Alex de Waal / BBC News Mundo

Sudán: los despiadados mercenarios del oro que controlan el país africano

Sudán: los despiadados mercenarios del oro que controlan el país africano
Mohamed Hamdan "Hemeti" Dagolo, el Frankenstein de Sudán.j PD

Las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) de Sudán han sido acusadas de abusos generalizados en el país africano, incluyendo la masacre del 3 de junio en la que, según informes, 120 personas murieron, con muchas de las víctimas arrojadas al río Nilo.

El experto en Sudán Alex de Waal, director ejecutivo de la World Peace Foundation (Fundación de Paz Mundial)de la Escuela Fletcher de Leyes y Diplomacia en la Universidad Tufts, Estados Unidos, rastrea su ascenso:

Las RSF son ahora el verdadero poder en Sudán. Son un nuevo tipo de régimen: un híbrido de etnia miliciana y empresa comercial, una fuerza mercenaria transnacional que ha capturado un estado.

Su comandante es el general Mohamed Hamdan «Hemeti» Dagolo.

Él y sus combatientes han llegado muy lejos desde sus días iniciales como una caótica milicia árabe menospreciada como los «Jangaweed».

La milicia Jangaweed en sus camellos.

Las RSF fueron formalmente establecida por decreto del expresidente Omar al Bashir, en 2013. Pero su núcleo de 5.000 milicianos había estado armado y activo desde mucho antes.

Su historia empieza en 2003, cuando el gobierno de Bashir movilizó a arrieros para luchar contra insurgentes africanos negros en Darfur.

«Estos son los Janjaweed»

El núcleo de los Janjaweed eran arrieros de camellos de las ramas mahamid y mahariya del grupo étnico rizeigat de Darfur del Norte y las regiones vecinas de Chad. Rondaban a lo largo del filo del desierto antes de que la frontera fuera demarcada.

Durante la guerra y masacres de Darfur de 2003-2005, el líder más famoso de los Janjaweed era Musa Hilal, jefe de los mahamid.

A medida que estos combatientes daban muestra de su sangrienta eficacia, Bashir los formalizó como una fuerza paramilitar llamada Unidades de Inteligencia Fronteriza.

Una de las brigadas, activa en el sur de Darfur, incluía un joven combatiente particularmente dinámico, Mohamed Dagolo, conocido como «Hemeti» por su cara de bebé. Hemeti es como una madre le diría cariñosamente a un «pequeño Mohamed».

Desertor escolar convertido en pequeño comerciante, Hemeti era miembro del clan mahariya de los rizeigat. Algunos dicen que su abuelo fue un jefe menor cuando residían en Chad.

Un interludio crucial en la carrera de Hemeti ocurrió en 2007, cuando sus tropas quedaron desconectadas por la falta de pago por parte del gobierno.

Se sintieron explotadas al ser enviadas al frente, acusadas de atrocidades y luego abandonadas.

Hemeti y sus combatientes se amotinaron, prometiendo combatir contra el gobierno de Jartum hasta «el día del Juicio Final», y trataron de negociar un acuerdo con los rebeldes de Darfur.

Un documental rodado durante esta época, llamado «Estos son los Janjaweed», lo muestra reclutando voluntarios del grupo étnico de africanos negros de Darfur, los fur, para que combatieran al lado de sus milicianos árabes, sus antiguos enemigos.

Aunque los comandantes de Hemeti son todos de su propio clan mahariya, él ha estado dispuesto a reclutar hombres de todos los grupos étnicos.

En una reciente ocasión, las RSF absorbieron una facción separatista del rebelde Ejército de Liberación de Sudán (SLA) -liderado por Mohamedein Ismail «Orgajor», de la etnia zaghawa -otra comunidad de Darfur vinculada a los rebeldes.

Estos son los Jangaweed de Sudán.

Consolidando el poder

Hemeti regresó a las huestes de Jartum donde le ofrecieron un acuerdo muy favorable: pago retroactivo a sus tropas, rangos para sus oficiales (él fue nombrado brigadier general -muy a pesar de los oficiales del ejército que fueron a academias militares y ascendieron por las filas), y un robusto pago en efectivo.

