MADRID, 6 (OTR/PRESS)
Seguramente tienen razón los que nos critican a los periodistas nuestra afición a hablar de Afganistán sin conocer el terreno, nuestro afán por opinar sobre el Euribor, a divagar sobre Siria mucho más que sobre Soria, que está más cerca. Vivimos en las macrocifras y olvidamos el drama cotidiano de los parados, de los mileuristas. Estaba yo a punto de comenzar esta crónica de anticipación sobre lo que va a ocurrir la semana que comienza refiriéndome a la sesión de control parlamentario que enfrentará a Rajoy y Zapatero cuando he caído en la cuenta de que estamos ante la vuelta al cole. Que es algo que, sin duda, preocupa, ocupa e inquieta mucho más a millones de españoles que los trastos que se tiren a la cabeza el presidente del Gobierno y el líder de la oposición.
Compartiendo mesa veraniega con algunos amigos por completo ajenos a mi profesión tuve que escuchar que a ellos les importa solo relativamente el fondo del «caso Gürtel» o la sentencia del Constitucional sobre el Estatut de Catalunya; probablemente, intuyen que, tras los grandes titulares, todo va a seguir igual. «A nosotros lo que nos importa es lo que vaya a pasar con la educación y con esas cosas que a vosotros, los periodistas, os parecen tan aburridas», me dijo uno de ellos. Y de nuevo tuve que darle la razón: damos por hecho y garantizado el estado del bienestar, una educación razonable y una atención sanitaria bastante decente, y nos desocupamos de controlar cómo andan esas conquistas.
Ahora, el Gobierno quiere cerrar un pacto de no agresión con el Partido Popular en torno precisamente a la educación. Que cada nuevo Ejecutivo, casi cada nuevo ministro, no traiga su propio plan bajo el brazo, derogando lo que había hasta entonces. Y así nos ha ido: despiste mayúsculo de profesores, padres y alumnos. Me parece estupendo que quieran llegar a un acuerdo sobre esta asignatura pendiente, nunca mejor dicho. Como me ha parecido espléndida la cooperación en lo referente a la lucha contra la gripe A; no me negarán ustedes que, si no hay histeria colectiva sobre la pandemia, se debe en parte a que nuestros políticos han renunciado a crispar el ambiente culpándose los unos a los otros de ineficacia.
Si a Trinidad Jiménez, titular de Sanidad por parte del equipo Zapatero, hay que felicitarla por haber logrado y mantenido esta actitud, cabe confiar que el responsable gubernamental de Educación, Angel Gabilondo, que es persona que llegó con buenas credenciales, también logre el acuerdo con el otro lado. No sé aún en qué plan retorna Mariano Rajoy de sus vacaciones: ha hecho, creo, diagnósticos bastante acertados sobre la errática trayectoria del Gobierno en materia económica. Debería ahora ofrecer sus soluciones a Zapatero. A mi, al menos, en esos citados interlocutores que nada tienen que ver con mi profesión, me parece detectar que ellos -nada menos que contribuyentes y electores- creen llegada la época del acuerdo, y no la de la batalla. Pues eso: que volvemos al cole.
