Este viernes, 6 de junio de 2025, Perú amanece con una noticia que mezcla alivio y pesar. Tras 16 días de incesante búsqueda, la joven piloto de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), Ashley Vargas Mendoza, fue hallada sin vida dentro de la cabina del avión KT-1P en las profundidades del mar de Paracas. El hallazgo no solo cierra un capítulo angustiante para la familia y las fuerzas armadas, sino que también deja al descubierto una serie de preguntas técnicas y humanas sobre lo ocurrido y las condiciones en las que se desarrolló el fatídico vuelo.
Una búsqueda sin precedentes y el papel crucial de la tecnología
La desaparición se produjo el pasado 20 de mayo, durante un vuelo de instrucción que debía marcar el paso final en la formación militar de Ashley. Su avión despegó desde la Base Aérea N.º 51 en Pisco rumbo a la isla Zárate, pero apenas seis minutos después se perdió todo contacto. La alarma fue inmediata: ni la torre de control ni el geolocalizador manual pudieron dar con su paradero en las primeras horas críticas.
La respuesta no se hizo esperar. Se desplegó uno de los operativos más grandes jamás coordinados entre la FAP, la Marina, el Ejército y la Policía Nacional. Helicópteros, buques científicos como el BAP Carrasco y robots submarinos participaron día y noche en una carrera contrarreloj contra las mareas y la oscuridad del lecho marino. El propio ministro de Defensa, Walter Astudillo, supervisó los avances e informó sobre el uso de tecnología avanzada para delimitar la zona sur de la isla Zárate donde finalmente se localizaría el fuselaje.
El desenlace llegó cuando un robot submarino detectó parte del fuselaje frente a playa Mendieta, atrapado entre vegetación marina. Ashley fue hallada aún atada a su asiento eyectable, con el cinturón puesto, un dato clave para los peritos.

Ashley Vargas
Las incógnitas técnicas: ¿Por qué no pudo eyectarse?
La familia Vargas ha estado muy activa durante estos días, exigiendo explicaciones sobre el estado técnico del avión y el funcionamiento del asiento eyectable. Según declaraciones oficiales del comandante general FAP, Carlos Enrique Chávez Cateriano, el sistema estaba en óptimas condiciones y requería activación manual por parte del piloto; no presentaba fallos mecánicos ni componentes vencidos.
Sin embargo, los abogados familiares consideran posible que Ashley quedara atrapada tras el impacto debido a un fallo mecánico, por lo que han anunciado que evalúan acciones legales contra la FAP por presunto homicidio simple. La Primera Fiscalía Penal de Pisco ya ha iniciado diligencias para determinar si hubo negligencia o responsabilidad penal en los hechos.
El último vuelo: contexto personal y profesional
El vuelo representaba mucho más que una práctica para Ashley Vargas: era su graduación como piloto militar. Con solo 24 años, había destacado entre sus compañeros por su destreza y vocación, ocupando posiciones sobresalientes en su promoción e incluso recibiendo la distinción Espada de Oro. Su instrucción fue rigurosa: acumuló más de 74 horas en vuelo y operó tres tipos distintos de aeronaves antes del KT-1P.
Su último reporte desde la isla Zárate no alertó sobre ninguna anomalía técnica ni situación irregular. Eso hace aún más desconcertante que en cuestión de minutos se perdiera toda comunicación con tierra. Las autoridades han prometido transparencia total durante las investigaciones técnicas y judiciales abiertas a raíz del accidente.
Impacto social e institucional
El dolor por la pérdida de Ashley Vargas ha traspasado los límites familiares e institucionales. Las redes sociales han servido como canal para expresar condolencias y exigir respuestas claras sobre las circunstancias del accidente. Tanto el Ministerio de Defensa como la Policía Nacional han lamentado públicamente su fallecimiento subrayando “el respeto y gratitud” por su entrega al país.
Por otro lado, este accidente reaviva antiguos debates sobre los protocolos de seguridad en vuelos militares, el mantenimiento adecuado del material aéreo y las condiciones laborales de los jóvenes oficiales peruanos.
Próximos pasos y evolución previsible
Con el cuerpo recuperado y trasladado al puerto de San Martín para las diligencias forenses pertinentes, tanto Fiscalía como Junta Técnica Militar trabajan ahora para esclarecer las causas exactas del siniestro. La familia ha solicitado un homenaje póstumo oficial para Ashley —una petición que encuentra eco en una sociedad conmocionada— mientras continúa presionando para que se depuren todas las responsabilidades posibles.
Es previsible que en las próximas semanas surjan nuevos elementos tras los análisis técnicos del avión KT-1P y las autopsias forenses; estos datos serán clave para determinar si hubo errores humanos o fallos técnicos encubiertos hasta ahora.
En medio del dolor colectivo surge también una reflexión profunda: cada tragedia aérea pone a prueba no solo los protocolos técnicos sino también la capacidad institucional para acompañar humanamente a quienes dedican su vida al servicio público —y exige cambios tangibles cuando se identifica cualquier brecha o carencia.
La historia reciente nos enseña que solo con transparencia real y rendición de cuentas ante hechos tan sensibles es posible restaurar tanto la confianza ciudadana como el orgullo institucional.