Chocofanáticos del mundo: Luis María Ansón

«Nueve personas sobre diez adoran al chocolate. La décima miente» (John Tullius)

Se acercan las semanas más dulces del efeméride y como los golosos unidos jamás serán vencidos, hoy nuestra rúbrica tiene cita con el chocolista más distinguido, encantador y confeso de España, Luis María Ansón.

Difícil encontrarle, a ese singular orfebre del castellano, dotado de una cotidiana ubicuidad desafiando al toro del tiempo. Pasen y vean: salta de una noria donde le obsequian explícitamente con una máquina de escribir todo cacao; a renglón seguido, trota en la carretera, presencia los más glamourosos eventos y entre dos televisiones, no cesa de salpicar finamente de canela panorama social y personal. Visto lo visto, en loor a la verdad, no escatimó esfuerzos para dar cabida en su trepidante agenda, a una entrevista que por privilegiada, le agradece esa plumífera.

Es toda una emoción saborear la amena proximidad del ilustre, divertido y energético personaje, su legendaria bonhomía y confidencias culinarias. ¿Y cómo se alimenta el genio? Muy simplemente, según confiesa y sin grandes preocupaciones gastronómicas, que más bien apasionan a su hermano Rafael. Empero, según detallamos a continuación, sus exquisitas elecciones son reveladores de una personalidad de gran refinamiento y sibaritismo.

Aparte de los excesos nouvelle cuisine de porciones anoréxicas, platos descomunales y precios desorbitados, existe todavía la voie royale de los arroces patrios. Tal esa aromática suntuosidad vestida de mar y puntuada de dorado alioli, predilecta del académico, el admirable arroz abanda, así llamado por presentar en su genuina receta, el pescado de roca guisado aparte del cereal infusado en su oloroso caldo.

Cocina sana, sensata, sabrosa y tradicional, deleite de Luis María Ansón, regada de afrutados vinos blancos y galos, tales los bourgogne o bordeaux. En efecto, según su opinión y aunque parco bebedor, la comida, arte y cultura fundamentales, es una gran sinfonía unida por el divino regalo del generoso Baco y las excelencias de una entretenida sobremesa en un ambiente relajado.

Igualmente sacrifica sin moderación al envite de helados y horchata, originalmente agua de cebada, progresivamente sustituida en su deliciosa versión valenciana, por ese milenario tubérculo, real manjar escoltando a Faraón en su viaje al Más Allá, la sanísima chufa.

A la pluma más lustrosa de España le gusta dar caña al crujiente chocolate, declinado en todos sus estados. Hablar del sombrío objeto de sus deseos supone otro encantamiento, oírle recorrer con minuciosidad la turbulenta geohistoria del mágico producto, antaño prendido en uno de los siete cielos del oloroso paraíso maya y deleite exclusivo de sus divinos inquilinos.

Así viajamos al alma cálida de la antiquísima vaina odorífera, con altas preceptivas en Portugal, Guinea, Francia, Bélgica, la blanca Albión y España, donde, según dijo en 1690 la escritora francesa Madame d’Aulnoy asombrada ante tal proeza, el popular Teobroma se “usaba como el tabaco”.

Surfing goloso de un devorador hedonista, que se derrite paladeando la fabulosa textura de Lindor, el fresco punto amentolado de los chocolates ingleses, las fragantes sutilidades de la marca Godiva y el paradigmático chocolate ovetense.

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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