Ussía: No tuve el menor interés en ver el vídeo de Pedro Jota, que tanta alegría produjo en sus adversarios, ni recientemente el de la concejala socialista
Los espacios dedicados a la opinión en la prensa de papel española son como una montaña rusa. Hay jornadas gloriosas, con una gran cantidad de columnas interesantes o, al menos, llamativas. Otros días, sin embargo, destacan por un bajo nivel generalizado, con muy pocos artículos que merezcan la pena. Este 7 de noviembre de 2012 es un buen ejemplo de esto último.
En la contrapartida de El País del 10 de octubre de 2012 Elvira Lindo publicaba un artículo en el que insinuaba una crítica a Cebrián y el conjunto de la dirección del Grupo PRISA por cebarse en el ERE del diario con los periodistas de mayor edad. Se preguntaba entonces la columnista —Elvira Lindo se enfrenta a Cebrián: ¿Por qué dicen que los periodistas están acabados con 50 años?»–, sin citar por el nombre a nadie ni a ningún artículo:
«Son personas que han dado lo mejor de sí mismos después de los 50 años. ¿Por qué entonces se considera que los periodistas están acabados a partir de esa edad?»
Casi un mes más tarde, tenía la oportunidad de demostrar de forma práctica su apoyo a los profesionales de El País que van a perder su empleo como consecuencia del Expediente de Regulación de Empleo.
El diario de PRISA ha salido en una versión muy reducida a causa de la huelga secundada por la redacción —Moreno resiste a la huelga sacando una edición anoréxica de El País–, un paro al que se ha sumado algún columnista como David Trueba, cuya columna diaria no aparece en esta ocasión. No es el caso, por el contrario, de Elvira Lindo. Ella sí publica, para criticar a Ignacio González y su defensa de la gestión privada de hospitales del servicio público de Salud de la Comunidad de Madrid. Privatizando no contiene argumentos que sorprendan, pongamos un ejemplo:
El ciudadano desea seguir teniendo derecho a una atención que no se convierta en negocio, y entregar un hospital a manos privadas no es dejárselo a una organización sin ánimo de lucro, obviamente.
El artículo es más destacable por el día que se publicaba que por su contenido. Lindo tiene, obviamente, todo el derecho de no sumarse a la huelga, peor llama la atención que lo haga cuando casi un mes antes insinuaba críticas a uno de los motivos por los que se ha convocado.
Sin embargo, la palma en cuanto a hipocresía se la lleva Forges, que publica una viñeta titulada Premisas de los periodistas… Bajo el letrero de «… de ayer…» nos muestra a un señor que camina erguido y sonriente portando una pancarta que dice «Formar. Informar. Entreneter». A su derecha, otro muy distinto, encorbado, triste y lloroso muestra un cartel muy diferente: ¡»Socorro! ¡Auxilio! ¡Ayúdanos!».
Antonio Fraguas, nombre del popular viñetista, ha encontrado la manera perfecta de mostrarse solidario con los periodistas de El País sin tener que sumarse a la huelga. Pretende quedar bien con quienes van a sufrir el ERE pero no renuncia a cobrar un sólo día, que eso del paro es para quienes se la juegan. Repetimos. Es totalmente legítimo no hacer huelga, esta ha de ser voluntaria. Pero ya que no se hace, al menos que haga como Elvira Lindo y no pretenda ir de ‘coleguita’ de quienes dejarán de cobrar una jornada para protestar dejando de trabajar por una día.
El País, no sabemos si para rellenar espacios ante la falta de profesionales que se encarguen de ello, ofrece una página entera a José Montilla para que firme –como en el caso de casi todos los políticos, qué o haya escrito él u otra persona es una cuestión como poco complicada se saber– un largo y aburrido ladrillo destinado al auto elogio, la crítica (blandita) a Mas y el ataque al PP y a Rajoy. Todo ello destinado a defender la existencia de la nación catalana y el federalismo.
Si alguien, deseoso de caer en brazos de Morfeo, quiere leerlo, puede hacerlo. Pero este humilde lector de columnas le advierte de que hasta la página dedicada a informar de la programación televisiva resulta una lectura más apasionante que ¿Y después del 25 de noviembre?
Para que conste en acta les dejo los párrafos finales, de una profundidad intelectual y argumentativa muy superior al resto del texto:
Sin duda hay que poner al día el actual «Estado de las autonomías». Ha sido útil, pero hemos de dar un paso adelante. En mi opinión, este paso adelante implica adoptar un esquema federal nítido, que resuelva los problemas antes citados: reconocimiento expreso de la singularidad de Cataluña, definición precisa de los ámbitos competenciales, instrumentos federales de acuerdo y negociación y una política fiscal que corresponsabilice realmente a la Generalitat, que limite el déficit fiscal y que distribuya equitativamente los costes de la solidaridad. Ello, sin ningún género de duda, comporta abordar una reforma constitucional: trabajemos para construir el necesario consenso.
