Contra la leyenda negra castellana. Exposición de sus tres partes iniciales

Contra la leyenda negra castellana. Exposición de sus tres partes iniciales

CONTRA LA LEYENDA NEGRA CASTELLANA. Tres partes iniciales

Prólogo del libro
“Otros campos de Castilla”, 2018

Cómo desde mediados del siglo XIX, Castilla fue convertida en la «Otredad» (el Otro, o culpable de todo en España), en la «Nadedad» (la nada: no vista ni querida por la derecha ni la izquierda, ni atendida por los gobiernos españoles de los últimos 150 años), y en la «llanura parda, seca y sin árboles» (sin valor paisajístico alguno, lo cual no había sido así para la literatura castellana anterior).

También la leyenda negra castellana, inventada por sus enemigos, explica el actual «provincialismo» que se aprecia en Castilla (no regionalismo común), porque la leyenda negra inventada ha triunfado tan completamente que es lo que hoy piensan la mayoría de los propios castellanos sobre su tierra -de una Castilla de la que prefieren huir mentalmente- y lo que se les enseña en la escuela y se les adoctrina desde los partidos políticos que operan en Castilla.

Otros campos de Castilla

Volumen I. Contra la leyenda negra castellana

A favor y en contra de Antonio Machado y Rafael Alberti, con Gerardo Diego y García Lorca, siempre

Juan Pablo Mañueco

LA LEYENDA NEGRA CASTELLANA:
SU ORIGEN, DESARROLLO
Y TRIUNFO COMPLETO.

Volumen I. Contra la leyenda negra castellana

A favor y en contra de Antonio Machado y Rafael Alberti;
con Gerardo Diego y García Lorca, siempre

ANTONIO MACHADO ES UNA CUMBRE de la poesía del siglo XX. Su visión de Castilla se ha transformado casi en única sobre esta tierra. Y en esta afirmación que acabo de efectuar sobre el autor de “Campos de Castilla” lo relevante es el posesivo “su”: la visión de Machado, convertida en quintaesencia sola y excluyente de cualquier otra de la tierra castellana.

Siendo así que es la de un personal poeta. Que ha habido otras muchas visiones de lo castellano, a lo largo de la historia, coetáneas a la del vate sevillano, y también posteriores a él. Y siendo así, por último, que la Castilla de Antonio Machado apenas se refiere a la ciudad de Soria y sus alrededores. Y que este título hubiese sido credencial más adecuada para el contenido de su libro: “Campos de Soria y alrededores”.

Sólo una excursión a los picos de Urbión y a la Laguna Negra se aleja del perímetro descrito. Más una breve referencia a la Sierra de Guadarrama, vista desde Madrid, y a “la mujer manchega”, que finalmente comprobamos que se trata de una elucubración literaria sobre Dulcinea del Toboso.

No hay más campos de Castilla en “Campos de Castilla”. Ni más ciudades, ni más villas, ni más referencias históricas, ni más ámbitos que los descritos: Soria.

Una Soria, la capital de provincia más pequeña de España en tiempos de Machado, en declive económico absoluto, por las causas de cuya decadencia Machado no se interrogó en ningún momento, desde un esplendoroso pasado económico y demográfico en siglos anteriores.

Una Soria –y una Castilla la Vieja, por extensión- por la que no había sentido ninguna atracción hasta ese momento y a la que llegó no por interés especial, sino porque era la plaza más cercana a Madrid a la que su número de opositor como profesor de francés le permitía acceder.

Madrid, la gran ciudad y corte, con sus ambientes literarios, sí le atraía. En ella había vivido durante los veinte años –“mi juventud, veinte años en tierra de Castilla”– que mediaban entre su marcha de Sevilla (1883, con ocho años de edad) y su necesidad de ponerse a trabajar –sobrepasados ya los treinta años-.

Para ello opositó en 1907 a lo que permitía su menguado currículum académico, profesor de francés en Institutos de Segunda Enseñanza, para lo que no se necesitaba en su época título de Licenciado, que Antonio Machado no poseía.

En Soria conoció a Leonor Izquierdo, ciertamente. Una niña de trece años ante un hombre mucho mayor, que pasaba de los treinta. Y con ello Antonio Machado se abrió al amor.

Pero la prematura muerte de Leonor (1912), convertida ya en su mujer (1909), hizo que Antonio Machado abandonara definitivamente la pequeña ciudad de Soria, de apenas siete mil habitantes en su época. Nada le retenía ya en aquella ciudad o tierra.

Repitámoslo, Antonio Machado es una cumbre de la poesía del siglo XX. Y debemos reiterar su condición de espléndido poeta porque la sacralización de Antonio Machado y su identificación absoluta con Soria (y con la tierra que apenas tocó, Castilla, pese al título de su afamado libro) hará que suene a sacrilegio lo que se está diciendo y lo que va a decirse a partir de ahora, en los oídos de sus devotos, fervorosos e incondicionales admiradores, que son legión, enjambre y muchedumbre.

Sobre todo, si se toca el tema literario de Castilla; entonces el nombre de Antonio Machado surge de inmediato, enseñoreándolo todo.

La visión de Soria (más bien que de Castilla) de Machado no es la única, pero sí la única que se difunde masivamente

LO QUE AQUÍ SE ESTÁ AFIRMANDO es algo tan evidente, pero que por diferentes razones es necesario subrayar y resaltar, como esto: Soria (y mucho menos la no tratada espacial o geográficamente por él Castilla) no se agota en la obra de Antonio Machado.