Sus tropas fueron puestas bajo el comando del Servicio Nacional de Seguridad e Inteligencia (NISS), que en ese momento estaba organizando una guerra de terceros con Chad.

Algunos de los combatientes de Hemeti, abanderados de la oposición en Chad, batallaron hasta llegar a la capital N’Djamena, en 2008.

Entre tanto, Hemeti se peleó con su antiguo maestro, Hilal -un pleito que fue central en Darfur durante 10 años. Hilal era un amotinado consuetudinario y los generales de Bashir encontraban a Hemeti más confiable.

En 2013, se formó una nueva fuerza paramilitar bajo Hemeit llamada RSF.

Eso no le cayó bien al jefe del estado mayor conjunto -que quería que el dinero se invirtiera en fortalecer a las fuerzas regulares- y Bashir estaba preocupado de colocar demasiado poder en manos del NISS, tras acabar de destituir a su director por una supuesta conspiración en su contra.

Así que las RSF respondían al propio Bashir -el presidente le dio a Hemeti el apodo de «Himayti», que significa «mi Protector».

Se armaron campamentos de entrenamiento cerca de la capital, Jartum. Cientos de vehículos todoterreno Land Cruiser fueron importados y acoplados con ametralladoras.

Las tropas de RSF combatieron contra los rebeldes en Kordofan del Sur -eran indisciplinadas y no les fue bien- y contra los rebeldes en Darfur, donde les fue mejor.

Los Jangaweed de Sudán.

Quimera de oro

La rivalidad entre Hemeti y Hilal se intensificó cuando se descubrió oro en Jebel Amir, en el estado de Darfur del Norte, en 2012.

Sucedió precisamente cuando Sudán enfrentaba una crisis económica tras la secesión de Sudán del Sur, que se llevó consigo un 75% del petróleo del país. El descubrimiento pareció como regalo del cielo.

Sin embargo, fue más una maldición. Decenas de miles de jóvenes llegaron en oleadas a una remota esquina de Darfur, en una nueva quimera de oro, para probar suerte en minas superficiales con equipos rudimentarios.

Algunos encontraron oro y se volvieron ricos, otros terminaron aplastados por minas desplomadas o envenenados con el mercurio y arsénico utilizado en el procesamiento del metal precioso.

Los milicianos de Hilal se tomaron la región a la fuerza, matando a más de 800 personas del grupo étnico local de Beni Hussein, y empezaron a volverse ricos con la explotación y venta de oro.

Parte del oro era vendido al gobierno, que pagó por encima del precio del mercado en moneda sudanesa porque estaba desesperado por tener oro que pudiera intercambiar por dinero fuerte en Dubái.

Mientras tanto, otra parte del oro era traficada a través de la frontera a Chad, donde era intercambiado favorablemente en un comercio fraudulento que involucraba autos robados que eran introducidos ilegalmente en Sudán.

En los mercados del desierto de Tibesti, en el norte de Chad, 1,5 kilos de oro en bruto fueron intercambiados por un Land Cruiser modelo 2015, seguramente robado de una agencia de asistencia en Darfur, que fue devuelto a esa región para que sus matrículas fueran cambiadas a mano y revendido.

Para 2017, las ventas de oro sumaban el 40% de las exportaciones de Sudán. Y Hemeti tenía interés en controlarlas.

Ya era dueño de algunas minas y había establecido una empresa de comercio conocida como al Junaid. Pero, cuando Hilal desafió a Bashir una vez más, impidiendo el acceso del gobierno a las minas de Jebel Amir, las RSF de Hemeti contraatacaron.

En noviembre de 2017, sus fuerzas arrestaron a Hilal, y las RSF se apoderaron de las minas de oro más lucrativas de Sudán.

Fuerza regional

De la noche a la mañana, Hemeti se convirtió en el mayor comerciante de oro del país y, como controlaba las fronteras con Chad y Libia, en el principal guardia fronterizo.

Hilal sigue en prisión.

Bajo al Proceso de Jartum, la Unión Europea financió al gobierno sudanés para que controlara la migración que cruzaba el Sáhara hacia Libia.

