Palpito Digital

José Muñoz Clares

Cochambre ética

 

La venturosa y prematura muerte política del otrora marqués del Galapagar -comunismo, qué cojones- nos ha traído una cierta paz que subraya su voluntaria y esforzada contribución a la siembra del caos con la vista puesta en destruir la convivencia tan penosamente conseguida. Tal fue su tarea mientras tuvo a su alcance influir en el enfermizo gobierno que padecemos y en el más enfermo aún presidente surgido, para nuestro mal, de una alianza infame que abarcó desde la derechona del PNV y la infame Convergencia hasta los bildutarras. Quiso la historia, además, que se juntaran en un mismo abrazo e impulso el peor socialista desde Largo Caballero y el peor advenedizo surgido de la facultad de Políticas y de una larga trayectoria de traidores a sí mismos y a sus ideas. Cada cual a su manera han devuelto a la izquierda española a una visión guerracivilista que ha emponzoñado hasta el lodo el clima social de nuestro país, devolviéndonos a los tiempos que inauguró Mussolini y siguieron los que conoce bien el lector. Y ese flujo hediondo surge de una superchería propagada como profecía con coartada científica: que no hay en el mundo y en el tiempo más que una lucha de clases que inevitablemente ganará el ejército lumpen, que desaparecerá el estado, que tras exterminar a los herejes sólo sobrevivirán los fieles creyentes en la única fe verdadera y lo harán en un mundo en que cada cual recibirá según sus necesidades por parte de un estado/padre que come libertades y exuda ukases imperiales de inspiración soviética. El fin del homo soviéticus, de S. Alexievich, es el libro que hay que leer al respecto. 

Ser marxista a estas alturas es como declararse escolástico en materia filosófica, una orientación que ya era caduca en el Siglo XIII como caduca es, irremediablemente, la fe propagada por Marx y Lenin. La prueba del nueve nos la dan los muros que sólo se saltan en una dirección, que siempre es hacia el lado del despreciable mundo libre. Una ideología que no deja más opción que la huida, saltar el muro, hacerse balsero en la martirizada Cuba, irse a Colombia por no soportar a los matones del patán Maduro, salir por piernas del Gran Hermano del emperador Xi o echarse al río para no soportar ni un día más el paraíso abominable de la dinastía Kim, larga cofradía de autócratas apoyados en jaurías de policías y militares, que nos pareció abocada a la desaparición pero se empeña en resucitar de entre los muertos para amargar la vida a los vivos. 

Mientras tanto el Gran Narciso, tras la purga de los cuchillos largos, se fue de gira californiana en la que sólo faltó la inspiración del decapitado Iván, que lo habría vestido de supermán con una tabla de surf debajo del brazo y ofreciendo perfil de moneda conmemorativa. De la gira ha surgido la confirmación de que igualmente piensa traicionar sus juramentos al marqués y de lo que ya dijimos hasta la saciedad: que lo suyo era producto de un márquetin perverso sobre su única virtud reconocible: el ser guapito de cara. Padecemos el haber nombrado presidente al ganador de un concurso de belleza de provincias que le tiene miedo a los jueces y por eso los ataca con saña, mientras paga a Tezanos con monedas de Judas las mentiras con las que pretende tapar una deriva de la que el psoe difícilmente se recuperará en décadas.

Penuria intelectual de esa Calvo payasa -a su indumentaria me remito- precedida por el melifluo y prochavista Zapatero, la ignorante Aído seguida por la inclasificable Montero, el no menos ignorante Garzón, la cacatúa comunista a la que el marqués dejó señalada como sucesora, el Ábalos de los billetes de 500 y las reuniones guantanameras con la inocente Delcy en un limbo jurídico entre España y el Estado de Derecho, esa Laya que incendió las relaciones con nuestro vecino del sur, el reparto de pasta y puestos entre los suyos, los millones para la canalla venezolana, la cochambre ética en que están y nos han sumido… Un pozo de infamia que no parece tener fin y la imposibilidad de encontrar en su entorno a alguien que sepa distinguir, a primera vista, lo que es una dictadura de lo que es un régimen de libertades; las matanzas con que culminará el esperpento castrista los avergonzará retrospectivamente cuando Narciso y su marqués sean sólo un mal recuerdo de la trayectoria a la que nos hemos visto conducidos: marxismo y más marxismo, dos y dos que no son cuatro, la habitación 101 de Orwell y la mugre moral que los infecta sin remedio.

No teniendo nada que perder -yo ya estoy amortizado- no me queda sino el no callar, ver y contar lo que veo y decir que no cuando es no. El no que ahora toca es una enmienda a la totalidad, una maldición sobre esos infames, el deseo de que la vida los devuelva pronto al estercolero del que nunca debieron salir. 

 

 

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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