Palpito Digital

José Muñoz Clares

Tanques de buena fe

Cuando el 26 de abril de 1986 explotó la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, ubicada en Chernobil, al norte de Ucrania, uno de mis hermanos estudiaba flauta en el conservatorio de Debrecen (Hungría), a casi mil kilómetros de la explosión. Les llegó la nube tóxica pero el gobierno títere prosoviético nada dijo a la población, así que mi hermano, de lo de Chernobil, se enteró porque se lo dijimos nosotros desde España. La negación y ocultación de la realidad y el control absoluto de la información formaba y forma parte de la identidad comunista, blanqueadora de dictaduras atroces: una exigua minoría decide por una mayoría abrumadoramente silenciada, encarcelada, exiliada o directamente sometida al Nacht und Nebel de los nazis. A un pobre ciudadano lo fusilaron porque se parecía enormemente a Stalin: era suficiente sinrazón para eliminarlo por lo incómodo de la situación. Lo que Stalin le hizo a Ucrania entra en la categoría de lo inenarrable.

En China está prohibida la imagen de Winnie de Pooh porque tiene cierto parecido con el emperador Xi. Mil quinientos millones de chinos tienen prohibido tener cualquier reproducción, en cualquier formato, del osito Winnie. No pueden matar a mil quinientos millones de chinos pero sí al osito. Pero eso no es más que una broma al lado del episodio de la tenista china que denunció haber sido violada por un dirigente de la cúpula del PCCh. No la han matado pero desapareció, a saber qué le hicieron, y ha vuelto al mundo como negacionista del crimen que sufrió, lo que debería haber suscitado alguna reacción por parte de la vil Montero, defensora de la mujer en países como España donde tal defensa apenas es precisa; sin embargo no ve nada preocupante en Afganistán ni en ningún país islámico, y menos en China, el paraíso del capitalismo comunista.

Las grandes dictaduras comunistas han pisoteado la doctrina de Marx, el esperpéntico, lejano y barbudo Nostradamus de la izquierda, presentándola envuelta en una ideología anuladora del individuo.

La URSS reventó en el 91 dando lugar a un capitalismo salvaje y depredador que acabó en brazos de un ex KGB obsesionado con reconquistar los países que formaron, muy a su pesar, el telón de acero y el Pacto de Varsovia, convirtiendo a los países vecinos en el airbag de un sistema atroz donde los ciudadanos nunca fueron libres y sólo algunos escasamente prósperos. Como el infame Trump, quieren hacer que la URSS sea grande de nuevo. China, más sabia y pragmática, decidió abandonar la economía colectivizada y se abrió a un muy intervenido libre mercado con las exitosas consecuencias que conocemos: sus ciudadanos siguen sin ser libres a cambio de vivir en una economía próspera, lejos de los sesenta millones de chinos que exterminó Mao. Ahí se evidencia el fracaso irremediable de un comunismo que se sigue intentando en la dictadura cubana –la que la cuadrilla del perro no sabe distinguir de Noruega-, en la incomprensible Corea del Norte y en los gulag nacionales de Venezuela y Nicaragua; ya veremos si Perú, Chile y algún otro se une al impulso de la corrupción pública y la miseria ciudadana.

Dicen los neonazis que Hitler tenía razón pero que sus colaboradores no supieron hacerlo bien. Por eso hay que intentarlo otra vez pero esta vez según el manual. El emperador Xi dijo hace unos días que Rusia y China son los custodios de la auténtica democracia, por eso la rata chepuda aprueba que Putin mande un ejército inofensivo a la frontera de Ucrania, país que ha invadido dos veces en los últimos siete años. Si es por afianzar el neoimperio soviético, vale, pues esos son tanques de buena fe. Pero si es por defender la independencia de países europeos, adictos a la democracia meramente formal, no, porque eso es hacerle el juego a los Estados Unidos de América en su lucha contra una URSS extinta. Al izquierdismo reaccionario que practican se une el pensamiento único progresista que imponen vía medios, reviviendo antiguas pesadillas de sociedades inasumibles, faltas de derechos, llenas de excesos de arbitrariedad y pobreza.

Estamos a la espera incierta de lo ayer mismo inimaginable. A nuestros padres les partió la vida una guerra; nosotros hemos vivido una línea vital de prosperidad creciente sólo rota por las recurrentes crisis en que se sume el único sistema que ha producido sociedades libres y prósperas, que se desliza hacia la esclavitud en cuanto dejamos de regularlo con soga corta y vara larga.
Un giro surrealista de la historia ha hecho que los profesionales jubilados seamos vistos con envidia por nuestros hijos: pensiones que doblan la media, sin cargas familiares, sin hipotecas y con una sanidad envidiable, como pude comprobar recientemente en la experiencia quirúrgica que me ratificó en mi inclinación a la sedación, a la fuga química ante el trote enloquecido de la Guerra, el Hambre, la Enfermedad y la Muerte que amenazan con arrollarnos como ya hicieron con nuestros padres.


 

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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