La familia real británica no hace más que ir de altercado en altercado y la última semana de noviembre de 2019 ha hecho desbordar el vaso.
La relación amistosa del príncipe Andrés con el fallecido depredador sexual Jeffrey Epstein le colocó en una coyuntura tan comprometida que se sitió con la necesidad de conceder una entrevista en la BBC que desvío hacia unos caminos nada amables hacia la corona inglesa, que, por supuesto, no consintió dicha aparición pública.
En aquel contexto, el segundo hijo de los reyes Isabel y Felipe se vio obligado a dejar de lado sus labores como representante de la realeza «por un futuro previsible» a petición de su hijo Guillermo y del príncipe Carlos.
Jonny Dymond, periodista de la BBC especialista en cuestiones de la Casa Real británica, calificó esta determinación como «un gran paso prácticamente sin precedentes de los tiempos modernos».
La prensa inglesa ya teoriza sobre una posible anticipación en la sucesión; en concreto, algunos diarios británicos como The Sun apuntan hacia una jubilación forzosa de Isabel II que llegaría el día de su 95 cumpleaños (en 18 meses), pasando al trono su eterno heredero: el príncipe Carlos (si bien es cierto que él sería regente y la monarca continuaría manteniendo tanto el título de Reina, como su autoridad constitucional).
La finalidad de esta trascendental decisión es restar trabajo a su madre y modernizar el tradicional organismo que tanto peso tiene en el país anglosajón.