Obama se desinfla


MADRID, (ABC)

Eran tantas las expectativas y había sido tan milagrosa su campaña, que muchos dieron por supuesto que resolvería todos los males del planeta. Que en cuanto llegase a la Casa Blanca, la economía mejoraría, las tensiones mundiales se iban a atenuar y la gente sería más próspera y feliz.

Han pasado exactamente 23 días desde la emocionante ceremonia inaugural y ya no hay prácticamente nadie que crea en los poderes taumatúrgicos del protagonista de aquel 20 de enero histórico.

Obama arreglará algunos de los entuertos que nos legó su impopular predecesor, pero no parece en condiciones de crear un orden realmente nuevo, ni en EE.UU. ni en el escenario internacional.

Cumplir promesas, como las que hizo sobre Guantánamo o Irak, le llevará tiempo y la ilusión de las multitudes se marchita enseguida.

Como Carter, Clinton y el propio Bush, intentará coronar su mandato firmando la paz definitiva en Oriente Próximo y lo más probable es que, como ellos, se pegue un batacazo.

Se va a fajar contra los terroristas islámicos y echará el resto en Afganistán, pero veremos qué cara se les pone a los cantamañanas de la Alianza de las Civilizaciones cuando nos exija participar de verdad en la guerra contra los malos.

Para colmo, ya ha quedado patente que no es un lince a la hora de hacer nombramientos; y a la vista de la forma en que reacciona Wall Street a sus multimillonarios planes de rescate, parece que no tiene varita mágica para reactivar la economía.

Eso no invalida a Obama, ni permite suponer que su presidencia esté abocada al fracaso, pero coincidirán conmigo en que el mito se ha desinflado bastante.

Incluso en noviembre, cuando la fiebre era cegadora, resultaba obvio que la magia terminaría evaporándose, el cuento de hadas tendría un final, y el halo de santidad que rodeaba al candidato se iría emborronando. Lo tremendo es la velocidad.

Yo, que nací cuando Harry Truman todavía estaba vivo e incluyendo al actual he visto a doce presidentes distintos en EEUU, calculaba que la obamanía se prolongaría un año. No ha durado ni tres semanas.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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