LA CLAVE DEL DÍA

El País propone a la Eurozona rendirse ante Tsipras

ABC subraya que Grecia no debe recibir un "trato de favor" en comparación con España, que "cumple sus compromisos"

El Mundo se pregunta cómo Alemania va a conciliar la presión de su opinión pública con los deseos de Atenas

Alexis Tsipras ha ganado ante Antonio Caño y Juan Luis Cebrián. El periódico portavoz del europeísmo en España está aterrado ante las consecencias del resultado del referéndum griego y propone como solución la rendición de las instituciones de la zona euro.

Para el diario progresista, hay que dejar de «lamentarse por la frivolidad» y «encajar la voluntad de los griegos con la de los otros europeos». Así que da varias propuestas y mientras tanto, el BCE, según el editorialista, debe seguir poniendo dinero.

La Vanguardia se coloca con más discreción junto a El País: «Los países de la eurozona, aunque no les guste el resultado del referéndum, están obligados a aceptar el envite de Grecia y seguir negociando».

Por el contrario, ABC afirma que Grecia no puede recibir un trato mejor que el que ha recibido España. Si Tsipras obtuviese ventajas de su desafío, «la superviviencia» de la UE estaría en riesgo, concluye.

El Mundo se pregunta por qué el Gobierno de izquierdas griego quiere permanecer en un sistema financiero cuyos gobernantes, respaldados por su pueblo, consideran que es «terrorista».

EL PAÍS

Eso supondría el desplome de la economía griega, pero también cuestionaría la irreversibilidad del euro ante los mercados (si sale un socio, también podrían salir otros en el futuro) y la credibilidad de la UE para resolver un problema nada gigantesco. La responsabilidad exige evitar ese escenario. Para ello se necesita tiempo, que la situación financiera no regala.

La salida factible menos mala sería acordar algo así como una parada de relojes -se ha hecho en otras ocasiones graves-, evitando o posponiendo decisiones dramáticas (el automático corte de liquidez) hasta encontrar, si hace falta mediante reuniones permanentes de las instituciones pertinentes, una salida que desatasque el múltiple embrollo y la polarización de los socios.

Porque el embrollo es enorme, económico y democrático. Hay que encajar la voluntad de los griegos con la de los otros europeos, que juegan con la desventaja de no haber celebrado ningún referéndum, pero cuyos Gobiernos les representan con igual legitimidad.

Es una ecuación aparentemente imposible -porque las posiciones son diametralmente contradictorias-, ante la que no es consuelo lamentarse por la frivolidad de su principal causante, el Gobierno griego. Así no se hallan soluciones, y menos, excepcionales.

La historia europea está llena de referencias útiles, como los acomodos encontrados para Irlanda o Dinamarca tras referendos negativos sobre reformas del Tratado de la UE. Aunque esto sea mucho más difícil, porque entonces no jugaba un componente de desafío a una decisión común, sino la negativa a un proyecto, a un diseño. Salvar las dignidades de los distintos actores es ahora un rompecabezas. Solo si se logra algo parecido, la UE saldrá reforzada de esta lamentable y amenazadora crisis.

EL MUNDO

Yanis Varufakis, titular de Economía, lo expresaba anteayer con meridiana claridad en este periódico: «Lo que está haciendo [el Eurogrupo] con Grecia tiene un nombre: terrorismo». Si Varufakis y Tsipras piensan de esta manera, lo lógico y lo coherente es que Grecia abandone el euro, ya que los Gobiernos de la moneda única no van a aceptar una nueva inyección masiva de fondos si el país heleno no se compromete a un ajuste razonable.

Tsipras ha ganado el plebiscito sobre sus políticas y ha reforzado su liderazgo y su popularidad, pero su victoria supone un bofetón a Alemania y al núcleo duro del euro. Éstos difícilmente van a poder conciliar las presiones de la opinión pública, contraria a dar nuevas ayudas a los griegos, con las exigencias del Gobierno de Atenas, que se niega, por ejemplo, a alargar la edad de jubilación a pesar de que el sistema no es sostenible desde el punto de vista financiero.

Habrá que esperar a la reacción de hoy de la Comisión Europea, del BCE y de los jefes de Gobierno, pero no será nada fácil hacer compatibles las líneas rojas que no quieren cruzar las instituciones con el enfado y la decepción de los griegos, que ayer expresaron su rechazo a las políticas que personifica Angela Merkel. Grecia se ha convertido en un problema mayúsculo para la Unión Europea.

ABC

Grecia significa un desafío político, tanto o más que económico, para Europa, y esta debe afrontarlo con unidad. También con coherencia, porque no sería admisible que Grecia, después de romper la negociación, insultar a las instituciones comunitarias y tachar de «terrorismo» las demandas de rigor fiscal, acabara recibiendo un trato de favor frente a otros países que también han sufrido su propia crisis y la han superado con disciplina, esfuerzo y sacrificio. Países como España, que bajo ningún concepto sería el siguiente en la lista de los países intervenidos por la troika. El que cumple sus compromisos no puede ser un socio de peor condición que el que no los cumple. La Unión Europea tiene que aplicar este principio, por su propia supervivencia.

Tsipras ha utilizado la soberanía nacional griega como un arma arrojadiza contra Bruselas, dando marcha atrás en un camino que el resto de los socios europeos estaban recorriendo -como España desde hace treinta años- mediante cesiones de soberanía para consolidar un proyecto común y solidario. Si Grecia no quiere estar en él, que asuma sus decisiones.

LA VANGUARDIA

Los países de la eurozona, aunque no les guste el resultado del referéndum, están obligados a aceptar el envite de Grecia y seguir negociando en un clima que favorezca la mayor estabilidad posible. Cualquier concesión que se deba realizar siempre resultará más barata que los grandes desequilibrios geoestratégicos y financieros que puede suponer la salida del euro. Pero Grecia, a su vez, debe hacer gala de una mayor seriedad y responsabilidad de la que ha demostrado hasta ahora para afrontar las reformas que el país necesita.

En cualquier caso, a partir de lo sucedido, es igualmente claro que la zona euro debe efectuar los avances necesarios para demostrar al mundo que es una verdadera unidad monetaria y que sus países miembros no tienen por qué sufrir restricciones al movimiento de capitales, ni mucho menos salir del euro, en caso de crisis. El BCE es también el banco central de Grecia y no puede ni debe hacer dejación de las responsabilidades que ello conlleva.

LA RAZÓN

En definitiva, el Gobierno griego no sólo ha perdido capacidad de maniobra, sino que ha quedado a los pies del Banco Central Europeo, de quien dependen la supervivencia del sistema bancario griego, al menos, durante las próximas semanas. Fuera del rescate, sin haber hecho frente a sus compromisos con el FMI, Alexis Tsipras ha vencido en su demostración de fuerza interna, pero es dudoso que se trate de una victorial real.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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