Otra claudicación y son ya cientos.
El socialista Pedro Sánchez necesita los votos de los separatistas del PNV y hará lo que sea para tenerlos.
Y los peseteros nacionalistas vascos, encantados de la vida y haciendo caja.
Cuando en Madrid se menciona el “palacete parisino”, muchos podrían pensar en una obra de Balzac, pero la realidad supera cualquier ficción.
La propiedad ubicada en el número 11 de la avenida Marceau, en el centro de París, ha pasado recientemente de ser una sede discreta del Instituto Cervantes a convertirse en protagonista de uno de los episodios más vergonzosos de la política española contemporánea.
El Gobierno Sánchez ha decidido ceder esta propiedad al Partido Nacionalista Vasco (PNV), desatando una tormenta política y mediática que pone de manifiesto que, en España, incluso los edificios tienen su propia ideología.
Construido en 1883 por el arquitecto Paul Déchard, este inmueble fue antiguamente residencia del directivo de Au Bon Marché, Narcisse Fillot. Es un claro ejemplo del estilo Haussmann, con dos plantas y una buhardilla que ha sido testigo del paso por sus salones de personajes que van desde exiliados hasta diplomáticos.
Si estas paredes pudieran hablar, contarían principalmente relatos sobre guerra, exilio y interminables disputas legales.
En resumen, pocas veces un inmueble ha concentrado tanta historia política… ni ha generado tantos titulares encendidos a ambos lados del Bidasoa.
Memoria, decretos y una cesión controversial
A fecha de hoy, 21 de septiembre de 2025, el tema sigue muy presente: el decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado el 24 de diciembre de 2024 formalizó la transferencia del palacete al PNV como parte del cumplimiento de la Ley de Memoria Democrática.
De acuerdo con esta normativa, se restituirán bienes que fueron incautados durante la Guerra Civil a sus legítimos propietarios o herederos políticos.
El PNV lleva años reclamando este edificio como propio. Aseguran que fue adquirido en septiembre de 1936 con aportes recaudados por sus afiliados en América —en una época donde ni siquiera existía formalmente el primer Gobierno vasco— y que fue cedido como sede al ejecutivo vasco en el exilio.
Sin embargo, esta narrativa no es compartida por todos. En 2001, el Consejo de Ministros desestimó la solicitud del PNV argumentando que la incautación no fue efectuada directamente por autoridades españolas. Dos años después, en 2003, el Tribunal Supremo respaldó esta postura al determinar que no había pruebas suficientes sobre la titularidad directa del partido respecto al inmueble.
La llegada nazi a París complicó aún más las cosas: durante la ocupación, la Gestapo confiscó el edificio y lo entregó a las autoridades franquistas.
¿Justicia histórica o pago político?
Para el Gobierno Sánchez y sus aliados nacionalistas vascos, este traspaso representa un acto de justicia histórica. En contraste, para la oposición —y gran parte de la opinión pública— se trata simplemente de un nuevo pago político entre las múltiples concesiones a cambio del apoyo parlamentario tanto del PNV como de otros partidos nacionalistas o separatistas como Junts. No se habla solo de un edificio: estamos ante más de 15 millones de euros en una zona prime parisina —y probablemente mucho más si se consulta a cualquier inmobiliaria local—.
Sin embargo, hay detalles importantes a considerar. Aunque ahora la propiedad pasa a manos del PNV, el Instituto Cervantes podrá seguir utilizando el edificio hasta finales de 2030, siempre y cuando pague una «renta acorde al mercado» que será gestionada… sí, por el propio PNV. Las estimaciones sobre cuánto podría ser ese alquiler anual varían según quién haga los cálculos; algunas voces elevan esa cifra hasta montos millonarios anuales aunque no hay datos oficiales definitivos en el decreto publicado.
Claves para entender el embrollo
- La Ley de Memoria Democrática permite devolver bienes incautados durante la Guerra Civil.
- La cesión fue aprobada por decreto por parte del Consejo de Ministros.
- El Tribunal Supremo previamente rechazó la titularidad directa del PNV.
- Esta cesión incluye derechos para que el Estado español continúe usando parte del edificio.
- El gesto es visto como una concesión política para asegurar apoyos parlamentarios.
Contexto político: ¿claudicación o pragmatismo?
El traspaso no puede ser comprendido sin observar las dinámicas recientes en el parlamento. En los últimos años, las votaciones cruciales han dependido casi siempre del apoyo temporal —y costoso— del nacionalismo vasco y catalán. Acuerdos con Junts o ERC han abarcado desde indultos hasta transferencias competenciales rápidas; ahora se suma este episodio relacionado con un inmueble en París.
La oposición —especialmente PP y Vox— critica lo que consideran una “subasta permanente” donde cada decreto gubernamental se convierte en moneda para satisfacer exigencias nacionalistas. El propio PNV ha indicado que este acuerdo no es algo nuevo: ya había un compromiso previo con gobiernos anteriores (incluyendo a Mariano Rajoy), aunque nunca llegó a concretarse.
Algunos observadores establecen paralelismos entre este caso y otras recientes concesiones: desde transferencias fiscales hasta acuerdos sobre infraestructura o gestiones penitenciarias. El patrón parece claro: cada voto decisivo tiene su costo y generalmente se paga con patrimonio común.
Las otras concesiones recientes
- Cesión exprés a Junts para influir en las investiduras.
- Pactos presupuestarios con EH Bildu y ERC.
- Transferencias fiscales exclusivas destinadas al País Vasco y Navarra.
- Amnistías y reformas legales específicas.
La batalla simbólica: banderas y memoria
Tan pronto como se hizo oficial la cesión, el PNV colgó su ikurriña en la fachada del palacete parisino. Este gesto simbólico ha avivado aún más los ánimos entre quienes perciben esta operación como una rendición ante los separatismos. La historia parece repetirse: si ayer fue refugio para exiliados republicanos, hoy se presenta como escaparate diplomático… pero también como un tablero político donde cada símbolo tiene relevancia.
La memoria histórica aquí se entrelaza con intereses muy actuales. Mientras algunos reclaman reparaciones por agravios pasados, otros critican lo que consideran desmemoria hacia los intereses generales del Estado.
Curiosidades y datos para entendidos
- El inmueble fue inicialmente adquirido por intermediarios afines al PNV durante los años treinta; su historia incluye espionaje internacional, donaciones desde México e ingeniosas maniobras financieras dignas del mejor thriller histórico.
- Durante la ocupación nazi, la Gestapo tomó control directo del edificio —un capítulo poco conocido incluso entre aficionados a novelas bélicas—.
- Tras décadas funcionando como sede cultural española en París, ahora será administrado (al menos hasta 2030) por aquellos que lo ven como un “símbolo nacional vasco”.
- A pesar del revuelo actual, esta reclamación era conocida entre círculos diplomáticos franceses desde hace más de medio siglo; París observa atónita cada giro legal como quien presencia una película interminable filmada entre Bilbao y los Campos Elíseos.
