Seguimos a vueltas con Andalucía y las consecuencias de las elecciones. Las tribunas y editoriales de la prensa de papel de este 5 de diciembre de 2018 se empiezan a posicionar y, sobre todo, a cargar en algunos casos contra Vox por el medio del ataque directo, como Pepa Bueno en El País, o bien como el propio editorial del diario de PRISA en el que corresponsabilizar a PP y a Ciudadanos de lo que pueda suceder en caso de pactar con la formación de Abascal en Andalucía:
Ignacio Camacho tiene claro que PP y Ciudadanos han de ponerse de acuerdo para negociar con Vox y aprovechar la oportunidad histórica de desalojar a Susana Díaz de la Junta de Andalucía:
No habrá otra ocasión en años, y ésta se ha producido porque agarró a la izquierda sesteando. Ni el PP ni Ciudadanos tendrán modo de explicar a su electorado que sus rivalidades y recelos, mutuos o respecto a terceros, conduzcan al fracaso. Tendrán que apañárselas para digerir el incordio de contar con Vox como circunstancial aliado; si no lo hacen será peor porque el partido emergente los adelantará de un tranco. Cuando gobiernen es probable que sufran un ataque de pánico, pero ahora les está prohibido el miedo al cambio.
Luis Ventoso se fija en los miedos de Susana Díaz ante la posibilidad más que real de tener que dejar el Palacio de San Telmo:
Es comprensible el rictus contrito que marca desde el domingo el rostro de Díaz. En una ocasión, en una refriega parlamentaria con una diputada del PP que le afeó que su marido había cobrado de los cursos de formación, la presidenta resumió con gracejo la aportación pecuniaria de su cónyuge al matrimonio: «Me he casado con un tieso. ¿Qué pasa?». Pero la presidenta tiene una casa, un solar, dos coches y una buena hipoteca encima. Se hace duro salir al mercado laboral con 44 años a buscarte tu primer empleo en la economía privada. De todas formas, Susana no debe preocuparse. Los partidos españoles tienen establecida una fórmula para que las figuras rechazadas por los ciudadanos en las urnas sigan viviendo del erario público: senadora autonómica y a solazarse en la cámara-spa.
El editorial de ABC le recuerda al PSOE que su descalabro en Andalucía es fruto de haber llegado a La Moncloa a lomos de podemistas y separatistas:
El PSOE sigue sin comprender que la razón esencial para su debacle en Andalucía es su connivencia y permisividad con sus socios de moción de censura y con el separatismo catalán. Lo demás es contribuir a reabrir con odio heridas cerradas durante la Transición. El PSOE no tiene derecho a quejarse de un efecto péndulo ideológico en España, sobre todo si sobrevive gracias a Podemos, inmerso en un revanchismo inculto y grosero que quiere imponer una Constitución chavista y erradicar la Monarquía.
El editorial de El Mundo, de tapadillo, dice que los votos de Vox son imprescindibles para voltear el régimen andaluz de 40 años de socialismo:
Sin los votos de Vox, partido populista de derecha, no es posible voltear el régimen; el fariseísmo del PSOE ante esa opción delata el cinismo de quien estaba dispuesto a pactar con Adelante Andalucía, partido populista de izquierda. Ahora bien, de la responsabilidad de PP y Cs esperamos un programa que ponga coto a toda condición radical.
John Müller le dice a Sánchez que ha perdido una gran oportunidad para haber convocado con viento a favor elecciones:
Pedro Sánchez lleva dos días rehuyendo valorar las elecciones andaluzas para no constatar el mensaje que le concierne: presidente, se te pasó la hora de convocar elecciones con ventaja. Corto y simple. Tiene que ver con la situación de Cataluña, como se quejaba ayer Susana Díaz, pero también con el ambiente emocional que lo aupó al poder. Este mensaje plantea que su oportunismo, esta vez, traicionó a Sánchez. El presidente-Waze, que se guía por el GPS de su intuición cambiante, que detecta oportunidades donde los demás ven problemas, habría estirado demasiado la cuerda. Una cosa es coincidir tácticamente con los golpistas catalanes para expulsar a Mariano Rajoy de la hamaca y otra muy distinta intentar gobernar con ellos, subastando indultos y retorciendo la nariz a los abogados del Estado. La gente se ha dado cuenta.