Pero a menudo lo parece, en el imaginario colectivo de multitud de españoles y castellanos de nuestros días, por las causas que más adelante analizaremos.

Antonio Machado ha triunfado de tal modo que excluye y extirpa del concepto de lo “castellano” todo cuanto no esté en Campos de Soria -perdón en “Campos de Castilla”-, anulando cualquier otra visión distinta a la suya.

Machado convierte su personal visión de Soria -perdón su interpretación de “Castilla”-, en la única concebible por el castellano y el español medio, con exclusión de todas las posibles Castillas restantes.

Un campazo yermo, seco, pardo, llano y desarbolado, o a lo sumo con un árbol aislado, sería inmediatamente titulado como “Castilla” en una exposición pictórica o fotográfica y propuesto en toda editorial para ser portada de cualquier un libro acerca de Castilla y desde luego, para reeditar los “Campos de Castilla” machadianos.

En cambio, una montañosa, agreste, nevada, escarpada y picuda cumbre o conjunto de picos de la serranía de Gredos nunca sería titulada como “Castilla”, sino como “Gredos”.

¿Nos damos cuenta de lo que eso significada? El triunfo de una sola visión de Castilla sobre todas las demás, a las que relega, descarta y expulsa del concepto, en la mente de los organizadores de exposiciones pictóricas o fotográficas, de diseñadores gráficos y editores. En la mente de la casi totalidad de los españoles de nuestros días.

El reduccionismo machadiano, aún más menguado por sus seguidores

LA MENGUA POSTERIOR DE LA ya de por sí restringida Castilla machadiana ha seguido afectando a la imagen literaria de Castilla… Si nos fijamos en la portada original de “Campos de Castilla” de 1912 se aprecian en ella aún algunas cuestas y cuatro o seis árboles.

Pero en una portada actual de “Campos de Castilla” ya no existen cuestas ni árboles… Planicie completa. Árida y otoñal, para que ni el cereal haya sido sembrado ni mucho menos nacido, verdeando como esmeraldas emergentes de la tierra. Deforestada. Un árbol a lo sumo, y en invierno, es decir, deshojado. Dos árboles -incluso sin hojas por invernales-, ya serían multitud para los vigentes intérpretes de la Castilla machadiana, mucho más radicales o simplificadores que la versión original.

La Castilla varia y alegre de Gerardo Diego

GERARDO DIEGO, EL POETA SANTANDERINO, llegó a Soria ocho años después de la partida de Antonio Machado, en 1920, como catedrático de Lengua y Literatura, en el Instituto General y Técnico, hoy llamado Instituto “Antonio Machado”.

Su visión de la ciudad y provincia castellana es más amplia, alegre, risueña, festiva, luminosa y juvenil que la del poeta sevillano… Diferentes perspectivas y mentalidades. Diferentes edades. Gerardo Diego había nacido en 1896, de forma que el Desastre del 98 no estaba en su biografía consciente cuando inició su carrera literaria. En consecuencia, diferentes Sorias.

Y también diferentes Castillas, a cuyas provincias –no solamente a la soriana- sí enaltece Gerardo Diego, sintiéndolas como propias. El poeta santanderino considera que está en su propia tierra –en Castilla la Vieja- al llegar a Soria, y a las otras provincias castellanas que poetizó.

Por el contrario, esas otras provincias castellanas constituyen tema inédito para Machado, como decimos. A pesar del título de su único libro relativo a esta tierra, no hay más Castilla en la Castilla de Machado que la de Soria.

Oigámoslo en las propias palabras del porta castellano montañés, sin duda el bardo que más extensamente cantó a Castilla, que a más provincias castellanas se refirió, que más duraderamente lo hizo, en años y libros, que más variadamente y con tono más alegre, jovial, placentero y risueño la versificó y además desde fuera de la línea de la leyenda negra decimonónica y del pesimismo generacional del 98.

Se apreciará que en esta serie de calificativos sólo falta el de mejor poeta castellano y sobre Castilla del siglo XX. No se incluye este epíteto porque es relativo, va en gustos y puede herir sensibilidades, dada la sacralización a la que el sistema educativo ha elevado a Machado en este punto… Pero también tendrá claro el lector a quién le otorgaría y le otorgo yo dicho título, menos medible y comprobable que el resto de los apelativos que en el párrafo anterior se le han adjudicado, y que son comprobables.

Dejemos que se exprese por sí mismo el lírico montañés castellano:

“Nací en la verde Montaña. ¿ Qué de extraño tiene que la naturaleza inunde mi poesía?. Fue a la orilla del Sardinero: allí, desde mi más tierna infancia, aprendí a percibir la suave brisa del mar rizador del verde tapiz de las alturas.

Mi vida transcurrió por tierras adentro de Castilla: Soria, Santander y Madrid.

Bella conjunción de tres fuentes que beben de la misma esencia: mi castellanía.

Si Santander me dio la cuna y la palabra, Soria me cautivó para siempre. Cantabria y Numancia enlazadas: el mar de Castilla, junto al mar de tierra.

Tus ríos, Castilla, son mi perpetuo romance, Júcar, Nansa, Duero, álamos del Arlanzón, olmos de Arlanza…

Tus cumbres, donde se desvanece toda pesadumbre: Urbión, Peña Cabarga, Sierra Cebollera.

Tus pueblos, tus ciudades: Reinosa, Medinaceli, San Juan de Rabanera, Silos.

Mi vida, pues, no es sino música, historia, geografía.”

“Castilla, libro del milenario de la lengua”. Federico Pérez. Burgos. 1979.

