Entre 45.000 y 270.000 participantes en la “manifestación para todos”. La “manifestación para todos” (manif pour tous) es el nombre oficial de la gran concentración que ayer conoció París contra el matrimonio homosexual, y la ajustada cifra de participantes –entre 45.000 y 270.000, un prodigio de exactitud– se la debemos a Le Monde, la cabecera-icono de la izquierda europea, que el domingo por la tarde era el primero en abrir con ese titular su edición online -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
Luego te explican la rara cuantificación: lo de 45.000 lo dice la prefectura de Policía de París –esa gente que apalea curas indefensos, que ya les vale–, y lo de 270.000 es la cifra que dan los organizadores. Para que luego digan que España es diferente. El caso es que, a juzgar por el canguelo que exhiben los medios franceses de izquierda, seguramente la realidad se aproxima más a la segunda cifra que a la primera.
La izquierda, en efecto, está completamente desconcertada. “La derecha se está endureciendo. Y hay un endurecimiento de la derecha dura”, se lamenta en Le Monde Daniel Cohn Bendit, que además de inspirador de Mayo del 68 y veterano eurodiputado ecologista fue un reconocido pederasta (es curioso, pero los medios progres españoles suelen omitir este último detalle, confesado por el propio Daniel).
Cohn Bendit denuncia, sí, el endurecimiento de la derecha, como siempre, pero además lanza un grito de alarma: “La izquierda está desmoralizada”. Dice el viejo Dani el Rojo, como para darse ánimos, que sí, que la calle hierve en París contra el matrimonio gay como antes hirvió contra la reforma de la enseñanza, pero que el hervor no impidió que esta última saliera adelante con el apoyo de buen número de franceses.
Vale, sí, es verdad, pero hay dos diferencias importantes. La primera, que eso de la reforma de la enseñanza pasó en 1984, cuando ser de derechas era casi un delito existencial (en Francia como en muchos otros sitios), mientras que hoy las cosas han cambiado mucho, a Dios gracias. La segunda diferencia: que el catalizador político de la izquierda francesa, que es el presidente Hollande, vive hoy sus horas más bajas con un descenso de popularidad hasta el 25%, el punto más bajo de su carrera. Eso quiere decir que sólo el 25% de los franceses se atreve a manifestarse satisfecho por la gestión de Hollande. No le va mucho mejor al primer ministro, Ayrault, que está en un 30%. El número de descontentos oficiales asciende al 74%. Lo dice el último sondeo del IFOP, que a estos efectos, por veracidad e influencia, es como el CIS de los gabachos. No es raro que la izquierda se desmoralice.
HOLLANDE SE QUEDA SOLO
Para colmo de males –o de bienes, según se mire–, el mismo IFOP asegura en una encuesta publicada el sábado que Hollande se está quedando solo en su defensa del matrimonio homosexual. La organización que promueve la oposición al gaymonio, que es Alliance VITA, pidió al IFOP un sondeo para discernir exactamente quién apoya qué. La pregunta fue esta: “Usted sabe que actualmente en Francia el matrimonio abre automáticamente el derecho a la adopción, es decir, que no se pueden disociar matrimonio y adopción. En estas condiciones, ¿a cuál de estas opciones es usted favorable? 1: Al derecho al matrimonio para personas del mismo sexo, incluido el derecho a adoptar. 2: A una unión civil que reconozca los mismos derechos que el matrimonio, pero sin permitir el derecho a la adopción. 3: A ninguno de estos dos proyectos”.
Los resultados son que la ley Taubira –que así se llama el proyecto de gaymonio francés– recibe un apoyo de sólo el 39%, la segunda opción es secundada por un 36% de los encuestados y la tercera –la oposición a ambas cosas– obtiene un 21%. O sea que el 57% de los encuestados está contra la adopción de niños por parejas homosexuales, y seguramente este porcentaje explica que la ley Taubira haya encocorado tanto a los franceses.
Libération, que es el periódico de la izquierda más dura, describe la manifestación de ayer con un tono doliente muy semejante al de Le Monde. Pero abre un rayo a la esperanza de la izquierda con una contramanifa organizada por la izquierda radical al otro lado del Sena: varios centenares de personas –a juzgar por la foto, no más de dos centenares–, con banderas arcoíris, se aglomeraban en la plaza de la Bastilla para gritar que “nuestros amores son más fuertes que vuestro odio”. Qué bonito. Es curioso, porque la prefectura de París –la de los aporreacuras–, que bajaba a 45.000 el número de los manifestantes antigaymonio, elevaba a nada menos que 3.500 estos “varios centenares” de Libération que se aman más fuerte que el odio del rival. ¿Y quiénes son los que odian? Los de la derecha, claro.
A usted esto debería sonarle de algo, ¿no? Libération da algunos ejemplos en boca de conspicuos portavoces del UMP. Por ejemplo, el diputado Jean-Frederic Poisson: “La izquierda no comprende lo que pasa: se cree portadora de luz y progreso frente a una extrema derecha facciosa y pasadista. Se equivoca: lo que aquí se está expresando es una voluntad radical de cambio”. Y otro político de derecha, Laurent Wauquiez, celebra “la determinación de esta joven generación que ya está harta de la biempensante modernidad”.
¿Dónde está el odio? En Libération les dolerá mucho oír estas cosas, pero, vistas desde aquí, la verdad es que le dan a uno ganas de hacerse francés aunque sólo sea por un ratito. En el otro lado del espectro mediát ico –con perdón–, L’Express, periódico de la derecha blandita, abría su web ayer con la frase de uno de los asistentes a la “manif pour tous”: “Quiero poder decir a mis hijos que hice todo lo que pude”. Nos cuentan también que las concentraciones no han terminado. Mañana martes se vota la ley en la Asamblea. Habrá nuevas movilizaciones. Y el 26 de mayo, otra gran manifestación, antes de que la ley pase al consejo constitucional. Esto, en efecto, no ha terminado.