Aunque la UE lo niega constantemente, muchos sudaneses creen que esto les dio a las RSF licencia para vigilar la frontera, extorsionando con chantajes, impuestos y rescates, al tiempo que también traficaban.

Dubái es el destino de la mayoría del oro de Sudán, oficial o contrabandeado. Pero los contactos de Hemeti con los Emiratos Árabes Unidos (EAU) se volvieron más que sólo comerciales.

En 2015, el gobierno sudanés se puso de acuerdo para enviar un batallón de fuerzas regulares al servicio de las fuerzas de coalición de los Emiratos y Arabia Saudita en Yemen. Su comandante era el general Abdel Fattah al Burhan, ahora presidente del Consejo Militar Transitorio que rige Sudán.

Pero unos meses después, los EAU llegaron a un acuerdo con Hemeti para que enviara una fuerza mayor de combatientes de las RSF para pelear en el sur de Yemen a lo largo de la llanura de Tahama, que incluye la ciudad portuaria de Hudaydah, escenario de cruentos enfrentamientos el año pasado.

Hemeti también proveyó unidades para ayudar a vigilar la frontera saudita con Yemen.

Para entonces, el poder de las RSF había crecido diez veces. Su estructura de mando no cambió: todos son árabes de Darfur, sus generales comparten el nombre Dagolo.

Con 70.000 hombres y más de 10.000 camionetas pick-up armadas, las RSF se convirtieron en la infantería de facto de Sudán, la única fuerza capaz de controlar las calles de la capital, Jartum, y otras ciudades.

Ayuda en efectivo y relaciones públicas

A través del oro y de la actividad mercenaria sancionada, Hemeti llegó a controlar el «presupuesto político» más grande de Sudán -dinero que se podía gastar en seguridad privada, o cualquier otra actividad, sin necesidad de justificar nada.

Operada por sus parientes, la compañía Al Junaid se había convertido en un gran conglomerado de inversiones, minería, transporte, alquiler de autos, y de hierro y acero.

Para cuando Bashir fue derrocado el pasado abril, Hemeti era uno de los hombres más ricos de Sudán -probablemente con más efectivo a su disposición que cualquier otro político- y estaba en el centro de un patrocino de la web, negocios secretos de seguridad y sobornos políticos.

No sorprende que se haya movido rápidamente para ocupar el puesto de su derrocado patrocinador.

Hemeti se ha movido rápido, tanto política como comercialmente.

Cada semana aparece en las noticias, entregando dinero en efectivo a la policía para que regresen a las calles, a los trabajadores de la energía eléctrica para que restauren el servicio, o a los maestros para que vuelvan a las aulas. También les entregó autos a los jefes tribales.

A medida que las fuerzas de mantenimiento de paz de la ONU y la Unión Africana empezaron a retirarse de Darfur, las RSF se posesionaron de sus campamentos -hasta que la ONU frenó su retiro.

Hemeti dice que ha aumentado su contingente de combatientes de las RSF en Yemen y ha despachado una brigada a Libia para pelear al lado del general renegado Khalifa Haftar, presumiblemente pagado por los EAU, pero también para ganarse el favor de Egipto que también apoya al Ejército Nacional Libio del general Haftar.

Hemeti también firmó un acuerdo con una firma de relaciones públicas de Canadá para pulir su imagen y lograr acceso político en Rusia y Estados Unidos.

Hemeti y las RSF son de alguna manera figuras reconocidas en la historia del valle del Nilo.

A finales del siglo XIX, saqueadores mercenarios se desplazaron por lo que es ahora Sudán, Sudán del Sur, Chad y la República Centroafricana, públicamente jurando lealtad al jedive de Egipto al tiempo que establecían su propios imperios privados.

Sin embargo, de muchas otras maneras Hemeti es un fenómeno completamente del siglo XXI: un emprendedor político-militar, cuyo imperio de negocios paramilitares transciende las fronteras territoriales y legales.

En la actualidad, este comerciante y miliciano semiletrado es más poderoso que cualquier general del ejército o líder civil en Sudán. El mercado político que comanda es más dinámico que cualquiera de las frágiles instituciones del gobierno civil.

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