Fin de la PARTE I de «Contra la leyenda negra castellana», prólogo ensayístico de «Otros campos de Castilla», Juan Pablo Mañueco, 2018.

Continuará hasta 61 páginas iniciales del libro «Otros campos de Castilla» de Juan Pablo Mañueco.

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SEGUNDA ENTREGA DE «CONTRA LA LEYENDA NEGRA CASTELLANA»

«Otros campos de Castilla. Parte I: Contra la leyenda negra castellana», libro de 248 páginas de Juan Pablo Mañueco, que será distribuido en septiembre, 18.

Prólogo/Ensayo de 61 páginas «Contra la leyenda negra castellana». SEGUNDA ENTREGA en la que ya se va entrando más en materia.

Gerardo Diego, más extenso en geografía y tonos, y autor del mejor poema sobre Castilla del siglo XX

MÁS EXTENSO EN GEOGRAFÍA castellana descrita y más rico en tonos a lo largo de toda su producción literaria que Antonio Machado es cosa mensurable, ponderable y analizable en la obra de Gerardo Diego. “Mejor poema”, en cambio, constituye cuestión subjetiva y por tanto discutible. Muchos buenos poemas se escribieron sobre Castilla en el siglo XX e incluso yo podría inclinarme por otro distinto al que voy a proponer para ese título.

Pero en este momento me inclino por “Castilla milenaria” del propio Gerardo Diego, por amplitud de versos, por entusiasmo castellano que destila en cada estrofa y porque ensalza bastantes aspectos de la cultura castellana:

CASTILLA MILENARIA

Mil años ya, Castilla, madre mía,
y tu frente de reina persevera
tan niña y clara como el primer día
cuando a Santa María
rezabas desde el Castro de Valnera,

mientras tus ojos, faros de dulzura,
rodeaban los rumbos de tu rosa:
Mar de Cantabria, el Pas en su angostura,
las brañas, la llanura
más allá de Espinosa, prodigiosa.

¡Oh, tierra de mi sangre y de mi entraña,
tierra de mi apellido y mi semilla!,
¡oh, bendita de Dios, verde Montaña,
profecía de España,
prenda eterna de luz, alta Castilla!

(…)

«Tierra inmortal, Castilla de la muerte.»
Jamás, Castilla de la siempre vida,
Castilla del castillo de la suerte,
ciego, invisible, fuerte
sobre la ruina dócil y ofrecida.

Ruinas en flor, castillos de Castilla,
sus pétalos, crujías y dovelas
huelen a sol y a luna, y a su orilla
muerden hierba amarilla
polvorientas merinas paralelas.

(…)

Así es como te quiero, fresca y verde,
Castilla de mis libros escolares,
cuando la honda mirada se nos pierde
-¿quién que no lo recuerde?-
más allá de los siglos y los mares.

Estampa de color de mis niñeces,
acariciadas luego en la memoria.
Cotas y aljubas, grebas y jaeces.
¡Dichoso yo mil veces
que no aprendí otra patria ni otra historia!

Es Fernán a caballo -arnés tranzado-
y el rey -sayo de seda- en la ventruda
mula, y la arena del revuelo vado
salpicando el violado
rostro de crasitud que se demuda.

Luz de mañana azul. Santa Gadea.
La palabra de Alfonso, oscura y grave,
el ceño de Rodrigo. Lisonjea
el sol y se recrea
aurivolando en diagonal la nave.

Allá Torre del Oro se levanta,
roja de alegre sangre y azulejos,
y un botalón de nao se adelanta,
las cadenas quebranta
y el Betis se bautiza de reflejos.

Consulado de Burgos. Raudas quillas
-curvan costillas las atarazanas-
atropellan Sanlúcares, Sevillas,
y en bordadas de millas
fuerzan las aguas del Estrecho canas.

(…)

Reina Isabel ahora escucha y calla.
Un extraño hombre en pie la frente inclina.
Habla tan mesurado. A veces falla
la voz. Muestra y detalla
con un compás la carta azul marina.

(…)

¡Oh, lengua entre las lenguas ensalzada,
latín filial, honor del universo,
clara plaza de armas, paz ganada,
hogaza codiciada¡,
¡oh, sangre noble de mi noble verso!

Por ti, Castilla es reina invulnerable,
por ti es eterna España ola tras ola,
siglo tras siglo, eterna e inviolable,
donde quiera que hable
hembra o varón fonética española.

(…)

Nadie elige su cuna. Mas la mía
en un raigón de castellana muela
me brezaba y mi padre aún se adormía
a la aérea porfía
del cuévano nevado de la abuela.

(…)

Álamos de Arlanzón, olmos de Arlanza,
aguas tajando hoces de hondas cuevas,
páramo gris, sediento de esperanza;
la vista que no alcanza
los horizontes de fronteras nuevas.

Olores: heno seco y amarillo,
la dama rosa del escaramujo,
áspera aliaga, orégano sencillo
y el leñoso tomillo
que el borceguí del cazador tradujo.

(…)

Castilla impresa en todos mis sentidos,
viniendo a mí, empapándome yo de ella,
Castilla en frutos, palomares, nidos;
los frescos estallidos
del viento en su basquiña de doncella.

Otros campos de Castilla

EN OTRAS PARTES, DESDE LOS AÑOS 80, por escrito, en conferencias o en conversaciones orales he mantenido esta “herejía” de que Gerardo Diego describe mucho más extensamente y mucho más objetiva, enamorada, jovial y placenteramente Castilla que Antonio Machado. Me he ganado casi siempre con ello la inquina y la antipatía de quien me ha escuchado o leído sostener esta teoría, que sin embargo me parece harto veraz y defendible.

