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La mera comprensión del significado de las palabras de un chiste no basta para que se complete su función comunicativa, sino que exigen del receptor una implicación mayor de lo habitual en el asunto.
De ahí que a veces no entendamos un chiste —al margen de que nos haga gracia o no, claro— a pesar de que conozcamos la lengua.
CUERNOS
- – Hombre Paco, pero tú, ¿desde cuándo llevas un pendiente?
– Desde que lo encontró mi mujer en el coche y le dije que era mío…