Decía que la situación es ahora más difícil. Pero es precisamente afrontando las mayores dificultades cuando la política puede dar más de sí. Los federalistas no pueden perder el tiempo. Es, quizás, la última oportunidad.
Pasamos ahora a El Mundo, donde lo primero que merece nuestra atención es La doblez como receta, de Federico Jiménez Losantos. Es, no se va a sorprender nadie, una dura crítica al inquilino de La Moncloa. El motivo, en esta ocasión, su posicionamiento contra el cobro de un euro por receta que ha planteado la Comunidad de Madrid:
Por lo visto, Rajoy no piensa perder la mala costumbre de torpedear a la Comunidad de Madrid, la de menor presión fiscal de España y una de las tres -con Galicia y La Rioja- que cumple sus compromisos contra el déficit. Ahora la ha tomado contra el euro por receta, amenazando con ir al Constitucional, que después de legalizar a ETA es como jugar a la ruleta rusa, pero en la cabeza de Ignacio González.
Tiene alguna frase que sin duda habrá herido profundamente el ego del portavoz ‘popular’ en el Congreso:
Por lo visto, el rigor intelectual de Alonso, que ha brillado por su ausencia en el fracaso estrepitoso del PP vasco, lo reserva para producir gansadas monumentales.
Concluye:
Hace poco dijo Montoro: «Al Gobierno no le temblará el pulso para ayudar a Cataluña». Para mantener la discriminación fiscal sociata contra la Comunidad de Madrid, tampoco. Rajoy odia más a los liberales que a Mas.
Carmen Rigalt es la encargada de mantener abierta la cuestión de esos manifiestos que tanto liaron a Pilar Rahola —Rahola demoniza al manifiesto de izquierdas «porque lleva la firma de premiados por las FAES estilo Vargas Llosa»–. En este caso, la periodista escribe para apoyarlos con El eco de la tribu. Lamenta que no exista un único texto, pero de todos modos se alegra de algo se mueva:
Doy por buena la explosión tardía de mentes pensantes, aunque frente a la unidad del bloque independentista, semejante atomización de intelectualidad no hace sino confundir a la parroquia. Ahora le toca mover ficha a Mas. Me pregunto dónde tiene el president a sus intelectuales tribales, esos pensadores orgánicos que durante tanto tiempo han permanecido ocupados haciendo estudios sobre els collons d’en Bamba o el ruc catalá. Tarde o temprano aparecerán, si Mas no los saca antes de su chistera. Haberlos, haylos, pues el espíritu de la tribu mueve más que la razón.
Tras quejares de que la reacción al independentismo tan sólo procedía de la derecha, denuncia un agravio que sufre en propias carnes:
Entre el repertorio de sandeces con que nos obsequia el Govern está la de llamarnos «madrileños» (con cierta dosis de ironía en las comillas) a los catalanes expatriados, como si lleváramos un carné de castizos entre los dientes.
Concluye:
A lo nuestro. Yo no deseo la independencia para Cataluña, pero si la voluntad democrática de la mayoría así lo decide me tragaré todo lo que he dicho y haré una entrada triunfal en el Palace vestida de Pubilla. Mientras eso llega, felicito a los intelectuales catalanes por su coraje. Para ellos es un marronazo ir contra corriente en este momento de neurosis histórica.
Y puesto que hablamos de Cataluña, comentemos un artículo aparecido en un periódico de dicha comunidad autónoma. En esta jornada no trataremos de La Vanguardia, que está floja en esto de la opinión, sino de una crítica televisiva publicada en El Periódico de Catalunya. Feran Monegal ha escrito Un mesías ilumina TV-3, texto en el que denuncia el uso de la televisión pública catalana a favor de los planes independentistas de Artur Mas.
Se refiere a la emisión del documental ‘La independència, pas a paz’, destinado a promocionar la secesión —Propaganda pura y dura en TV3 a favor de un referéndum secesionista–.
Para este humilde lector de columnas, el artículo tiene un ‘pero’. Sostiene:
Sobre el primer concepto, el de la consulta o referendo, cabe aplaudir que TV-3 se posicione a favor del ejercicio de la democracia, y denuncie los movimientos del Gobierno central enarbolando la Constitución como algo intocable, dándonos con ella continuamente en la cabeza como si los catalanes fuésemos alumnos díscolos a los que no se nos permite hablar ni en clase ni en el patio, ni tener derecho a voto.