Ahora voy más allá y publico un libro que se titula “Otros campos de Castilla”. Con ello quiero decir que doy por buena la visión machadiana de Castilla en el aspecto paisajístico, pero no del todo. La Castilla machadiana existe, aunque no es la única, y además es sumamente incompleta. Aquí se prestará atención a lo otro, a lo mucho otro, que no está descrito en la Castilla de Machado.

En cuanto a la interpretación histórica y al papel en España de Castilla, se verá que sí soy bastante más discrepante en mi interpretación y exégesis de Castilla ante la apreciación y versión de Machado.

A Antonio Machado y a toda la Generación del 98 no les interesaba Castilla por sí misma, sino como un espacio de reflexión para entender España, tras la convulsión de 1898.

A mí me interesa mucho, y desde siempre, Castilla por Castilla, por ella misma, además de ser un componente necesario –hoy no tenido en cuenta ni como este concepto tampoco- de España y de Europa. Y una cultura esencial en el planeta.

Sé la animadversión que ello me va a granjear entre los machadianos acérrimos, pero creo estar cargado de razones que puedo probar y además me anima a ello comprobar que, por lo general, quienes más se han escandalizado de mis opiniones sobre esta cuestión han sido personas cuya cultura literaria se reduce a Machado.

No olvidemos que Antonio Machado es autor de lectura obligatoria en los estudios primarios y secundarios españoles, y a menudo el único autor al que se ha obligado a leer a quienes NO se les va a ocurrir leer nada más de poesía durante todo el resto de su vida.

Pero a Machado sí lo leyeron, como quintaesencia de la poesía y como presunto inmejorable “cantor, captor y captador” del alma de Castilla, e incluso tuvieron que hacer algún trabajo de clase al respecto, glorificándole si querían obtener una buena calificación al respecto.

Por eso es tan complejo, arriesgado y hasta inútil intentar nada que suene a critica a la visión castellana de Machado: no cala, porque con frecuencia es la única formación poética del alumno español que salió de las aulas sin otras lecturas ni referencias que las del poeta sevillano.

Quejas de los sorianos a Machado en 1912, aplausos encendidos y acríticos en 1932

LA CRUEL, AGRIA, ACERBA Y NEGATIVA visión de Soria y de Castilla –en magníficos versos, eso sí- que aporta Machado en muchos momentos –casi todos- de su obra no fue bien recibida en esta provincia en 1912. Hubo quejas por la dura imagen de los castellanos que fomenta el libro, así como por la sequedad del paisaje que describe.

En cambio, veinte años después, en 1932, la mitificación del libro y del poeta ya se había producido… De forma que Machado les volvió a decir lo mismo cuando las autoridades sorianas decidieron homenajearle con el título de Hijo Adoptivo de Soria.

Antonio Machado remarcó y mantuvo su imagen personal sobre Soria: las tierras de Soria son páramos, pero son lo más espiritual de la espiritual Castilla, les dijo. Y añadió:

“Nada hay en Soria que asombre o que brille y truene. Todo es sencillo, modesto, llano. Contra el espíritu redundante y barroco que sólo aspira a exhibición y a efecto, buen antídoto es Soria, maestra de castellanía, que siempre nos invita a ser lo que somos y nada más. ¿No es esto bastante?”

En definitiva, nada llamativo en estas tierras llanas y humildes, pero tienen mucha alma… Esta vez, Machado -al menos- se ahorró aclarar que esta alma es un alma cainita y parricida, como se detalla y reitera detenidamente en el libro del homenajeado.

Los aplausos de las autoridades y asistentes fueron ensordecedores. Antonio Machado era ya un mito, dijese lo que dijese y hubiese escrito lo que continúa escrito en letras de molde, para quien quiera leerlo sin glorificaciones.

Confirmación de que ni al 98 ni a Machado les interesó Castilla por sí misma

Y AÚN VOLVIÓ A AÑADIR por dos veces en su breve discurso de agradecimiento una idea clarificadora, que ya hemos señalado, pero que, como él hizo, conviene recalcar para quien aún no lo haya comprendido:

“Si algo me debiera a mí Soria, sería muy poco en proporción a lo que yo le debo: el haber aprendido en ella a sentir a Castilla que es la manera más directa y mejor de sentir a España”

Y:

“Soria es, acaso, lo más espiritual de esa espiritual Castilla, espíritu a su vez, de España entera”

Nada en sí misma. Tierra de paso al servicio de una tierra mayor: España, que le responde con el olvido, la marginación, la despoblación y la postergación de sus intereses.

Espíritu -cada vez más flaco, despoblado y vacío en lo demográfico- de la tierra española, que engorda materialmente –sobre todo la “triespañola”- con el debilitado cuerpo espiritual de la tierra desatendida y desentendida, incluso por sus presuntos mejores cantores.

Si en “Campos de Castilla” se identifica el espíritu de estas tierras (de España, en realidad; aunque se escoja Soria para ubicar tal canto) con el de Caín, la realidad económica (la realidad real de los tres últimos siglos de España) indica que el espíritu cainita y fratricida anidaba y anida más bien en Triespaña.

En Soria y en la inmensa mayoría del territorio castellano lo que se alojaba entonces y se sigue alojando ahora, digan lo que gusten los impíos, crueles e inexactos versos de Machado, es el espíritu abeliano.

