La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Por un testimonio de armonía entre la enseñanza pública y la concertada

Por varios motivos, tengo un gran cariño por el Colegio San Juan Bautista (conocido popularmente como “Los Azules”, por el color de su tejado), en Arganda del Rey, donde resido. Fue aquí donde, por primera vez, ejercí mi ansiado derecho al voto y en él estudió quien hoy es mi mujer. Pero el más importante es que, desde hace algo más de una década, mi padre es el director del centro. Quien tiene cerca a un auténtico maestro (de los que viven su profesión con vocación, que son la gran mayoría), valora los ingentes esfuerzos de quienes son pilares esenciales en la construcción de la ciudadanía.

Defiendo con fervor la educación pública como eje de una sociedad crítica y emancipada, donde hay igualdad de oportunidades para todos. Igualmente, considero como dos modelos alternativos y necesarios la enseñanza concertada y la privada. Quien desee un enfoque particular a la hora de que se formen sus hijos, y pueda permitírselo, ha de tener garantizado el libre ejercicio de ese derecho. Dicho esto, conviene no olvidar que la concertada se mantiene en gran parte con fondos públicos y que es controlada en buena medida por las administraciones públicas, que miran por su buen funcionamiento. No es un negociete particular.

Por eso, no entiendo la fuerte polémica que se ha montado en torno a un episodio triste para todos los argandeños. Por viejos problemas de grietas, el Colegio San Juan Bautista va a ser demolido la próxima semana. Más allá de la mala gestión por parte de la administración autonómica, que ha permitido durante tres años la demora de un tema que debería de estar ya resuelto, ahora ha tenido que actuar con rapidez. Y lo ha hecho llegando a un acuerdo con el local Colegio Virgen de la Soledad, de carácter concertado, para que las clases en el San Juan puedan darse en algunas de sus dependencias, libres para todo el año. Por el mismo, y en virtud al pago de un generoso alquiler, la Consejería de Educación de Madrid hace valer los derechos de más de 500 alumnos y no va a permitir que se queden en la calle. Como no podía ser menos.

Sin embargo, el dueño de este centro ha emitido una circular a los padres de sus alumnos en la que francamente desbarra. Así, en ella se permite decir que, “sin previo aviso ni negociación”, se les ha forzado a aceptar esta solución cediendo parte de unos locales que estaban desocupados de cara al presente curso. Esto es falso. Se ha negociado con ellos, tanto el Ayuntamiento como la Consejería. Y con gran beneficio por su parte. Porque lo que no dice es que él va a hacer un gran negocio. Sin embargo, la afirmación que tanto malestar ha creado es la siguiente: “No se compartirá ningún espacio de manera simultánea. Todas las aulas de que van a disponer se encuentran desocupadas y en un edificio aparte; y los patios, que sí se compartirán, serán utilizados en horarios distintos”.

Quien conoce el centro, que es un colegio como todos los demás, sabe que es imposible controlar que cientos de niños no coincidan en espacios comunes, que tampoco es que sean excesivamente extensos ni desperdigados. Pero, ¿es que acaso ocurre algo malo porque se dé tal mezcla? ¿Es perjudicial para un alumno de la concertada mezclarse con otro de la pública? ¿Y cuál es, a su juicio, la solución para tan dramático conflicto?

No seamos necios. Estamos hablando de educación, de valores, de respeto a las reglas. Los hijos lo son de unos padres, tanto de los que pagan su cuota en un concertado sostenido con fondos públicos como de los que pagan religiosamente sus impuestos para que la enseñanza pública esté garantizada. Así, cuando esta está en riesgo de quebrarse y en una escuela concertada está la solución, el conflicto es inexistente. Y mucho más cuando al empresario de turno se le otorga un sustancial beneficio económico.

No, no seamos necios. Demos ejemplo a los niños. Enseñémosles, aprovechando lo positivo de estas circunstancias, que una ciudadanía madura empieza por compartir el día a día en las aulas, caminando firmes sobre las normas de un sistema garantista y justo, y acercándose hacia un testimonio de auténtica convivencia.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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