Palpito Digital

José Muñoz Clares

Episodios justicieros

La supuesta trama de corrupción murciana «Umbra» fermentó a partir de un mal delirio. Finalmente cristalizó en la fiscalía, en 2006, en forma de investigación secreta, con elucubraciones basadas, entre otros datos, en un protocolo secreto de 1999, tan secreto que había sido publicado en la prensa local. Acabó en una pieza literaria escrita por el jefe del 7º de Caballería mientras las tribus indias seguían cabalgando praderas y practicando el blablajet. Tras dos años de cocción Umbra dio a luz una causa que fue a dar con sus tomos, en 2008, sobre la mesa de un juez jovencito e irresuelto al que el asunto le venía tan grande que lo dejó dormir otros dos años más durante los cuales, para luego sacar pecho de intrépido, ordenó pinchar los teléfonos particulares de algunos de los sospechosos. Y no vean lo que salió. Y lo bien que nos lo pasamos cuando conocimos el resultado de la pesquisa.
De una casa particular supimos las idas y venidas más o menos golfas de una hija adolescente y el novio; en otra quedó constancia de los trapicheos con hachish de otro adolescente emprendedor… En fin, cosillas sin importancia, si bien los disciplinados UCO (Unidad de Crimen Organizado), que ninguna culpa tienen de los desatinos de un juez, dieron con un problema desconcertante: un investigado hablaba desde su móvil con dos móviles distintos con quien, al parecer, era su esposa, hasta que el contexto reveló que había dos señoras y alguien cayó en la cuenta de que una era la legal y otra una filibustera. Pero como los UCO cambiaban frecuentemente, hasta que el nuevo daba con el truco pasaba unos días de zozobra. Finalmente dieron con la solución feliz: “habla con su esposa”, “habla con su amante”, y así todo empezó a tener sentido – naturalmente, lo que hablaba con una y otra no tenía nada que ver, pónganse en situación -, por más que a efectos de justicia penal no tuviera significado alguno y su asunto se archivó, entiendo que por consideración a la señora. Y es que los pinchazos telefónicos los carga el diablo. Recuerdo uno del móvil de un narcotraficante en que la policía transcribió impertérrita los preparativos de la comunión de la nena, con elección de traje y menú, confección de lista de invitados y algunos otros detalles de gran relevancia… social. También había pasado antes, no diré dónde, al hilo de una investigación mayor, que acabaron grabando a un fiscal pidiendo favores a otro funcionario para que le legalizaran a una doméstica ucraniana. Esa parte de las grabaciones acabó archivada junto con otras, pero Umbra cursó de otro modo porque a la doméstica de un investigado se le ocurrió preguntar a otra “¿Ha llegado eso?”, y a los UCO, 24 horas 7 días a la semana oyendo sandeces, se le pusieron las orejas tiesas como no sabría decir qué. Se redobló la vigilancia y las chicas siguieron hablando de “eso” que no acababa de llegar. Todo apuntaba a drogas hasta que se cruzó el tagalo. El tagalo no es un quinqui famoso sino una lengua que se habla en Filipinas, en el entorno de la isla de Luzón, cuya complejidad ilustro: “Puwede ba ninyo akong tulungan?” significa “¿Puedes ayudarme?” Los UCO no hablan tagalo, así que la Gerencia de Justicia se gastó un pastizal en traducir cotilleos del tagalo al español en un hilo que no acababa porque “eso” no terminaba de llegar. Hasta que, pasado un tiempo, con el cuerpo del delito presente supimos todos, para bochorno de unos y muchas risas de otros, que “eso” era una píldora abortiva que necesitaba una doméstica revoltosa y descuidada. A los UCO las orejas se le vinieron al suelo. Como hallazgo casual no cabía investigarlo, las perras estaban gastadas, Umbra no avanzaba, así que el juez fray intrépido decidió suspender las grabaciones de fijos y pasarse a los móviles para ver si, diez años después, los sospechosos seguían hablando de sus supuestas hazañas pasadas. Y qué va. Los sospechosos quedaban para cenar, para jugar al pádel, para recoger a los niños del colegio y también organizaban comuniones: esa era la única conexión con el narcotráfico y la corrupción.
Mientras tanto el gran jefe indio se había pertrechado de un fiscal-antibalas y se las andaba tomando con el jefe del 7º de Caballería en un restaurante de cierta apariencia. Y claro, abducido como estaba, no cayó en la cuenta de que los documentos de vuelo de Aviación Civil no se destruyen nunca, y nada ordenó al sargento anti-indios al respecto, y así llegamos a los tiempos actuales en que ha tenido que ser un juez de la Audiencia Nacional, investigando líos de cajas de ahorros, quien descubriera el pastelito de ciertos viajes en blablajet – seguramente prescritos merced a la Ley Orgánica 5/2010 – que ahora se quieren investigar.
Y no les digo nada de los registros. Alguien – a quien llamaremos “Rufi”-, aportó a fiscalía unas fotocopias de e-mail con el nombre del remitente borrado. En los e-mail un ciudadano comentaba cotilleos inconcretos sobre supuestas comisiones, que luego desmentía, cambiaba las cifras y, en general, a nada llevaban. Pues se investigó como denuncia anónima, aunque no acertó el juez irresuelto a no notificar la fecha y hora del registro que dispuso en una empresa cerrada hacía años, y se notificó a las partes que al día siguiente, a tal hora, sería el registro. Para cuando entraron había un ordenador vacío y de aquél registro surgió que un tal sr. Villegas tenía contratada a una tal srª Villegas. Y nada más.
Así que de años de investigación sabemos con certeza que hay adolescentes golfillas, otros que trafican, casados que se lían con casadas y solteras, que las domésticas también son inquietas y que si un señor se llama Villegas y en su empresa trabaja una chica que se llama Villegas, lo más normal es que sean familia.
Corrupción difusa e ineptitud concreta. Una muy mala mezcla.

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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