Se equivoca Monegal. Si un medio público toma una postura editorial, esta debe ser a favor del estricto cumplimiento de la legislación vigente. Y promover el referéndum es justo tomar posición contra la misma. A pesar de eso, la crítica de El Periódico tiene algo muy positivo, pues acto seguido denuncia otro aspecto importantísimo del documental y de lo que implica:
El segundo concepto que el 30 minuts entrelaza e incrusta con el anterior es el de la independencia; y el papel que ha asumido TV-3 es el de persuadirnos de su bondad y excelencia. ¡Ah! Ese es un tema que excede a la función de la tele. Haciendo esta especie de colosal agit prop a favor -lo mismo diría si hiciese agit prop en contra- el concepto de televisión pública se transforma en otra cosa: a todos los catalanes nos asimila a un rebaño, y ella, TV-3, se otorga a sí misma el papel de guía y conductora. No sabemos quién ha dado la orden en TV-3 de transmutarse en el pastor iluminado que conduce al pueblo, antes incluso de que el pueblo – o sea, nosotros, los catalanes- expresemos libremente la dirección que nos apetezca a través de la consulta o referendo. Francamente, esto no es ni periodismo, ni información: esto es puro mesianismo, que es otra cosa.
Volvemos a Madrid, aunque para seguir hablando de Mas y los suyos. En La Gaceta, Javier Algarra publica ‘La Cataluña de los zares’, en el que recuerda el viaje carísimo viaje del presidente catalán y su numeroso séquito a Moscú —La ‘dolce cita’ de Artur Mas en Moscú y el estrepitoso fracaso de su viaje— mientras que la Generalitat recorta en sueldos a funcionarios y en servicios como la Sanidad o la atención a menores. Añade además:
Mientras recorta los servicios a los ciudadanos, el presidente de la Generalitat sigue pagando subvenciones a asociaciones independentistas, a entidades pancatalanistas en Valencia y mantiene más de doscientas empresas públicas y lujosas embajadas por el mundo.
Finaliza:
El presidente de la Generalitat llama abiertamente a incumplir las leyes, desafía a los tribunales, se salta la Constitución a la que prometió fidelidad y margina a quienes no piensan como él. Asegura que criticarle a él es atacar a Cataluña. Se esconde tras la senyera y el soberanismo para encubrir su pésima gestión, el despilfarro de dinero público y las corruptelas que asoman por el partido. El nuevo emperador de Cataluña ha copiado la autocracia de la Rusia de los zares.
Terminamos en La Razón, donde Alfonso Ussía publica un artículo titulado La tarjetita. Se refiere a la etarra Izaskun Lesaca, que trató de tragarse una tarjeta de memoria informática al ser detenida en Francia. Al final, el dispositivo tan sólo contiene «vídeos, fotografías y privacidades». Nos dice el columnista:
Me repugna el acceso público a grabaciones privadas o morbosas. No tuve el menor interés en ver lo de Pedro Jota, que tanta alegría produjo en sus adversarios, ni recientemente el de la concejala socialista. El primero se grabó con la financiación de un delincuente y el segundo se extendió por las redes sociales por una venganza o una ingenuidad.
Añade:
Y debo reconocer que en mi muralla contra la morbosidad malsana, se ha abierto una finísima grieta de curiosidad. He visto fotografías entrando y saliendo de los juzgados de la concejala socialista, y me ha parecido una mujer guapa, juncal y atractiva. Y he visto el documento gráfico de la detención de Izaskun Lesaca, y entiendo la expresión de susto de los embozados gendarmes que la detuvieron. No se puede ser más fea.
Se deleita Ussía en glosar la fealdad de la terrorista. Dice: «Se entiende que la etarra quisiera tragarse su tarjeta SD». Añade:
Estoy seguro de que en toda mujer, por malvada que sea, hay un poso de sensibilidad y pudor que le marca la frontera de lo admisible y lo intolerable.
Concluye:
Si alguien me sorprendiera desnudo y la fotografía o grabación tuvieran una posibilidad de hacerse públicas, me humillaría hasta profundas simas porque uno ya no está para nada. Sucede que entre Izaskun Lesaca y el servidor de ustedes se establecen tres diferencias. Que no soy terrorista, que no me han detenido y que, en el caso de hacerlo, no podría tragarme una tarjeta SD porque antes de ello tendría que saber en qué consiste esa tarjeta y llevarla encima en el momento de la captura.
En ocasiones, ser policía es durísimo.