La inconmensurable ignominia y la desfachatez absoluta de Pedro Sánchez, del PSOE y de sus compinches mediáticos y políticos resulta ya insoportable: mientras el Levante español se ahogaba bajo la peor DANA de su historia, con decenas de muertos y desaparecidos, ellos no movieron un solo dedo en las horas críticas.
El presidente, tan valiente para atacar al presidente Mazón día sí y día también, prefirió seguir haciéndose selfies sonrientes en la India como si nada ocurriera; sus ministros y diputados, dedicados a asaltar RTVE en el Congreso o a esconderse en despachos climatizados a cientos de kilómetros, mirando el móvil de reojo mientras la gente moría atrapada en sus coches.
Esa indolencia criminal, esa falta de empatía y de responsabilidad, quedará grabada como una de las páginas más vergonzosas de la historia reciente de España.
Mientras decenas de miles de valencianos luchaban contra el agua o se ahogaban bajo el barro, Sánchez disfrutaba de una velada romántica con su esposa Begoña Gómez en los restaurantes más exclusivos de Bombay.
El presidente del Gobierno se encontraba a 7.200 kilómetros de distancia cuando la DANA desató su furia sobre la provincia de Valencia el 29 de octubre de 2024, causando 229 muertes en la Comunidad Valenciana y más de 237 en todo el país. En Madrid, sus compañeros de Gobierno se apresuraban a asaltar RTVE sin esperar ni un instante a que cesaran las labores de rescate.
La gestión de esta tragedia, una de las más devastadoras en España en los últimos años, no solo revela una notable incompetencia administrativa, sino también una frialdad política que resulta casi indefendible.
El viaje presidencial a India, presentado como una misión diplomática crucial, se convirtió en un símbolo grotesco de la desconexión entre el Gobierno Frankenstein y las vivencias cotidianas de los españoles.
Sánchez y Gómez habían llegado dos días antes de que la DANA azotara Valencia.
Mientras las primeras víctimas ahogadas eran reportadas en localidades cercanas al río Magro y el Barranco del Poyo, el presidente estaba ocupado visitando estudios cinematográficos en Bollywood y posando para fotografías institucionales.
A las 20:15 horas del tiempo valenciano, ya con las primeras muertes confirmadas, Sánchez continuaba inmerso en sus compromisos oficiales en India. Luego, entre las 20:15 y la una de la madrugada, desapareció por completo de cualquier agenda pública: cuatro horas fatales durante las cuales muchos perdieron la vida mientras él cenaba con su mujer en un lujoso restaurante bombayense.

La factura de la indiferencia
Los gastos derivados de este viaje oficial permanecen bajo secreto de Estado, escudados tras la justificación de la Seguridad Nacional. Casi 90.000 euros en costes ocultos que Moncloa se niega a hacer públicos; esa misma Seguridad Nacional que Sánchez no consideró necesaria cuando la emergencia climática azotaba Valencia. La contradicción es tan evidente que resulta ofensiva: se invoca la protección de datos clasificados para ocultar facturas por una cena, pero no se aplica urgencia alguna para desplegar recursos militares masivos al inicio del desastre. El Falcon presidencial podría haber regresado rápidamente para coordinar las operaciones de rescate desde el primer momento, pero no fue así. Sánchez permaneció en India hasta concluir su agenda oficial, mientras en Valencia los helicópteros rescataban personas atrapadas en azoteas y los equipos de la UME operaban sin instrucciones claras que solo un presidente presente podría haber proporcionado.
Cuando finalmente pisó suelo español a las 10:30 horas del 30 de octubre, ya habían fallecido todas las víctimas mortales: doscientos veintinueve personas. Lo primero que hizo su Gobierno fue aprobar un decreto para renovar la cúpula de RTVE aprovechando la confusión reinante. Mientras la tragedia dejaba huellas profundas en Valencia, el PSOE y sus aliados corrían para limpiar la televisión pública de voces disonantes. Francina Armengol, presidenta del Congreso, anunció esta decisión cuando aún persistía la emergencia. La prioridad no era coordinar rescates ni movilizar recursos adicionales; lo urgente era tomar control sobre RTVE para controlar la narrativa.
La ausencia de los responsables
Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del Gobierno y encargada del Medio Ambiente y Agua, no estaba presente en España cuando golpeó la dana. Se encontraba en Bruselas preparando su examen para convertirse en comisaria europea, un cargo que le permitiría alejarse del peso que debería asumir aquí. El jefe de la Confederación Hidrográfica del Júcar, Miguel Polo, no activó los protocolos adecuados ante el desastre. La directora general de Protección Civil, bajo órdenes del ministro Marlaska, partió hacia Brasil a primera hora tras las inundaciones cuando aún había decenas de miles desaparecidos según el Centro de Coordinación Operativa Integrada. Por su parte, Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, estaba disfrutando una comida en El Ventorro cuando comenzó el desastre; al menos tuvo el gesto político correcto al dimitir un año después. Los miembros del PSOE nunca asumieron responsabilidad alguna.
