Una ojiva de plata suavizante
el clamor es un viento desterrado
y adormecido prende lentamente
procura intensidad de ese silbido
principio del principio silencioso.
Poco a poco derrite los peldaños
al achancar zumbidos de destreza
y descentralizando se introduce
en las mentes mentadas de cerezos
aturdidos de icono inflado y fuego.
Desde la cumbre sale crece y vuela
un chasquido pequeño y algo ingenuo
no pierde fuerza que la va ganando
desborda lo que esparce alrededor
duplica la onda de los vegetales.
Se merece un suspiro de tormenta
su mucha fama abrocha con cinismo
y se abraza a lo público con fuerza
malhumorado extiende las ganancias
en el bosque privado de los hielos.
Tal como son timbales explosivos
tal como son disparos musicales
varias veces al día y de repente
ese temblor retumba viento inflado
de la mezquindad que su rostro empapa.
José Pómez