La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La muerte aúlla y gime

Ni en sus peores pesadillas, José jamás pensó que sería así: a sus treinta años, siempre se ha sentido un fracasado, pero al menos esperaba un final más dulce. A una vida marcada por continuos fiascos, con el principal hito de no haber encontrado jamás a esa mujer soñada con la que compartir al menos un escarceo, ahora se suma un final precipitado. La enfermedad se lo lleva por delante. De sus labios solo sale un lamento: “¡Puta vida!”.

Pero nunca pensó en un final marcado por la violencia. Apoyado contra la pared de la entrada de su casa, a su espalda llega un eco de flechas afiladas, solo amortiguado por el sudor que cubre todo su cuerpo. El anhelado silencio se ve turbado aún más con el estallar de ametralladoras estridentes. Con el muro asaeteado hasta quedar convertido en un colador, reúne una última gota de valor para mirar por uno de los agujeros. Solo se aprecia la oscuridad de la noche. Pero no es una negrura de paz, sino de batalla: las sombras, blancas por fantasmales, deambulan profiriendo gritos espeluznantes. En ese instante, un hacha parte por la mitad la puerta.

Maldiciendo la puta vida, José se abalanza contra las escaleras y las sube a trompicones. Llegado ante su cuarto, pega un portazo y se tumba en la cama. Tras él, oliéndole el miedo, llega lo que siente como una jauría animal, una multitud sedienta de sangre. Abandonado al fin, cierra los ojos y deja apagarse sus hasta entonces tensos brazos y piernas. Reza a la Nada, pues no cree. Retumba la puerta, destrozada de un cañonazo. Pero él ya no abre los ojos. Se quiere ir de esta puta vida negándole a la muerte el último placer de contemplar su mirada aterrada.

Lo que sigue es un silencio sepulcral. Una mano cálida acaricia su rostro. Unos labios rebosantes de carnalidad se aprietan contra los suyos. Un cuerpo desnudo y femenino se le abraza hasta acotarlo por completo. Hay fuego y pasión. Sabe que es la muerte, que viene a por él. Y, aunque no abra los ojos, tiene la certeza de que es al fin la mujer soñada, el rostro exacto tantas veces dibujado. Es ella, con la que compartir el último destino. Mañana no despertará, pero su noche final terminará en un brindis con el que se reconcilie con la ya bendita vida. Su exhalación será más que un alarido de pánico, incomprensión y soledad: será un gemido de ternura y tal vez de amor.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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