El análisis del columnista Antonio R. Naranjo retrata con precisión esta negligencia sistémica: lo que mató no fue solo la lluvia, sino cómo se gestionó esa lluvia. Fallos estructurales en presas, barrancos olvidados, alertas ignoradas y evacuaciones ineficaces evidencian una falta alarmante de decencia política. Sánchez, como presidente, lleva sobre sus hombros gran parte del peso por lo ocurrido. Optó por priorizar cumbres internacionales y agendas globales frente a simulacros reales ante emergencias locales. Su ausencia marcó un punto crítico dentro del colapso administrativo sucedido durante esa catástrofe natural.
Del barro a los despachos
La disparidad entre esta realidad y cómo se gestionó políticamente después resulta casi cómica si no fuera tan trágico. Mientras Pérez Llorca, diputado del PP, removía barro junto a los vecinos afectados en Paiporta, la socialista Diana Morant, ministra de Ciencia, permanecía cómodamente instalada en su despacho madrileño lejos del horror visual vivido por muchos valencianos. Esa es exactamente la imagen reflejada por dos Españas: aquellos que asumen responsabilidades manchándose las manos trabajando por reconstruir lo perdido frente a quienes permanecen sentados en despachos climatizados redactando comunicados vacíos. Se ha criticado a Morant por tardar demasiado tiempo en desplegar efectivos militares masivos y por no coordinar adecuadamente con otras administraciones; parece que su agenda personal pesaba más que la emergencia real.
La posterior visita presidencial a Paiporta junto con los Reyes Felipe VI y Letizia el 3 noviembre fue pura escenificación política. Recibido entre gritos e insultos por parte del público enfadado lanzándole objetos y barro, Sánchez optó por abandonar rápidamente el lugar para escapar ante las protestas mientras los Reyes continuaron adelante con su recorrido mostrando apoyo real hacia lo sucedido —un apoyo que él mismo no supo dar—. Los vecinos preguntaban angustiados: «¿Dónde está Sánchez?» Su respuesta fue huir como había hecho desde el primer momento tras estallar la tragedia.
El castillo de naipes
Un año después del paso devastador de la dana aún queda rastro del barro arrastrado por las aguas; pero más persistente es esa incómoda pregunta que nadie quiere contestar desde Moncloa: ¿dónde estabas tú, Pedro? Cuando España te necesitaba realmente… Según Fernando López Miras, presidente murciano, «Sánchez y su gobierno se ríen abiertamente sobre los españoles». Ha señalado con contundencia que «Sánchez es responsable final ante toda corrupción sistemática alrededor suyo» enfatizando además que atravesamos «el peor momento institucional desde nuestra democracia». Además afirma rotundamente que «si Ximo Puig hubiera estado al mando habría mandado al ejército desde el primer instante», revelando así cómo politicizaron incluso esta emergencia.
Lo más sorprendente es que nadie dentro del Gobierno ha asumido responsabilidad alguna tras lo ocurrido; Sánchez no volvió a Valencia hasta tres meses después del desastre natural ocurrido allí. En defensa propia Ribera alegó haber firmado declaraciones ambientales clave durante su etapa anterior como secretaria estatal pero reconoció implícitamente falta coordinación interadministrativa necesaria para atender emergencias como esta debían serlo realmente desde hace tiempo atrás; mientras tanto el Partido Popular insiste firmemente sobre múltiples negligencias llenando unas lagunas donde sufrimiento humano podría haberse evitado con mayor diligencia.
Un dato curioso: aunque oficialmente se emitió alerta a móviles ciudadanos alrededor a las 20:11 horas pidiendo «evitar desplazamientos», llegó demasiado tarde; ya había calles anegadas quedando atrapadas decenas personas sin salida posible ante tal calamidad sucediendo allí mismo frente a ellos mismos… Aún hay dos desaparecidos sin respuesta alguna: Elizabeth Gil, madre dos hijos arrastrada por riada Cheste; también está presente aquí Francisco Ruiz quien salvando nietos Montserrat fue engullido luego por aguas arrastrándolo lejos demasiado. Sus familias siguen esperando respuestas jamás llegarán mientras tanto disfrutan cenas lujosas Bombay ministros haciéndose selfies TikTok recomendando libros insulsos.
