(PD).- Aunque Pepe Blanco haya reabierto, por el procedimiento de darlo por cerrado, el leve debate sobre la posibilidad de que Zapatero no opte a un tercer mandato, la candidatura presidencial que en estos momentos está en el alero es la de Mariano Rajoy, sometido a una ya abierta operación de acoso interno que tiene por objeto derribarlo a partir del 2 de marzo.
Subraya Ignacio Camacho en ABC que la diferencia entre ambos estriba en que, mientras el presidente es dueño indiscutible de su propia decisión, el líder de la oposición depende de unos apoyos que cada vez zozobran de forma más acusada y empiezan a verlo como una apuesta perdida.
Es la ventaja del poder, que como se sabe desgasta sobre todo al que no lo posee.
Rajoy tiene difícil, muy difícil, llegar políticamente vivo a 2012, pero nadie está en condiciones de asegurar que esta legislatura dure tanto. Si Zapatero aguanta este año la erosión de la crisis, la presidencia semestral europea de 2010 le va a proporcionar a su imagen un importante impulso, abrazos de Obama incluidos, capaz de aconsejarle el adelanto de las elecciones a ese otoño.
Este es el horizonte que acucia a los numerosos disidentes del PP y les urge a precipitar el relevo. La impaciencia se los come por las patas, y si hasta hace bien poco parecían dispuestos a esperar a las europeas de junio, ahora afilan los cuchillos para desenvainarlos tras la jornada vasco-gallega del 1 de marzo.
Rajoy está decidido a resistir la presión, como antes del congreso de Valencia, pero una cuenta de resultados menguantes achicharra cualquier expectativa.
Le beneficia la falta de una alternativa clara. La pugna entre Aguirre y Gallardón amenaza con inhabilitar a ambos.
Los estatutos contemplan unas primarias si el actual presidente no se presenta, y ese horizonte favorece en principio al alcalde de Madrid, por lo que sus adversarios tratarán a toda costa de evitarlo.
La «tercera vía» sería el retorno consensuado de Rodrigo Rato, posible sólo por intensa aclamación y a expensas de la voluntad nada clara del interesado. La vuelta de Aznar parece remota, aunque nunca del todo descartable, y electoralmente desastrosa; el retorno al pasado es sin duda la opción que más gustaría a Zapatero.
Porque esta complicada partida se juega entre dos, y los socialistas también pueden mover ficha. ZP se siente vencedor ante Rajoy, Esperanza Aguirre y el propio Aznar, pero frente a Gallardón o Rato podría arriesgar con un inesperado gambito de dama.
La dama en reserva se llama Carme Chacón, prolongación natural del zapaterismo en estado puro y con vuelta de tuerca feminista.
Queda una última opción en la ventolera de hipótesis conspirativas que agita Madrid en este crudo invierno: que la derecha optase por otra catarsis refundacional como la del 89, saltando una generación en busca de una figura nueva y más joven que Zapatero.
En ese caso habría que mirar primero a Valencia, si bien una tesitura así, de auténtico big-bang, se volvería por completo incontrolable y abierta. De momento, claro, todo es hablar por hablar, porque Rajoy, enrocado, confía en manejar los tiempos y no piensa dejarse dar jaque mate de cualquier modo. Pero haría bien en cuidarse de los idus de marzo. Y de los de junio.