La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La íntima verdad que alumbró Ratzinger

Hoy, cuando se cumple un año de la histórica renuncia de Ratzinger, son muchos los que aún siguen en fuera de juego, lamentando su “debilidad” y el que decidiera “bajarse de la cruz”. Sin ser ningún especialista ni conocer el alma del hoy papa emérito, me permito dar mi versión, que es muy simple. Benedicto XVI se fue para alumbrar una íntima verdad y que entonces estaba algo oculta: que la Iglesia posee un tesoro inmenso, un mensaje de amor a toda la humanidad sin fisuras.

Se fue para desenmascarar a los cuervos y cerdos que ensucian a la Iglesia, para desnudar las miserias de los trepas, inquisidores y corruptos con hábito y crucifijo que estampan este en la cara del prójimo, con virulencia. Se fue para iluminar la realidad de la inmensa mayoría de la Iglesia, que ofrece una palabra samaritana y de profunda esperanza para todos, sin preguntar por condiciones. Y, si no, que se lo pregunten a los miles de millones de personas que, en todo el mundo, viven con dignidad gracias a que unas manos con fe las han abrazado.

No hay que romperse la cabeza. Hace un año, si se mencionaba a la Iglesia, las respuestas de los más alejados a ella traían enseguida palabras como “condena”, “intolerancia”, “hipocresía”, “mentira”, “abusos”, “corrupción”, “carrerismo”… Por desconocimiento en muchos casos y sin tener en cuenta una más amplia y diferente verdad, pero era así. Hoy, solo doce meses después, el gran éxito de Francisco ha sido el de, desde la sencillez de sus palabras y gestos, conectar con la gran mayoría de la gente y que ya se ligue a la Iglesia, casi instintivamente, con conceptos como “esperanza”, “alegría”, “tolerancia”, “compromiso”, “encarnación”, “profecía” o “justicia”. Claro que Francisco no trae un mensaje diferente al de cualquier otro Papa en lo esencial, pues lo esencial es el Dios del Amor. Pero ahora ya no se oye tanto eso de que “me gusta la figura de Jesús, pero no me fío de los curas”. Poco a poco, ahora eso empieza a cambiar. También, dentro de la Iglesia, tienen mucha más visibilidad quienes siempre consagraron su vida a los demás, sin preguntarles por sus ideas ni creencias. Ya no se les mira con sospecha ni altanería desde ciertos puestos de “poder”.

Por cierto, para los que, dentro de casa, recelan y se oponen sibilinamente a lo que simboliza Bergoglio tratando de erigirse en defensores de la memoria de Ratzinger, les pido que traten de mirar más allá y busquen adentrarse, ahora sí, en el alma de Benedicto XVI. Estoy absolutamente convencido de que está muy feliz al poder observar aquello que él mismo empezó a propiciar con un simple gesto preñado de sabiduría y valentía. Al Papa revolucionario lo antecedió un aldabonazo en las conciencias de otro Papa también, finalmente, revolucionario.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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