Primero de mayo, sindicatos enfermos.

Los sindicatos han vuelto a salir a la calle este primero de mayo con menor capacidad de movilización que nunca. Superados por las movilizaciones sociales que no han encabezado, feminismo, jubilados, hoy los principales sindicatos no solo han perdido miles de militantes sino también el respeto de muchos trabajadores y capacidad de influencia en la sociedad actual, una sociedad, sin embargo, que estando inmersa en trabajos basura, en sueldos basura y con millones de desempleados, los necesita.

Comisiones Obreras y UGT han perdido el aprecio popular que otro tiempo tuvieron, en parte por su fracaso en la defensa de los obreros durante la crisis pero también en gran medida por su difícilmente comprensible posición en temas tan escabrosos como el de los nacionalismos, especialmente en el caso de Cataluña.

Sumergidos en una sociedad dividida no han sido capaces de situarse en posición de defender la democracia frente a los desafíos ilegales de la burguesía catalana. No han sido capaces de defender a los obreros frente a una clase adinerada y selecta que, encabezada por el conde de Godó, no lo olvidemos, está dirigida por quienes han pedido comisiones ilegales del tres por ciento en cada obra pública o por quienes mientras tanto han mirado a otro lado, a pesar de denunciarlo, unos, en el Parlament, y de ser plenamente conscientes de dicha realidad, los demás.

Los sindicatos han mirado también para otra parte, siguiendo el ejemplo de los gobiernos de España, mientras durante décadas se producía esta operación de cirugía social en su sociedad. Nunca denunciaron nada, siempre callaron y otorgaron, exactamente igual que los diversos gobiernos de España. Los sindicatos prefirieron pensar en las subvenciones de la Generalitat y en el apoyo del poder más que en los intereses de los obreros y en la democracia y la legalidad. Para ellos la operación del nacionalismo era bienvenida… si el nacionalismo era catalán. En sus manifestaciones, como parte de esa izquierda torpe que debe ser sustituida por otra más inteligente y sobre todo más coherente, las banderas catalanas eran bienvenidas como ejemplo de compromiso con el pueblo (¿….?) y de democracia y libertad. En cambio la bandera de España, emanada de la misma constitución, era relegada y olvidada, rechazada como ejemplo de fascismo.

Hoy estos sindicatos que no han sabido posicionarse están divididos y enfrentados como lo está la propia sociedad catalana; están enfermos, han pasado a representar un papel cada vez menos importante y a sufrir el rechazo de miles de obreros que han abandonado sus filas. A la izquierda española le falta un hervor que les proporcione coherencia y respeto a la ley, que les impida sumarse a las peticiones demagógicas sin examinar antes la razón, han dejado de ser un instrumento de los trabajadores para ser un instrumento de dominio de unos obreros sobre otros, de unas regiones sobre otras con independencia de la justicia social. Mandan el dinero y el poder. Manda el dinero del poder.

Si el lector echa en falta críticas a otros sectores de la sociedad española sepa que no es por falta de razones, es solo que hoy toca hablar de los sindicatos y su perversidad en apoyo de los más fuertes, de los ricos, del poder económico e incluso del poder ejecutivo en el caso de las regiones nacionalistas. Y a pesar de todo esto permítanme repetir lo que he dejado escrito más arriba: “una sociedad, sin embargo, que estando inmersa en trabajos basura, en sueldos basura y con millones de desempleados, los necesita.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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