La imagen amarga, pesimista y negativa, que ha cuajado. Palabra sobre el tiempo

LA PECULIAR SORIA DEL PESIMISTA Machado –por carácter personal y por época en que escribió su libro, el abatimiento nacional posterior al Desastre del 98- ha pasado a ser la asimilación fija y establecida como canon duradero de todas las generaciones de educandos españoles, como el supuesto único espíritu de Castilla: el machadiano.

No “palabra en el tiempo”, como había propuesto Machado en una soleá o tercerilla publicada en “Nuevas Canciones” (1924) que había de ser la poesía y la literatura, sino que la Castilla de Machado se ha convertido en “mármol duro y eterno”.

Y precisamente por las otras dos cosas que niega en esta soléa deba tener la poesía, y la suya las tiene: “Ni música ni pintura”… Musicalidad -lenta por lo general- y bella rima siempre sí aloja la poesía de “Campos de Castilla”. Y también aporta y ofrece pintura, pero es una pintura triste, seca y parda, que amohína e incomoda el alma.

Intentaré que la palabra de Machado recupere su valor temporal, de época y de persona, y que Castilla se libere del mármol duro y eterno en donde la ha enfoscado el vate de Sevilla, hasta el punto de que no deja ver otra.

He escrito y analizado este fenómeno, como digo, desde los años 80. Por eso, no referiré nada ahora mismo de lo que ya he escrito al respecto. Remito a libros como “Las raíces de un pueblo”, “Diez castellanos y Castilla” o “Castilla, manifiesto para su supervivencia” para quien se interese por este aspecto de comentario crítico a Machado en su visión de Castilla.

También a una obra de teatro, titulada “Con Machado, esperando a Prometeo” que se sustenta precisamente en un diálogo continuado entre Antonio y Gerardo sobre el siglo XX español y sobre la visión de Castilla que cada uno representa.

Y también a mis propios libros poéticos ya publicados sobre Castilla, como son: “Castilla, este canto es tu canto”. Partes I y II. “Donde el Mundo se llama Guadalajara”, “Guadalajara, te doy mi palabra”, algún libro de la serie “Cantil de cantos”, y otros

Sí reseñaré que estas tesis, las críticas a la Castilla machadiana, supusieron uno de los puntos de acuerdo básico de unos intelectuales ya formados y con magnífica obra escrita y un joven que se aproximó a ellos, a principios de los años 80, con bastantes menos años y sólo algunos artículos de prensa y un libro que los recogía –yo mismo-…

Aquellas personas compusieron –compusimos- la “Generación castellana de los 80”, de la que más adelante se tratará, ya en el corpus poético del libro.

La visión machadiana de Soria (Castilla) ni siquiera es machadiana, sino de la Generación del 98, de la que supone su cumbre poética

PENSÁBAMOS YA ENTONCES QUE el decaimiento generacional de los primeros años que siguieron a 1898 había marcado a todos sus componentes.

Pasado aquel trance, la obra generacional quedó impregnando la tierra castellana con una prosa y poesía bella y excelente, pero al mismo tiempo desoladora en su contenido.

La Castilla literaria no avanzaba: en este punto, la imagen había quedado arraigada, estabilizada y perenne, destilando sempiterno licor de amargura.

Había que desnoveintayochizar Castilla, fue una conclusión a la que llegamos en aquellos días.

Quienes compusimos aquel grupo, acabamos disolviéndonos para seguir cada cual por su camino, como ha ocurrido siempre en toda promoción cultural. Pero la idea del daño que causaba a Castilla el asentamiento en una idea desfasada, solidificada en tiempos de tribulación nacional quedó en todos nosotros.

La leyenda negra castellana

LA CUESTIÓN, ANDANDO EL TIEMPO, me pareció a mí todavía más grave, porque efectivamente la visión machadiana de Castilla no sólo se había convertido en única y excluyente, sino que además de no ser original suya, ni siquiera lo era tampoco de su Generación.

¿Dónde podían estar las raíces de una visión perversa, cainita, pesarosa y triste de Castilla como reflejaba el 98?

No venía de Machado, ni siquiera de su generación. Se arraigaba en otros, en una tradición coetánea y anterior al 98…

Sólo después de aquellos primeros años 80 lo comprendí…

Ciertamente, llegaba desde fuentes que no manaban ningún amor a Castilla, sino que fluían y rezumaban barro, negrura y animadversión a Castilla, a su cultura y a sus gentes.

Había una leyenda negra anticastellana que se venía fraguando desde mediados del XIX. Los componentes de la Generación del 98 y el propio Machado, ninguno de ellos castellano, había tomado materiales de esa leyenda negra y la habían elevado a cotas de calidad literaria inimaginables.

Para después, desde el prestigio alcanzado por aquella Generación, difundirse por todos los ámbitos intelectuales, culturales y escolares de Castilla y España, como cosa ya asumida incluso por quienes decían amar a Castilla.

La tormenta perfecta para que el anticastellanismo prosperase incluso en Castilla, puesto que se revestía magníficamente de afecto por ella.

Fin de la Segunda Parte

Continuará hasta las 61 páginas del prólogo/ensayo de «Otros campos de Castilla», de Juan Pablo Mañueco.

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TERCERA ENTREGA DE «Contra la leyenda negra castellana»

Otros campos de Castilla. Parte I: Contra la leyenda negra castellana”, libro de 248 páginas de Juan Pablo Mañueco, que será distribuido en septiembre, 2018.

