MADRID, 4 (OTR/PRESS)
Los debates políticos en la televisión no suelen cambiar el mundo, pero ayudan a dar a conocer a quienes participan en ellos. Son útiles. Sobre todo, para los dirigentes de partidos pequeños o de reciente creación. Creo, en suma, que hay algo -o mucho- de cierto en aquella sentencia que asegura que quien no sale en la tele no existe y por eso pienso que tiene sentido que Rosa Díez, proteste porque Francisco Sosa Wagner, cabeza de lista de UPyD, fuera excluido del debate organizado por TVE.
La dirección de la televisión pública se defiende diciendo que durante las campañas electorales las normas que rigen este tipo de debates sólo tienen en cuenta a los partidos con representación parlamentaria. Vamos, que prima a los veteranos y excluye a los recién llegados. Es verdad que esa es la norma, pero el argumento suena a excusa porque en el debate del pasado miércoles participaron candidatos de coaliciones que son nuevas y carecen de representación parlamentaria en Estrasburgo. Tengo para mí que la exclusión de UPyD no es fruto exclusivo del celo ordenancista de los responsables de la televisión pública.
Hay algo más. El discurso político de este pequeño partido tiene la rara virtud de irritar a tirios y a troyanos; al PSOE y al PP; a Zapatero y a Rajoy. Por el camino de la modernidad y desde posiciones políticas preñadas de sentido común, Rosa Díez se ha convertido en la Casandra de la política española. Por eso intentan sofocar su voz. De ahí el juego sucio contra su partido. Mi pronóstico es que, pese a todas las zancadillas, sobrevivirán y se harán oír en Estrasburgo.