La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Dios o el Castigador Absoluto

Cuando el 12 de enero de 2010 Haití fue reventada por un brutal terremoto, en esa noche caótica muchos deambulaban con la mirada perdida preguntándose por qué Dios había castigado a su pueblo. Entonces, la Iglesia se volcó en concienciar a las personas de que un seísmo es un fenómeno natural y no un castigo divino. Me quedo con esta idea: Dios no quiere que haya tsunamis, incendios, guerras, asesinatos, violaciones.

Ayer y hoy, he formado parte de un agitado debate en Facebook a raíz de las declaraciones de un senador estadounidense del Partido Republicano. El pasado martes, Richard Mourdock afirmó esto en un debate sobre el aborto: “La vida es un don de Dios y creo que incluso cuando la vida comienza en esa situación horrible de una violación, es algo que Dios quiere que suceda”. Frente a lo que muchos pensaban, yo no he hablado de la “moralidad” (en este caso, de la inmoralidad) del aborto ni de la violación. Simplemente, exponía esta opinión: el hecho en sí de que una violación culmine en un embarazo no obedece a un plan de Dios. Es decir, Dios no puede “querer” que una violación, que puede terminar o no en embarazo, concluya así finalmente. Otra cosa es que, de surgir una vida, esta es digna y amada por Dios.

Voy a poner otro ejemplo: un hombre dispara a otro y este queda en estado de coma. Puede morir o no. Si finalmente muere, ¿es la voluntad de Dios? ¿La muerte de un ser humano? Pues lo mismo con el anterior ejemplo, aunque la consecuencia aquí pueda ser el surgimiento de una vida. ¿Dios quiere que una chica que ha sido traumatizada de por vida reciba así el milagro de la vida?

Yo creo en un Dios creador, omnipotente y todopoderoso. Dios lo puede todo. Otra cosa es que crea que Él quiera ejercer siempre esa potestad. Si los hombres somos libres, nosotros somos los responsables de nuestros actos y, consecuentemente, también de las posibles consecuencias deplorables de las mismas. El acto de quien dispara o viola a una persona es igualmente despreciable, aunque sus consecuencias puedan ser aún incluso más graves: la muerte o alojar en las entrañas el fruto de un trauma. Pero esas consecuencias ya no dependen de nosotros, sino de la naturaleza. A esa misma naturaleza es a quien, considero, hemos de achacar los desgarradores fenómenos para los que no hay una explicación lógica, como puedan ser los terremotos.

¿O hacemos como cierto sacerdote (del que no voy a dar el nombre), que años atrás escribió un artículo en un diario nacional defendiendo que un huracán en un estado norteamericano, y que había causado numerosos muertos, había sido un “castigo divino” porque su Gobierno había aprobado una legislación favorable al matrimonio entre homosexuales?

¿Por qué cargar a Dios con la voluntad de todo lo que ocurre en el mundo? Dejemos de utilizarle para argumentar todas nuestras convicciones. Dejemos en paz a Quien todo lo puede y hasta los pelos de nuestra cabeza tiene contados… pero no siempre tiene por qué actuar.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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