Leí libros que me llenaron por dentro, vi películas y series que me llevaron más allá del entretenimiento, los demás han podido seguir vacilándome porque aún no me he sacado el carnet de conducir, escribí para seguir aprendiendo a tomarme las cosas en serio, al fin se nos fue el truhán de Mourinho, volví a ver a Raúl meter un gol de blanco y en el Bernabéu, me hinché de orgullo con mi Real Madrid de las canastas, me admiré ante el testimonio de personas que cambian el mundo desde su fe con mayúsculas y pude escribir de ello, presencié los hitos revolucionarios de dos Papas que nos abocan hacia la globalización de la autenticidad, me curé en Peñíscola, viajé a las eternas París y Roma, siempre busqué actuar como una buena persona y no debí bajar la cabeza, asistí a bodas de amigos y a los nacimientos de sus hijos, pasé ratos inolvidables con los muchos que me rodean (aunque algunos estén lejos), seguí gozando del inmenso tesoro de mi familia. Sigo compartiendo cada día de mi vida contigo.
En 2013 también recibí dos noticias tristísimas. Una esperable y otra que llegó como un mazazo, rompiendo un sueño puro. Eso siempre estará ahí, por lo que este año se va dejando una cicatriz que ya lo será para siempre.
Sin embargo, no lo recordaré como un mal año. Por lo más importante de todo lo anterior, por su esencia que habrá de desglosarse en pequeños y grandes acontecimientos con el paso del tiempo, valoro enormemente la vida. Y la vida concreta que tengo el inmenso privilegio de tener. Ojalá 2014 venga con mucha más vida. Con más vidas.
¡Feliz Año a todos!
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA