En las proximidades de cercados
se afirma y no es culpable el cercador
que la cabra sensata da el calor
a los que aran terrenos más diezmados.
La cabra encubre pastos remojados
de un escarlata suave soñador
y en estudio profundo del humor
fluctúan canapés amanojados.
Y no se queda nadie sin ninguno
son briznas desprendidas no la espiga
lentamente cerrada por cabruno.
Su espejo y el silencio hasta la llama
también degusta con rabia esa ortiga
de amparo derretida entre la grama.
José Pómez
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