Rosa Villacastín – El abanico – La sombra de la corrupción es alargada.


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

Si el dinero despilfarrado, repartido a manos llenas, entre los dirigentes del PP valenciano, gallego y madrileño, no saliera del bolsillo de los contribuyentes, allá Camps, allá Ric, allá Barcenas, allá «el bigotes», y allá Correa con sus sucios manejos. Lo grave es que quién finalmente han pagado los trajes, los coches, los relojes, los bolsos, los viajes a países exóticos, son esos mismos trabajadores, parados o en activo, a los que Montoro y Rajoy dicen defender de las medidas adoptadas por Zapatero para salir de la crisis.

Qué Rajoy mire para otra parte, como si la corrupción de su partido no fuera con él, demuestra que o no se entera de lo que ocurre más allá de su despacho -lo que ya es grave-, o si se entera, no quiere darse por enterado, en espera de que la lluvia fina de los desencantados no le cale lo suficiente y pueda ganar las próximas elecciones generales sin romperse ni mancharse.

Pero no, un dirigente que pretende serlo de diez millones de votantes, tiene la obligación moral y política de tomar medidas drásticas, incómodas, dolorosas a veces, si verdaderamente pretende convertirse en un líder, y no en una maquina de soltar frasecitas más o menos brillantes e ingeniosas, a la hora de los informativos.

Por supuesto que no es una postura cómoda, pero nadie ha dicho que liderar la oposición lo sea, aún así, tiene que hacerlo antes de que se pudra el caso y paguen justos por pecadores, porque de lo contrario pronto empezaran a zumbarle los oídos con frases parecidas a la que pronunció Aznar, de «váyase señor Gónzalez, váyase señor Rajoy».

Otra cosa que llama la atención y que me pone los pelos como escarpias, es la sonrisa congelada del presidente de la Generalitat valenciana. ¿De qué o de quién se reirá Camps? ¿De los suyos, de la izquierda por reprocharle su triste papel, de la buena gente que le vota, de quién?. Porque cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, de vergüenza torera, se habría despedido y desprendido ya de «sus amiguitos del alma», para dar paso a otra gente, que seguro la hay, políticos que no estén bajo sospecha de haber permitido que durante su mandato se haya gestado una corrupción que por lo que sabemos del caso Gürtel, afecta no solo a algunos de sus más íntimos colaboradores, también a algunos de sus familiares más cercanos.

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