Prólogo/Ensayo de 61 páginas “Contra la leyenda negra castellana”. TERCERA ENTREGA en la que ya se describe los contenidos, gestación y efectos de la leyenda negra castellana, creada por los adversarios de Castilla en el XIX.

En lo paisajístico: el tópico de la Castilla exclusivamente llana

LA LEYENDA NEGRA PREEXISTENTE, al llegar a los componentes del 98, les había influido de diversos modos.

Por ejemplo, el vasco Ramiro de Maeztu se atrevió a definir a Castilla, después de haber escrito que el mal de España estaba en ella. No que España había desatendido secularmente y había tratado a Castilla peor que a ninguna otra tierra de España, sino que el mal de España radicaba en Castilla:

“¿Qué es hoy Castilla? Recórrase en cualquiera dirección. ¿Qué es hoy Castilla? Un páramo horrible poblado por gentes cuya cualidad característica aparente es el odio al agua y al árbol; ¡las dos fuentes de futura riqueza!”

Esta idea la recogería después Machado y la expresaría en forma bellísimamente rimada, pero aterradoramente convertida en lacra y tara para una tierra golpeada por todas partes, desde hacía varios siglos y ahora también por la Generación que la tomaba como objeto de estudio.

El minimalismo de Maeztu decreta que se excluye todo lo que no entre dentro de esa mengua conceptual a la que también se va a someter a Castilla. Así lo expresa el vitoriano:

“¿Y qué se encuentra en la inmensa meseta que se extiende desde Jaén hasta Vitoria, desde León hasta Albacete, desde Salamanca hasta Castellón, desde Badajoz hasta Teruel?”

Pues para Maeztu se encuentra “el páramo horrible”, antes citado. Castilla sólo es, para este ideólogo, la meseta.

Y con él, toda la referida generación mengua y minora Castilla hasta lo inaudito… Porque no había sido esa la imagen que había dado la literatura anterior, hecha por los propios castellanos, acerca de su propia tierra.

Castilla, en lo paisajístico, se había noventayochizado.

Y el 98 al cabo de pocos años se tornó en sacro, en canon divulgado e indiscutible: en doctrina consagrada de la que resultaba anatema disentir.

Sin embargo, la Generación del 98 es profundamente responsable del derrotismo que acompañó a la imagen de España, durante décadas, periodo que además terminó con una inestable República, una Guerra Civil y una Dictadura.

Espléndidos escritores, pero llenos de amargura sobre España. Los regímenes posteriores a ellos han hecho además que su influencia en la desmoralización de lo español haya continuado, más allá de donde hubiera sido lógico que se proyectaran, hasta llegar a la Transición.

En el siglo XXI, urge que España se desnoventayochice, culturalmente. Pero sin duda a quien más conviene hacerlo es a Castilla.

En lo político: Castilla como el enemigo, como “el Otro”

LA PERCEPCIÓN APOCADA Y REDUCIDA de Castilla y, en el fondo, no interesada por ella, sino por España, que realizaron los escritores periféricos del 98 y que la flagela aún más con palabras como las anteriores, no parte de la nada…

En lo político, hunde sus raíces en algo más grave: en el odio a Castilla que generaron los regionalismos/nacionalismos periféricos desde mediados del XIX.

A veces con tintes racistas y supremacistas. Desde Cataluña, desde las Provincias Vascongadas o desde Galicia, se escucharon y leyeron opiniones de superioridad, de hegemonía y de preeminencia sobre Castilla, culpable de todo lo que se le pudiera culpar e incluso de lo que de ninguna forma podría culpársele, sensatamente hablando.

Escrito está desde entonces y sigue escribiéndose y oyéndose en nuestros días. Para que sepamos desde dónde y desde cuándo vienen semejantes criterios, ya multisecularmente difundidos entre ellos y también entre los propios castellanos.

Con una potencia de cañonería de sus medios de comunicación, desde el XIX, que enfrente, desde el lado castellano, se encuentran con una potencia de fuego resistente nula.

Porque los medios informativos de Madrid se refieren a España o a Madrid, no a Castilla. Aunque sus ventas se hagan en Madrid, sí, pero también en las provincias castellanas limítrofes, más que en los otros dos pies del trípode de Triespaña, ya que estos sí cuentan con sus potentes medios informativos propios…

También en este aspecto, en Castilla se recauda, pero no se informa de ella ni mucho menos se tienen en cuenta sus intereses.

Una Castilla, pues, que además de vapuleada y exprimida por todos los gobiernos españoles, de esta forma pasó a convertirse en el Otro, el enemigo exterior al que se le podía culpar de todos los males por parte de los territorios económicamente dominantes. De esta forma, ellos y sus oligarquías locales poder aparecer límpidos, diáfanos e impolutos.

El sueño convertido en realidad. Mover los hilos del poder central en su beneficio y presentarse como víctima de un enemigo perverso al que se adoctrina a los habitantes de esos territorios en que hay que odiar, como responsable de todo lo malo que le ocurre a la población

¿Les suena este esquema que comenzó a gestarse desde mediados del XIX y que tan buenos rendimientos ha procurado a los territorios que inoculan este veneno de odio al exterior a sus conciudadanos? ¿Sigue siendo el modelo de pensamiento vigente?

Triespaña ha mandado en España ininterrumpidamente

PROBABLEMEMNTE, DESDE EL SIGLO XVIII, pero desde luego desde el principio del XIX quien ha gobernado España es la conjunción que he denominado en otros textos Triespaña: la unión de intereses de Madrid, Barcelona y Bilbao que orientaba la política de España en su beneficio.

