La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Yo, católico, me acuso

A finales del siglo XIX, en medio de la polémica despertada en Francia sobre el Caso Deyfus, Émile Zola hizo la mejor defensa posible del militar judío francés con un histórico artículo, ‘Yo acuso’, en el que ponía en evidencia que el Estado galo había utilizado a Deryfuss, acusado de complot y de venderse a los servicios secretos germanos, como conejillo de indias ante el sentimiento de frustración que invadía al país tras su última derrota militar ante Alemania. No tiene que ver nada con lo que aquí voy a escribir. No acuso a nadie. Soy yo, como católico, el que me acuso.

Habiendo visto la catarata de reacciones en contra que ha generado en Facebook mi artículo Los católicos que no amaban a Paz Vega, lo acepto: me he equivocado. Dudé si escribir o no del tema, pero me pudo el leer ciertos comentarios que reflejaban odio y falta de caridad. Me pudo el ver el desprecio a la persona además de a la acción. Me pudo el percibir que había un prejuicio latente sobre esa persona, siempre desde la atalaya de quien se siente superior. Me pudo el sentir que los católicos nos pasamos el día enfadados por asuntos que nos producen ofensa y nos hacen sentirnos perseguidos. Me pudo el pensar que cualquier polémica relacionada con la sexualidad nos moviliza mucho más que algunos problemas de especial gravedad en estos tiempos de crisis. Y sí, soy consciente de que esto último, en parte, es demagogo y nunca aplicable al conjunto de los católicos.

Me he equivocado. Y pido perdón. Debió imponerse a todos esos sentimientos el que expresé al inicio del artículo, aunque parece que nadie lo percibiera: considero la foto de Paz Vega de mal gusto, principalmente, por haberse producido en un templo. Todo esto ha ocurrido por mi debilidad como católico, de la que me acuso.

Me acuso de no escandalizarme por una imagen que, es cierto, forma parte de una campaña publicitaria que, a través de la polémica, ha conseguido su fin: vender más. Pero voy más allá. Me acuso de no sentirme perseguido en la sociedad en la que vivo. Me acuso de amar demasiado al Mundo, de sentirme parte de él, de no huir de sus luces y sombras, de los placeres y cánceres que lo constituyen. Me acuso de haber caído en el escándalo ante las hipocresías que percibo en muchos católicos. Y, lo que es peor, me acuso de decirlo en alto, de no hacer corporativismo.

Me acuso, en definitiva, por no considerarme mejor que los demás por el hecho de ser católico. Me acuso de no querer privilegios para mi Iglesia. Me acuso de ser crítico (y decirlo en voz alta) cuando percibo falta de caridad, menosprecio y odio en la defensa que algunos católicos hacen de su fe. Me acuso de no querer vivir la vida como un valle de lágrimas. Me acuso de querer pensar por mí mismo qué opino ante cada tema, más allá mis militancias. Me acuso de querer ser consecuente con mis valores, aunque conozca de sobra mis limitaciones.

Me acuso del mal ejemplo que doy en mis juicios de valor públicos. Me acuso de ser un católico mediocre. Y me acuso de decirlo en voz alta, por el mal ejemplo dado. Por el antitestimonio. Por ser lo contrario de lo que defiendo.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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