La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Nietzsche ha muerto en Haití

Friederich Nietzsche, la voz más potente que jamás he percibido en las páginas de un libro, explica de un modo nítido en su última gran obra, ‘Ecce Homo’, en qué modo el cristianismo, y en general la idea de Dios, supone un placebo que pretende alejar al hombre de todo cuanto configura su propia y auténtica naturaleza, que este debe desarrollar en toda su potencialidad. Para Nietzsche, el hombre es todo lo que lo configura materialmente. Todo lo ajeno a él, es corrupción, falsedad, ilusión, excusa. En esa misma línea, el Súper-Hombre es el que se concentra de un modo total en buscar expresar sus máximas posibilidades, físicas e intelectuales. Nada de su entorno, y mucho menos una idea, un concepto, ha de alejarle de su fin. Por ello mismo, el hombre nietzscheano es egoísta. Un individualismo absoluto que, sin ningún tipo de miramientos morales (la moral es una idea, un concepto, y por tanto ha de ser despreciada), rechaza la misericordia, la compasión, la solidaridad. Eso son “debilidades”. Y nada más débil que la fe en un Dios que, supuestamente, ha muerto en entrega por amor. Por amor al hombre.

Esto es Nietzsche. ¡Y qué duda cabe de que hoy, en gran parte, su egoísmo impera en todo el mundo! El sistema económico global (y hoy la economía lo es todo) está regido por el individualismo. Así, las naturalezas más fuertes, las que no han tenido ningún freno fraterno, hacen que las naciones se dividan entre el Primer y el Tercer Mundo. Una élite enriquecida se levanta sobre una masa empobrecida, derrotada. Sí, esto es así. Sin embargo… No todo eso puede ser así. Hay pequeños oasis que lo demuestran. Y yo, hace ahora un año, conocí en persona uno de ellos: Haití.

Haití, el país más pobre de toda América, está lastrado por numerosos problemas endémicos, que lo son desde el mismo momento en que surgió, hace cinco siglos, como la tierra de los esclavos negros traídos por los colonos europeos al nuevo continente entonces descubierto. Su última desgracia, el terremoto que hace dos años y medio arrasó la mayoría de su territorio. ¿Qué es lo que queda en medio de tan lamentables condiciones? Semillas de esperanza surgidas de individuos y poblaciones que, en muchos casos con la ayuda de otros individuos e instituciones llegadas de fuera, trabajan todos a una para salir del hoyo. Cooperativas agrícolas, asociaciones vecinales, gremios, sindicatos, colectivos de todo tipo. Comunidad, comunidad, comunidad. Personas que, más allá de sus propias fuerzas, unen su mano con muchas otras. Y consiguen sus objetivos: una escuela, un dispensario de alimentos y medicinas, un molino de maíz. Poco a poco, pero ellos son, en todo tipo de iniciativas, los protagonistas de su propio desarrollo. Y esta es la única economía real.

Soy testigo de todo esto. La fraternidad es la única esperanza para el ser humano. Esto, aunque hoy parezca utópico, es el camino a seguir. Una realidad que bastaría para vencer a prebostes del capitalismo desaforado, como Fukuyama, que veía en el dominio de esta ideología la culminación de los tiempos. Pero, si traigo ante este altar a Nietzsche, es porque él sentenció la muerte de Dios. Y no. Si hay algo que mueve a los haitianos a creer que tienen esperanza de salir adelante, no es solo la solidaridad. Es la fe en Dios. He visto con mis ojos cómo muchos hitos aparentemente imposibles se convierten en realidad porque en ellos ponen su fe en Dios. Y lo hacen con plena alegría, aumentando exponencialmente su fuerza. Son comunidades plenas, porque, humildemente (humildad, el gran antagonista nietzscheano), ofrecen a Dios sus propias vidas.

Pese a todo lo que pueda parecer hoy, Dios no ha muerto. Quien ha muerto es Nietzsche, su modelo egoísta. Y lo digo en el momento de la Historia en que su triunfo más aparente se muestra en todo el mundo. Lo denuncio: tal victoria es una idea, un concepto, una ilusión, una excusa. Yo soy testigo: Nietzsche ha muerto. Y ha muerto en Haití.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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