Zapatero con calcetines blancos

Zapatero con calcetines blancos

(PD).- Un fantasma recorre el mundo: el de la diplomacia española implorando un asiento para Zapatero en la cumbre de Washington.

Como subraya Ignacio Camacho en ABC, no queda cancillería ni lobby ante los que el Gobierno español no se haya postrado en su afán de estar presente en una cita para la que, hasta el momento, el presidente no ha mostrado una sola idea que avale la necesidad de escucharle, ni una pujanza política que excite siquiera la curiosidad del club que va a reunirse en su probable ausencia.

El displicente silencio de los convocantes ante el despliegue suplicatorio indica que el argumentario está mal elegido o dispone de escasa capacidad de convicción; es evidente que a Bush, el anfitrión, no se le olvidan los agravios, pero resulta difícil de aceptar la hipótesis de una conspiración universal contra los intereses de una España imparable.

Es más probable que, simplemente, ni estemos haciendo las cosas tan bien ni, aun habiendo crecido de forma sostenida y fehaciente, seamos tan importantes como nos creemos. O como se creen algunos.

Porque para pesar en el mundo no basta sacar pecho por ahí con vistas al efecto euforizante de la opinión pública interna; hay que tejer redes, contactos, alianzas más efectivas que la de civilizaciones.

Cuando se va diciendo que hemos adelantado en crecimiento y renta a Italia y que pronto le echaremos la pata a Francia conviene disponer de elementos objetivos de contraste.

Por ahora, ambas naciones están en el G-8 y España no. El discurso de la novena potencia sólo funciona, y no del todo, de puertas para adentro; en Gran Bretaña aún somos pigs, Argentina nos chulea y la Unión Europea no recuerda en su seno intervenciones destacadas de un Zapatero más bien aislado y ausente.

En Estados Unidos, este Gobierno es el amigo europeo de Castro y Chávez, el que retiró sin aviso las tropas de Irak poniendo en peligro la vida de los soldados que allí quedaban, y el que mientras a través de su ministro de Exteriores impetra en la Casa Blanca una invitación, a través del de Industria lleva en voz alta la cuenta atrás de los días que le quedan a Bush en la Presidencia.

A Obama y McCain, cuyas candidaturas han recibido la correspondiente llamada, les interesa ahora mismo más Ohio o New Hampshire que España. Ellos ni siquiera se han puesto al teléfono: el 15 de noviembre les importa bastante menos que el 4.

Lo que nuestro presidente olvida en su patetismo suplicante es que el liderazgo no se reclama: se demuestra o, más sencillamente, se ejerce. Lo que está haciendo es rebajar la dignidad nacional a base de reivindicarla.

El lúcido Hermann Tertsch lo expresó con la metáfora potente y desoladora del que trata de ablandar a un hermético portero de discoteca.

Zapatero se ha postrado ante los orgullosos gorilas que custodian la puerta del club del poder internacional tratando de demostrar que cumple los requisitos de entrada.

Pero ellos, al margen de que al final le franqueen el paso con un humillante gesto de conmiserativa soberbia, lo siguen viendo sólo como un dominguero, un galán de barrio con calcetines blancos que cree ir vestido de impecable etiqueta.

VÍA ABC

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