Raúl Del Pozo le lanza un órdago a Albert Rivera respecto a sus intenciones en Andalucía:
La idea de que los políticos tienen que mancharse las manos, mentir, pactar con el diablo, travestirse ideológicamente ya ha sido castigada por jueces y electores. Los partidos no son ONG, sino instrumentos para llegar al poder, pero han de mantener una apariencia aseada. No se puede gobernar con el padrenuestro en la manos, tampoco con cinismo y desvergüenza. Albert Rivera tiene la palabra. Promete que habrá cambio en Andalucía y se arriesga a tener que hablar claro; no podría enterrar una deslealtad con palabras. Le ha avisado Manuel Valls, que viene de la Francia de la libertad: ahora más que nunca es el momento de los pactos con sentido común por el bien de España y de Europa.
El editorial de El País, que parece titulado por Teresa Rodríguez, Adelante, Andalucía, carga contra Vox y los partidos que pactarían con esa formación:
Uno de los problemas de las democracias consolidadas -lo vemos cada día- es la falta de propuestas políticas concretas para resolver los auténticos problemas de los ciudadanos. En un mundo polarizado, son los mensajes de trazo grueso los que más inciden en unos votantes desconcertados y muchas veces fragilizados por su falta de perspectivas. Una cosa es la propaganda electoral, por muy deteriorada que esté, y otra muy distinta gobernar. Vox querría imponer una agenda maximalista que nada tiene que ver con el Gobierno de Andalucía. Los partidos que pacten con él quedarán involucrados en esa fraseología rancia de extrema derecha, de la que será muy difícil desprenderse. En un Parlamento democrático todas las coaliciones son legítimas, pero no los programas sobre los que se articulan. Los partidos que claudiquen ante el programa de Vox estarán poniendo en riesgo su compromiso constitucional y democrático.
Pepa Bueno suelta bilis por la boca y considera a Vox poco menos que un monstruo de ultraderecha:
Nunca fuimos diferentes. Y ahora ya convergemos hasta el tuétano con el resto de Europa. Los votantes de Vox emergen en Andalucía, la comunidad que más ha votado en esta democracia a la izquierda. Ya están aquí, en las instituciones, los amigos de Le Pen. Su llegada trastoca todo el panorama político, aunque todavía no sabemos si es un fuego de artificio, como tantos otros hemos visto, o si ha venido para quedarse. Pero llama la atención la ligereza de los argumentos con los que se analiza y reclaman actuaciones políticas para que el fenómeno no crezca. Ojo con lo que hacemos que los ultras se enfadan, no le demos de comer al monstruo, no sea que.
Pedro Narváez, en La Razón, resalta las contradicciones de Ciudadanos y como ahora va a tener que mojarse a base de bien en Andalucía:
Ese intento de demonizar a uno de los ganadores de las elecciones andaluzas, nos guste o no, mantiene en tensión a los tibios de Ciudadanos que se encontraban plácidamente en el centro centro, que es donde se suele colocar el buen vecino para no molestar a la comunidad, y ahora tiene que elegir si se le asocia con las «derechas» o intenta ocupar los asientos vacíos que han dejado los socialistas al hacer manitas con la extrema izquierda y los soberanistas. La tentación es tan grande que los naranjas exprimen el cerebro para consumar la jugada que los elevaría al poder traicionando su discurso del reparto de sillones, y siguen el consejo del desfondado Manuel Valls contra Vox, como si todavía fuera posible hacer de Rivera un Macron con chalecos amarillos, o permiten el cambio.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72