MADRID, 19 (OTR/PRESS)
A estas alturas, le confieso a usted que, a mí, lo de las escalas de los vuelos de la CIA en territorio español me produce, si no fuese por la rabia, hasta risa. No me diga usted que no sabía hasta el último mono en este país nuestro que los aviones americanos aterrizaban (y aterrizan) y despegaban (y despegan) literalmente cuando-les-da-la-gana sin que nadie ose averiguar qué es lo que llevan en sus panzas.
Todo este asunto del «borrado informático», de los documentos perdidos y hallados quién sabe dónde, de los ministros que no sabían lo que hacía el subsecretario, que ignoraba lo que hacía el director general, quien estaba mirando hacia otro lado cuando el jefe de negociado pronunciaba el «OK» a la llegada del aparato de la US Navy, qué quieren que les diga: me suena a cuento chino. Siguen tomándonos por menores de edad: ¿se acaban de enterar de que el PP se llevó toda la documentación que pudo de los ordenadores, como hizo el PSOE cuando llegaron los «populares», que es exactamente lo que hizo el PP cuando Felipe González llegó al poder?
En uno de sus impagables libros de memorias, Calvo-Sotelo relata cómo, al llegar al poder sustituyendo a Adolfo Suárez, decidió, en medio de enorme sigilo, abrir la caja fuerte de Moncloa con el archivo de los secretos de Estado. Dentro de la caja, sorprendente, un solo papel, pequeñito, cuidadosamente doblado: el número de la clave para abrir esa misma caja. Nada más.
Nunca sabremos si la anécdota es rigurosamente real. Un día se lo pregunté a Calvo-Sotelo y pareció ofendido: «literalmente exacta», me dijo, con una especie de guiño cómplice que no supe interpretar.
Se desconoce, en todo caso, que un solo gobernante haya dejado papeles comprometedores al sucesor. Y sacar a colación ahora el tema me parece un ejercicio de mendacidad más en este asunto aéreo. Si Obama I el Grande nos pide pista, ¿quién le va a decir que no? ¿Zapatero? ¿Rajoy? ¿Usted? ¿Yo? Pues que pasen y se pongan cómodos, que para eso son el imperio. Y los de casa, que no nos engañen más, que ya estamos de vuelta.
Fernando Jáuregui.