Esa misma Triespaña dejó desprotegida a lo que quedaba en medio sin otra función que cumplir que la de desangrarse en lo humano (mediante la emigración) y en lo económico (mediante el subdesarrollo, el atraso y el abandono de inversiones y apoyos económicos públicos productivos).

Desde mediados del XIX, como decimos, a una parte de lo que quedaba en medio, a Castilla, se le asignó además otro papel: ser el Otro, al que se le podía echar la culpa de todo.

Lo malo venía de Castilla, una tierra y hasta una raza que para muchos supremacistas era inferior. No devastada por siglos de pésimos gobiernos y por dos dinastías que la habían esquilmado hasta lo indecible… Inferior, por sí misma.

Este es otro fenómeno que, nacido en el XIX, ha llegado hasta el XXI, cada vez más instalado en muchas cabezas de allá y de aquí, cada vez más rampante y vencedor.

Ni derecha ni izquierda ven ni aman a Castilla. A la “otredad” de Castilla se une la “nadedad” que invisibiliza a esta tierra

ESTA IDEOLOGÍA HA PERSUADIDO de la maldad de Castilla no sólo a la población de determinantes periferias. Lo sorprendente es que también ha convencido total o parcialmente, por diferentes vías, a los propios castellanos.

Hoy, la izquierda política que actúa en Castilla, tan acepta la leyenda negra castellana, varias veces centenaria, que ni ama, ni entiende ni aprecia a Castilla. De hecho, esta izquierda ha contribuido a su aventamiento territorial sin combatirlo ni impugnarlo ideológicamente.

La derecha en Castilla tampoco “ve” ni ama a Castilla. Su ámbito de preocupación es España. De modo que no ha dado tampoco la voz de alarma por la postergación económica y la sangría económica a la que ha sido sometida Castilla, desde hace tanto tiempo, incluida la época de Franco, que extremó el proceso de esquilmación de Castilla.

El resultado de ambas confluencias es la “Nadedad” castellana. Castilla es la nada que está por ahí, por en medio de España. Castilla es la tierra que resulta necesario atravesar para ir de una a otra parte de la España que interesa: el resto. Castilla es ese espacio enojoso que resulta imprescindible salvar para llegar a Madrid o a la periferia, respectivamente.

Y no se trata de unas frases, sino de una realidad comprobable: obsérvese que las carreteras, autovías o líneas férreas españolas cruzan, pasan o traspasan a Castilla, pero no la comunican.

Van dejando a ambos lados las ciudades principales castellanas sin prestarles servicio, para que no obstaculicen el objetivo que deliberadamente se plantearon los ingenieros del Estado al diseñar dicho trazado: salir de Castilla cuanto antes.

La consecuencia de un modelo de carreteras o ferrocarriles así es comprensible: el atraso y el subdesarrollo, completado después con toda una batería de medidas políticas que consagren lo único que le ha interesado desde siempre a Triespaña: ella misma.

La Generación del 98 y “Campos de Castilla” se integra en esta corriente

EN ESTA CORRIENTE DECIMONÓNICA se integra el pensamiento de la Generación del 98 y también “Campos de Castilla”, llevándola en este último caso al súmmum de la perfección y de la elegancia rimada.

Pero hay leyenda negra en dicho libro. Y hay reduccionismo, paisajístico e ideológico, como intentará probarse en las páginas siguientes de este libro.

Tarea ardua y harto difícil, porque la cumbre de Machado y la cumbre del 98 ha creado escuela, se ha consolidado plenamente en la cultura española y queda dicho que es hoy algo casi sagrado, en el que han sido educadas todas las generaciones españolas desde hace casi cien años.

Es carne de la carne de los educandos españoles desde su más tierna y acrítica infancia, después de muchas décadas de absoluto triunfo.

Los primeros poemas de este libro, los que comprenden el llamado “Primer Movimiento”, se dedicarán a presentar, también en verso, las críticas que merece la postura machadiana y la personal visión de este poeta sobre Castilla y lo castellano, muy influido además por su personal temperamento poco optimista.

El Segundo Movimiento del libro: los poemas que suscita la visión de Castilla de Gerardo Diego

EL “SEGUNDO MOVIMIENTO” DEL LIBRO alternará ya algunos poemas dedicados a los temas machadianos con otros más propios del alegre y alborozado Gerardo Diego, que sintió lo castellano no por razones coyunturales o de tema generacional, sino por convicción arraigada.

La visión de Soria que presenta Gerardo Diego es enteramente distinta: risueña, luminosa, juvenil, enamorada…

Y así es también la Castilla del poeta santanderino, mucho más amplia en lo espacial (desde luego, ya no es un poeta de Soria y sus alrededores) y en lo paisajístico: la montaña, el mar, el bosque, la cultura histórica castellana entran a formar parte de la Castilla que se nos dibuja en Gerardo Diego, dándonos un respiro en la angustiosa Castilla machadiana.

El Tercer Movimiento del libro: Castilla y mar, en respuesta a Rafael Alberti

YA EN LA DÉCADA DE LOS AÑOS veinte, otro poeta singular iba a dedicar un libro destacado a Castilla. Fue Rafael Alberti en “La amante” (1926).

El libro describe las impresiones que Castilla transmite a Alberti en un viaje desde Madrid hasta el norte, hasta Santander y regreso a Madrid. El resultado es esa “amante” de la que se enamora Alberti, la propia Castilla.

