Pedro Calvo Hernando – Pues a Zapatero se le ocurrió.


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

A quién se le ocurre nombrar presidente del Consejo General del Poder Judicial a una persona que, como Carlos Dívar, era perfectamente conocida por unas convicciones y prácticas religiosas tan conservadoras, profundas y acendradas, que con toda seguridad le iban a inclinar a tomar decisiones incompatibles con la política del Gobierno en determinados aspectos. Pues a Zapatero se le ocurrió, contra el criterio de mucha gente de su partido y de la totalidad del mundo progresista español, como recuerdo perfectamente que yo mismo señalé en este columnario. De manera que el fiasco del voto de Dívar contra el dictamen progresista de la ley de reforma del aborto hay que atribuirlo al presidente del Gobierno más que al propio magistrado, aunque éste debió inhibirse, abstenerse o dimitir previamente como presidente del organismo de gobierno de la judicatura. Ahora nos tendría que explicar Zapatero lo que ha sucedido y por qué ha sucedido y si se equivocó o no al proponer el nombre de Carlos Dívar para tan importante y delicado cometido.

El tema es mucho más grave desde el momento en que el voto de Dívar ha resultado determinante para la derrota de la propuesta de cambio legislativo. No debe servir de ningún consuelo el que la opinión del CGPJ no sea vinculante, porque no es una opinión cualquiera sino la del máximo organismo de uno de los tres poderes del Estado. Por su mala cabeza, ahora Zapatero se encuentra en una situación un tanto esperpéntica, como sus votantes, entre asombrados y desolados, si quiere seguir adelante con la reforma pese a lo sucedido, pues, entre otras cosas, se lo pone a huevo al PP para que éste añada un eslabón a la cadena de puñaladas al Gobierno. Como si en estos días no fuera suficiente la demagogia de Gibraltar, el fracaso del diálogo social o la demanda contra el poder socialista por esa pretendida campaña de acoso y derribo contra el PP por el caso Gürtel. Vuelvo a preguntarme, de paso, quiénes asesoran al presidente y quiénes y cómo dirigen la política informativa del Gobierno, cada día más entre aberrante e inexistente.

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