La demagogia barata -para ellos, baratísima- de pedir que la Iglesia pague el IBI sigue su curso en un PSOE que no puede insistir demasiado en ninguna de nuestras desgracias, sabedor de que el PP no lleva ni 200 días, y en ese tiempo nadie consigue estropearlo todo tanto. Saben que son los polvos de los que vienen estos lodos, sin ánimo de quitar responsabilidad a los peperos . Y lo de darle a la Iglesia es como pescar en un barril. Ahora toca ir de poli bueno, o casi. «Crece la presión para que la Iglesia pague IBI«, leo en El Periódico de Catalunya. Sólo la Iglesia, ya ven, curiosamente. En Diario Progresista: «Óscar López pide a la Iglesia que haga un esfuerzo como todo el mundo’ en época de crisis». Veamos: «El secretario de Organización del PSOE, Óscar López, ha pedido a la Iglesia que haga un esfuerzo como hace todo el mundo en épocas’ de crisis como esta. Según ha indicado, la iniciativa de los socialistas de impulsar mociones en ayuntamientos para que la Iglesia pague el IBI de inmuebles no destinados al culto no trata de ir contra nadie, sino de que todo el mundo haga un esfuerzo y la Iglesia también».
casas del pueblo y obra social
Eso, un esfuerzo, «como hace todo el mundo en épocas de crisis». Ya habrán visto cómo se han dejado todos el sueldo a la mitad, cómo las Casas del Pueblo de cada vecindad albergan a los sin techo y dan de comer a los hambrientos, como lleva haciendo la Iglesia 2.000 años, y concretamente en este momento en este país.
Aunque curas no hay uno cada 1.000 españoles, y políticos hay uno por cada 100. Pero no pidamos a la casta el esfuerzo lógico en época de crisis de recortar un poco.
Con lo que ganan Zapatero o Rajoy en un mes, una pensionista con cuatro hijos vive durante dos años y medio. Un español tiene una pensión máxima de 32.000 euros anuales, pero los políticos tienen derecho a pensiones vitalicias muy superiores. 74.000 euros en el caso de los primeros espadas de La Casta. Además estas pensiones no son incompatibles con otros sueldos de la Administración o con otras actividades económicas. Un diputado o senador tiene que estar sólo siete años en el cargo para optar a la pensión máxima (32.000 euros), mientras que un trabajador autónomo o por cuenta ajena necesita 35 años cotizados. La retención de las nóminas de diputados y senadores es sólo del 4,5%. Usted, ciudadano, paga de su bolsillo las multas que la DGT impone a los políticos, y con recargo.
¿Para qué seguir? ¿Conoce algún político de cierto nivel que, al abandonar la política, haya vuelto a un humilde despacho, a su puesto de funcionario, a su consulta de médico? Pero es la Iglesia la que tiene que hacer un esfuerzo -la institución que, además de la familia, más está haciendo para amortiguar lo peor de la crisis-, porque los políticos no van a hacerlo. De hecho, lo suyo es lo contrario.Krahe y la libertad de ofender
Como contra la Iglesia todo vale, ahora quieren convertir en mártir a Javier Krahe, juzgado por un sketch televisado, Cómo cocinar un Cristo. Miguel Tomás-Valiente Lanuza le defiende en El País (cómo no) con un titular -«La Iglesia, sujeta a críticas«- bastante desconcertante. Exactamente, ¿en qué consiste la crítica de meter un crucifijo en un horno? El argumento es tan sutil que se me escapa. Tomás-Valiente insiste («Faltaría más») que la Iglesia está sujeta a críticas, como si alguien lo hubiese puesto en duda, por ejemplo «a la denuncia de sus tropelías (como la propaganda contra el uso de preservativos favoreciendo la extensión del sida)». Recapitulemos. Que la Iglesia haga uso de su libertad para oponerse al preservativo es «una tropelía», aun cuando cualquiera puede comprobar con un mapa de África y un cuadro de estadísticas que, a más católicos en un país, menos extensión del VIH. Pero la blasfemia visual de Krahe, en cambio, es una «crítica». Oh, bueno, vale.
Dice Público.es que «El PSOE no apoyará las ayudas a Bankia si sus gestores no dan explicaciones«. Yo les entiendo: el desastre de Bankia es demasiado jugoso como para no saltar a la yugular. Pero yo que ellos me andaría con ojo, porque la explicación, sencilla en su generalidad, no les favorece demasiado.
La explicación es que los políticos cogieron unas magníficas instituciones de ahorro sin ánimo de lucro fundadas por la Iglesia católica (la que tiene que hacer un esfuerzo, ya saben), las convirtieron en verdaderas vacas lecheras de capital para sus caprichitos, dejando en ellas lo peor de lo privado y lo peor de lo público, y al cabo los depositantes han podido comprobar lo que hace esta plaga de langostas cuando les dejas cerca de un balance. Ni las raspas han dejado.
Luego está la familia, ese sostén tan irreemplazable como odiado a muerte por la progresía. El problema es que su modo de criticarlo hace absolutamente imposible leerlo. Inténtenlo con el último párrafo de «La familia y el auge del Estado de mal-estar«, de Justa Montero en Diagonal: «Desde luego se trata de una re-familiarización no elegida sino impuesta por la lógica de la crisis, pero que puede ser una extraordinaria ocasión para hacer más sostenible la vida de todas y todos sí, en lugar de servir para afianzar los roles de género y distribución del trabajo tradicionales, se cuestionan las relaciones desiguales que pueda haber en su interior entre hombres y mujeres, y no sólo en las familias heterosexuales». ¿Han entendido algo? Yo tampoco…