El tono albertiano, felizmente, vuelve a ser enteramente distinto al machadiano: alegre, musical, festivo, jubiloso… Propia de los cancioneros medievales castellanos, en lo que el poeta gaditano se inspiró .

Sin embargo, “La amante” también se encuentra en parte inmersa en la leyenda negra castellana, si no en lo ideológico, sí es en lo histórico y en lo espacial.

El “castellanos de Castilla /// nunca habéis visto el mar” albertiano, que aparece en dicho libro, encontrará cumplida respuesta en el presente, hasta el punto de dar origen a un capítulo entero: “Castilla y mar”… Para que las cosas vayan volviendo a su ser correcto, fuera de toda negrura de leyendas, también en este aspecto.

La leyenda negra castellana, victoriosa, sigue actuando sin oposición

PORQUE LA LEYENDA NEGRA ANTICASTELLANA decimonónica ha seguido y sigue actuando hasta nuestros días, para alterar incluso la Historia propia de Castilla.

Y ha actuado a modo de pinza, para descastellanizar Castilla, también desde el otro lado ideológico, el de la derecha española –pero con idéntico grado de negrura, de negación de los intereses propios de Castilla y de expolio económico y demográfico-, como por ejemplo ocurrió durante el franquismo…

Ambas negaciones de Castilla, desde la derecha y desde la izquierda, han seguido actuando en las décadas finales del XX y en los principios del XXI.

Como consecuencia, convertida Castilla en un cascarón irrelevante, destruida su potencia económica y demográfica lo largo de los últimos tres, cuatro o cinco siglos… vilipendiada por unos, deformada por otros e incomprendida desde todos los ángulos, toda aquella tierra que ha podido ha podido “desentenderse” y zafarse de Castilla -de semejante Castilla caricaturizada, grotesca, satirizada y denigrada hasta el infinito-, lo ha hecho.

Las cinco autonomías y el provincialismo de los castellanos, derivan de esa siembra

DE AHÍ VIENEN LAS cinco autonomías en que los políticos, desde arriba, hendieron el territorio histórico de Castilla, durante los años ochenta de la Transición.

De ahí y de la ayuda de la izquierda que no entiende ni ama a Castilla –por sí mismo o siguiendo las órdenes de las poderosas ramas territoriales de sus partidos en determinadas periferias enriquecidas, a quienes no convenía un poderoso competidor central unido en el centro de España- y de la indiferencia de la derecha, que ni ve ni entiende ni ama a la verdadera Castilla, como también ha quedado dicho más arriba.

Cinco autonomías castellanas prefabricadas e impuestas por las élites políticas a una población desinformada, confundida e inerme política, cultural, económica y en lo referente a los contenidos de los medios de información…

Los cuales medios informativos, en los años ochenta, era más bien la ausencia de los mismos, incluso provincialmente -hablando con propiedad-, y absolutamente, si hablamos en términos de región.

Pero la leyenda negra castellana tiene que ver con otro fenómeno que se percibe en Castilla y al que no se le encuentra explicación habitualmente. El provincialismo predominante entre la población castellana.

La explicación es ésta también: la mala imagen o percepción de lo castellano que nos llega –acrecentándose- desde mediados del XIX. No antes.

El provincialismo característico de las tierras castellanas proviene también de la leyenda negra que acompaña a Castilla, interiorizada por sus pobladores, porque en ella se les ha educado.

En Castilla, se tiene una buena representación o concepto de la provincia de cada cual… Pero una mala imagen –vergonzante, a menudo- de Castilla. Por eso predomina la sensibilidad provincialista frente a la regionalista castellana. Incluso quien no niega ser castellano, no presume de Castilla, sino de su provincia.

Provincialismo sentimental y luego provincialismo político

INCLUSO QUIEN HA PODIDO CONVERTIR su provincia en región, desgajándose de Castilla, no se manifestó contra ello, ni a favor ni en contra, cuando las élites políticas, en la etapa de la Transición, les marcaron desde arriba –y sin consulta popular- dicho camino.

Me refiero a los casos de Santander, Logroño y Madrid, que sin tener la entidad regional histórica propia que exige el artículo 143 de la Constitución española de 1978 a los territorios uniprovinciales (“las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas” ), fueron llevadas sin embargo a un autogobierno inconstitucional a todas luces, desde el entendimiento y desde la razón, y por lo que se lee también desde la Constitución.

Pero para demostrar su inconstitucionalidad legal hacía falta que un número determinado de parlamentarios presentaran recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, y las élites parlamentarias eran precisamente quienes estaban violentando la Constitución contra Castilla, no quienes pensaren en recurrir dicha conculcación constitucional para revertirla en su favor.

También el provincialismo, propio de Castilla, explica los intentos de convertir en autónomas algunas provincias castellanas que se dieron durante la Transición, y no otra cosa que provincialismo ralo es lo que existe entre la minoría leonesista de la provincia de León. Asunto éste del que ya he hablado en un libro mío anterior “Castilla, este canto es tu canto”.

Aquí resumiré mi postura indicando que más riesgo corre de desintegración la provincia de León en sí misma, si se diera libertad de voto a sus habitantes… Puesto que hay partes muy distintas dentro de esa provincia, algunas de las cuales nunca querrían separarse de Castilla porque forman parte de la misma comarca natural: la Tierra de Campos, la Tierra de Sahagún…

NOTA: Continuará hasta las 61 páginas del prólogo/ensayo de “Otros campos de Castilla”, de Juan Pablo Mañueco.

Lo publicado aquí no cubre aún ni la mitad del contenido de la exposición.

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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