esta la intentaron sacar adelante PP y Ciudadanos, pero se opuso el PSOE. Y como casi todos los demás son nacionalistas, pues todo va a seguir como hasta ahora. ¿Por qué se opone el PSOE? Muy sencillo: porque han sido secularmente propiciadores y cómplices de los sistemas educativos nacionalistas. Y lo son, en modo particular, en este momento, en Valencia, Baleares, País Vasco, Navarra y, por supuesto, en Cataluña.

El principal adoctrinamiento no proviene de que cuatro (bueno, el 61%) docentes, en todos los niveles educativos, desde la infantil a la universidad, vayan propagando una visión sesgada de la historia de España y, por tanto, porque es la misma, de la de Cataluña, presentándola como una guerra de ocupación de una potencia extranjera, o sea, nosotros, los pobres, los inmigrados, sobre la desdichada Cataluña, los ricos, los empresarios, los dueños de las fábricas.

El adoctrinamiento esencial es la inmersión lingüística, un sistema de despojamiento de las raíces culturales de más de la mitad de la población catalana (54% de lengua castellana, 36% de lengua catalana), lo que se conoce como asimilación, para inducir en esa población una idea fundamental: que en Cataluña hay legítimos catalanes, los de de lengua materna catalana (ese 36%) y apellidos que revelan una pertenencia y supremacía étnica; y una población ilegítima, la de lengua materna no catalana que ha de respetar el orden social y cultural de los legítimos dueños de Cataluña. De ahí que se inventaran lo de lengua propia, que derivaba en que los de lengua materna española hablaban una lengua impropia. Como las conductas impropias de otros tiempos.

Y esto lo aceptó, coprotagonizó con Pujol, y lo impulsó muy intensamente con Maragall y Montilla, el socialismo español vía su cáncer del PSC. Y se lo tragó el PP, antes y ahora. Y encima, Perico Sánchez quiere reformar la Constitución no para acabar con estas cosas, sino para reforzarlas. Menos mal que hemos tenido ‘blakfraiday’.

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