Palpito Digital

José Muñoz Clares

LUTO OFICIAL

Seis mil quinientas personas han solicitado que se nombre hija predilecta de Madrid a la laureada, traducida, versionada en cine y, sin duda, meritoria y prolífica escritora recientemente fallecida Almudena Grandes, a la desconcertante edad de 61 años, cuando lo suyo debió ser una feliz y productiva ancianidad acorde con nuestra esperanza de vida. Pero ha muerto a los 61, gobernando España los suyos y Madrid los que ella entendía como enemigos, un espectro que va desde los socialistas no perrosanchistas hasta Vox, pasando por Cs, PP y partidos menores. Era su opción y nadie le impidió ejercerla, ni gobernando los suyos ni gobernando sus enemigos.

Su pareja ha expresado de forma universal el dolor por la pérdida: estar hecho polvo es una forma de seguir enamorado. Nada distinto de lo que en su día expresó Savater a la muerte de su pareja, Sara. Ahí, en el uno y en el otro, nos encontramos todos salvo los salvajes que jalearon la muerte de Lorca, de Hernández, de Muñoz Seca y de tantos otros anónimos a los que se dio muerte por ir a misa, por ser rojo o lo contrario, por ser monárquico o porque tenía pleitos pendientes con un tipo de la FAI.

El 22 de noviembre dejó escrito que las nuevas líderes de la derecha son jóvenes, atractivas y brillantes pero malas, tan intrínsecamente malas que las veía “dispuestas a mentir, a conspirar, a influir y a hacer daño” (sic). Puede que eso explique por qué sólo un exiguo número de personas ha apoyado su designación como hija predilecta y por qué las malas malísimas lideresas no se han entusiasmado con la idea.

Hay más. Bajo el título Goebbels dejó dicho el 1 de noviembre: “Que nadie comente la sentencia de la Audiencia Nacional sobre la caja b del PP, que nadie pida perdón, que nadie reconozca siquiera la verdad de los hechos no deja en mal lugar a los dirigentes del partido, sino a un país entero…”, país tampoco concernido por los ERE de Andalucía, las tarjetas black en manos de comunistas y socialistas y los lejanos FILESA, GAL, Roldán, etc, etc, etc, por no citar las tropelías de perrosánchez y de Zapatero, el blanqueador de dictaduras abyectas. Y el 25 de octubre, sobre la expulsión del rastas tras ser condenado en firme por patear a un policía, escribió: “En España, un diputado electo, representante legítimo de la soberanía popular, va a perder su escaño. ¿Ha robado, ha abusado, se ha corrompido? No.” De modo que patear a un policía es una chiquillada como lo fue la guerrilla callejera y lo de quemar autobuses en el País Vasco según Arzálluz.

¿Qué esperaban? ¿La borreguil aquiescencia acomplejada de los conservadores frente a una izquierda reaccionaria elevada a dogma? ¿Un luto oficial al modo franquista en que todo funcionario debía vestir de oscuro y llevar una franja negra en el brazo derecho como signo de adhesión al régimen? ¿La prohibición de reír -hasta los niños- que se impone en Corea del Norte el día del aniversario del fundador de esa inasumible dinastía marxistoide?

Se destaca mucho ahora el hecho de que sólo una mujer fue nombrada hija predilecta, Carmen Franco, extremo que pone a la izquierda que echa hiel por los colmillos. Son gente poco leída. Conviene recordarles quién gobernó España parcialmente del 36 al 39 y de forma absoluta desde el 39 hasta el 75. Mientras otros erigían estatuas a Ceaucescu, Stalin o Mao aquí se las hacían al dictador que la gracia de dios nos había reservado. También pusieron apellido a El Ferrol y otras muchas localidades llamadas “del Caudillo”. Franco recibió no una sino dos medallas de oro del Fútbol Club Barcelona, una al menos en los 70, y ahí está la hemeroteca para acreditar los muchos reconocimientos que vascos, catalanes y gallegos tributaron al dictador, además de esos españoles genéticamente dañados –Torra- que lo abrumaron con agasajos hasta el día mismo de su muerte pero, como la honradez del psoe, ni un segundo más. En el 77 los partidos declaradamente franquistas obtuvieron 50.000 votos. Los antifranquistas se multiplicaron como la Resistencia francesa después del desembarco y de la caída de Vichy y de los nazis.

Qué malo es hacerse viejo. Qué mala es la memoria, histórica o no, y cómo fomenta el descreimiento. Aunque quizás no sea tan malo haberle cogido la medida a un mundo que cada vez es menos el nuestro. El mío, al menos.

Sit tibi terra levis, Almudena Grandes.  

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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