MADRID, 31 (OTR/PRESS)
En resumen: que ya no sabemos si van a subir el IRPF o no; todo parece indicar que no, porque la última palabra en esto -como en todo- la tiene el presidente del Gobierno que descartaba tajantemente lo que unas horas antes había casi dado por hecho su ministro de Fomento don José Blanco; bueno, o lo dijo el minsitro o bien se había transmutado en Pepiño-apaga-fuegos-azote-del-PP; no crean que es tarea fácil seguir las idas y venidas de José Blanco que es rápido como Superman y le basta una puerta giratoria para salir vestido de ministro o en plan azote.
Pues a la hora de escribir esta columna, parece ser que no, que no se van a modificar los impuestos sobre la renta del trabajo ni las empresas. Pero lo escribes y te pones a oír todos los boletines de radio no vaya a ser que hayan cambiado de opinión. No creo, porque bastantes problemas tiene ya el Gobierno sobre la mesa como para añadir algo tan absolutamente impopular -e inútil- como subir el IRPF que es justo el impuesto que la gente siente como más cercano, más suyo, más doloroso; se sabe que por cada litro de gasofa estás ingresando un dineral en las arcas de Hacienda, pero como que lo tienes más asumido. Lo que toca la fibra es el IRPF.
Desde fuera no parece mal cargar la mano un poco (habrá que ver cuánto) a las plusvalías y las rentas de capital y replantearse desde una óptica mas justa la populista medida de los 400 euros para todos. De alguna parta hay que sacar el dinero que se está gastando y se ha gastado. Lo que ya parece más dudoso es que la ampliación a los desempleados, los famosos 420 euros, se los endosen a las comunidades que, en general, están bastante más acostumbradas a despilfarrar que a apretarse el cinturón. Y lo que desde luego no parece de recibo es anunciar la ampliación como cosa propia y una vez vendida, pasar la patata caliente a las CCAA que, por cierto, están endeudadas hasta las pestañas con el Administración Central.
Comienza Septiembre y hay tantas cosas sobre la mesa de Congreso y de La Moncloa que a ver por dónde empezamos: desde lo que diga el Constitucional (si es que algún año de estos lo dice) sobre el estatuto de Cataluña, hasta la reforma de La ley del aborto pasando por la financiación, el previsible aumento del paro y unos presupuestos generales que habrá que discutir una vez que el Gobierno sepa qué quiso decir cuando dijo lo del nuevo modelo de «economía sostenible». Aburrirnos, no nos vamos a aburrir, pero todo lo que tenemos delante es muy serio, demasiado serio para andar con chistecitos y/o globos sondas. Seriedad, diálogo y que cada cual rece a sus dioses para que mejor pronto que tarde, salgamos de esta.